Todo sucede en el oleaje de la memoria:
palabras que fueron dichas pierden su esplendor,
de las sonrisas desaparece esa boca,
el amanecer ocurre todavía pero nadie lo espera ya,
su cuerpo es igual a otro cuerpo,
muere la ausencia, ese insaciado apetito que acompaña,
el teléfono no trae su voz y poco importa.
Se apaga la luz que iluminaba la escena
y hacía brillar las mesas y los ojos.
Es el olvido, puerta siempre abierta
que nadie sabe cuándo se atraviesa.
Ocurre un día y comienza entonces el recuerdo,
lenta mirada sobre territorios muertos.