1994, Cala Millor, Mallorca
Fue un día festivo en el fútbol femenino español. No se jugó ningún partido de esta categoría en esa fecha, el 31 de marzo de 2021; ninguna copa u otro título estaba en liza. La emoción era otra y estaba fuera del césped por primera vez en mucho tiempo. Con ella se hizo un silencio para todos los que miraban las pantallas, ya fuese en sus móviles, en sus ordenadores…; nadie se quiso perder la gran noticia que traía aquel vídeo.
En él aparecía radiante Virginia Torrecilla. «Estoy limpia», confirmaba la jugadora balear a través de su cuenta de Instagram, la misma vía por la que informó y normalizó el día a día de su particular y gran lucha contra un tumor cerebral diagnosticado casi un año antes. El fútbol estalló en júbilo. Le había marcado un golazo por toda la escuadra al maldito cáncer, y hasta la pelota botaba con regocijo.
Vir, como la llaman sus compañeras en el Atlético de Madrid, volvía a sentirse futbolista (entrenamientos, planificación…). Sin embargo, nunca había dejado de serlo, con una constancia envidiable y una pasión inaudita. Afrontó la radioterapia con la mayor de las normalidades, haciendo trabajo físico y manteniéndose muy activa, y durante el duro periodo de quimioterapia estuvo entrenando cinco meses. No paró hasta que su cuerpo pidió descansar tras haber perdido fuerza y hasta quince kilos de peso, por lo que se vio obligada a alejarse del deporte durante dos meses hasta el final del tratamiento.
Aquello ya quedó atrás, incluida la incertidumbre que sintió cuando se sometió a las pruebas (una analítica y un TAC en la cabeza y en la médula) tras finalizar la quimioterapia. Los médicos comunicaron tras el chequeo que todo estaba bien: ¡el tumor había desaparecido! Virginia era libre. La futbolista de Cala Millor comenzaba «una nueva vida», tal y como ella misma confesó antes de avisar al mundo: «La voy a aprovechar al máximo».
Arrancaba una nueva etapa, pero ella ya no era la misma. Su vida había perdido grandes cosas durante la enfermedad, pero también había sumado otras. Vir aprendió y sacó la mayor lección de un momento de superación como este. Y, con ella, el fútbol y la sociedad ganaron una heroína, una inspiración para mucha gente, porque Virginia pasó de ser una líder dentro del campo, donde ocupa una posición de centrocampista en la que suele mover el juego de sus compañeras, a serlo fuera de él, con una actitud muy positiva y admirable.
Sus vídeos, declaraciones e imágenes contando cómo vivió los diez meses de enfermedad acabaron con los tabús que a veces rodean a problemas como el cáncer y ayudaron a muchas de las personas que pasan por lo mismo. Vir nunca se rindió, e hizo que otros no lo hicieran desde el momento en que dio la cara tras ser operada del tumor. Aquel instante quedará para siempre grabado en su memoria.
A veces la vida da un giro de 180 grados sin que nos demos cuenta. En el caso de Virginia, todo sucedió en los instantes en los que España empezaba a salir del confinamiento por la pandemia de la COVID-19. El regreso del fútbol, que volvió a rodar, acompañó a los paseos por tramos horarios, aunque lo hizo con una nueva normalidad que se presentó con mascarillas, PCR, distancia en entrenamientos y vestuarios… Y sin Torrecilla.
La noticia saltó el 21 de mayo. Todo el mundo se quedó sin aliento. Fue inesperado, pero también sorprendente, ver a Virginia relatar aquel mal trago. «¡Gané el partido más importante de mi vida gracias a vosotr@s! Y que sepáis que esto es el principio de algo grande, ¡porque me ha gustado ganar!», publicó la también jugadora de la selección española, que quiso contar en primera persona lo sucedido.
Lo explicó con una entereza envidiable, con el fin de que sus seguidores supieran la verdad y que no hubiese mentiras; esas a las que sí tuvo que acudir, de manera muy justificada, antes de operarse del tumor. Entonces la futbolista balear le dijo a su hermana, que estaba en el último mes de embarazo de su primer hijo, que iba a ser tratada en Pamplona de una lesión del ligamento cruzado. Pero lo cierto es que aquel viaje de Virginia con sus padres tenía otra razón: la operación para extraer el tumor. Todo salió bien y lo primero que hizo Virginia al salir del quirófano fue llamar a su hermana. Esta, al verle la venda en la cabeza, empezó a llorar a lágrima viva. Era el momento de contarle la verdad.
Nadie puede negar la dureza de esos momentos, pero Virginia no defraudó en su aviso, luchando contra todo para volver al sitio del que nunca debió salir y en el que su esencia nunca se perdió: los terrenos de juego. Nunca pensó en meter en un cajón su camiseta del Atlético con el 14 a la espalda. Sus planes eran otros. Mientras, en la selección española ese dorsal sigue vibrando sobre el verde con Alexia Putellas, que ha cuidado de su camiseta durante la enfermedad. Era una forma de mantener siempre a Vir en el campo, además de en la mente y en el corazón de todas sus compañeras. Para ellas supuso el mayor aliento de fuerza. «¡Por ti, por Vir!», gritan en el Atlético antes de saltar al campo en cada partido.
Esta proclama se acompaña de emotivos momentos como el que protagonizó junto con Amanda Sampedro a principios de 2021 en Almería. La capitana rojiblanca le pidió que levantasen juntas el trofeo de la Supercopa de España, porque aquel título era de todas y mucho más de ella, que había sido la motivación y la luz que había guiado al equipo. Eran los mismos sentimientos que la centrocampista balear sentía por el fútbol: la noticia de no poder jugar fue dura, pero el día a día de la enfermedad hubiese sido mucho peor sin el deporte en su vida.
Los paseos con Silvia Meseguer, compañera en el Atleti, junto con un balón, en aquellas semanas en las que solo salía de casa para ir a ver jugar a su equipo, las citas con el fútbol por la televisión en las que vivía cada pase como si estuviera en el campo, la prisa por volver a jugar… Incluso los médicos dijeron que la quimioterapia le afectaba mucho menos al haber sido deportista y tener un cuerpo fuerte. «El fútbol ha sido todo. No solo me salvó la vida durante el cáncer, ya que mi club y mis compañeras han estado ahí junto con mi familia, sino que también me ha dado vida», confiesa Virginia.
Ahora, Vir y el fútbol solo quieren cumplir todo lo que soñaron con ofrecerse durante esos diez meses de batalla. La jugadora ha vuelto a entrenar, a correr sobre el verde y a tocar balón dentro del campo, y su sonrisa ahora es infinita. No es que regrese, porque nunca se fue, pero sí que ha devuelto la alegría a una categoría que sufrió sin ella, que la echó de menos y que ya sabe quién es su supercampeona.