De repente el silencio se abre,
lo mismo que se aparta la niebla
con el soplo del viento,
y deja paso a un camino claro
en el que una cáscara de arroz
puede brillar más que el sol.
Las palabras pierden su medida:
los “te amo” a media voz,
los “eres mi vida”, en un diálogo
torpe, jubiloso, vergonzante.
La ternura borra por un instante
tantos cuerpos conocidos
con prisa y sin deseo.
Como un placer prohibido
regresa la esperanza:
otra vez a la espera
de que el teléfono timbre
o una carta o solo la espera.
Envío
Antes de que veamos que el hermoso camino
es solo una farsa inútil,
un pozo de aguas misteriosas
de donde hemos sacado aquello que no existe;
antes de que la cercanía del tedio
o la ruina de la sonrisa ocurran;
antes de que la frivolidad
regrese a acostarse en mi cama;
antes de que el deseo se corrompa
o las palabras o las risas,
déjame pedirte que el engaño,
el dulce engaño de ser tú y yo dure
el vasto tiempo de este instante.