Ocurre ya bien entrada la noche. De repente
los motivos del día quedan en suspenso.
Una música que en otras horas
le hubiera traído nostalgias impacientes
la oye ahora como palabras y palabras.
Llama por teléfono a alguien
y alguien no está o sí pero es igual.
Piensa en el que ama y ve con claridad
que ese amor es la violeta del sueño que no existe.
Los rostros perdidos vienen uno a uno a su memoria,
indiferente los mira y los deja pasar de largo.
Entonces ocurre el miedo porque sí
y ya nada queda sino el abandono.
A la mañana siguiente, irresponsable y cotidiana,
amará de nuevo y sin pudor
a todos los fantasmas de la noche pasada.