CAPÍTULO 34

―¿Qué te hace tanta gracia? ―pregunta Nelly.

―¿Eh? ―digo calentita y a gusto en nuestro saco.

Las paredes de la tienda resplandecen de azul con la luz del amanecer. Por fin me siento descansada, a pesar de la piedra que me he estado clavando en las costillas toda la noche. Llevo varias noches soñando con Adrian.

―Te estabas riendo en sueños.

Sonrío, aún medio dormida.

―Soñaba con Adrian. Lo mismo que la semana pasada. Estábamos en la cabaña. ―Se me clava algo en las costillas y me aparto de la piedra―. Lo echo de menos. Si supiera si está bien, me… ¡Ay!

Esa vez Nelly me saca de mi estupor a tiempo para oír a Peter abrir la cremallera de la puerta de la tienda y salir furioso de ella.

―Mierda ―digo―. Mierda, mierda, mierda. ―Me refugio en la axila de Nelly, dentro del saco―. ¿Me habrá oído? ―Sé que me ha tenido que oír, pero confío en que, milagrosamente, no lo haya hecho.

―Hasta la última palabra.

Nelly siempre tan sincero. A veces preferiría que me mintiera. Me acurruco aún más, pero el olor me echa para atrás.

―Nelly, te apesta la axila.

―Tampoco es que tú huelas a rosas.

Me olfateo y protesto. Es cierto. Apoyo la cabeza en la mano y suspiro. Él menea la cabeza, como insinuando que he vuelto a meter la pata.

―¿Y ahora qué hago? ¿Le digo algo? ―pregunto. A Nelly se le dan bien estas cosas.

Se encoge de hombros.

―No sé, Cass. Esta es una de esas ocasiones en las que igual es preferible que no digas nada. ¿Qué le vas a decir? ¿Perdona que haya soñado con mi exprometido? Seguramente no harás más que empeorarlo.

―No me estás ayudando mucho, Nels.

Vuelvo a meter la cabeza en el saco, huela o no. Crece el nudo de tensión que se me ha hecho en el estómago. Ojalá hubiera cerrado la boca. Sé que, si yo fuera Peter, me habría dolido. Y, para colmo, me siento imbécil por que me haya oído. Todos los sentimientos que me he estado guardando durante dos años se los acabo de poner en bandeja. Me encojo de pensarlo. Me quedaría aquí escondida todo el día, pero me estoy meando mucho, así que a lo mejor tengo que hacer de tripas corazón.

Nelly me pone cara de compasión cuando salgo de la tienda. Cuando vuelvo del baño, me acerco a Peter, que se está lavando los dientes junto a los bidones de agua. Saco el cepillo y me devano los sesos en busca de algo que decir. Al final opto por algo sencillo pero sentido.

―Lo siento muchísimo, Peter ―le digo―. No…

Sé que me ha oído porque me mira a los ojos. Escupe la pasta de dientes con violencia, se limpia la boca y se marcha todo ofendido. Tengo la sensación de no haber hecho más que disculparme. Me siento como una mierda. Y me pregunto si soy una persona horrible, porque siempre siempre lo jodo todo.