Fui feliz, pero me aburrí tanto.
GRAHAM GREENE
Un cuerpo que se alza con pereza
porque el aire le pesa y el vestido.
Sin sed ni preguntas, la boca cae,
caen también los pechos, tela de seda ajada,
y son frutas secas los pómulos maquillados.
Los ojos hundidos no miran hacia fuera
para ver el cojín desgonzado en el sofá
o la luz que recalienta las flores;
pasa ahora por ellos lo invisible,
como una cara que ya no es
o el verde acero de un río
paralizado para siempre en la memoria.
Juventud, bien ida seas:
heroína de fábulas mentirosas
vestida con ropas prestadas, bien ida seas.
Te llevas el coqueteo de los espejos
y la alegría de gastar un cuerpo joven.
Pero cómo añorar los turbios monólogos de amor,
las tardes de sábado con sus afanes fracasados,
aquella espera ciega de algo que no llega
y tanta playa, vino y rosas, piernas desnudas
que anunciaron infiernos y paraísos
y solo se recuerdan después con un bostezo.
Juventud, bien ida seas,
es el momento de cambiar de sueños.