Oigo que están montando las tiendas. Me han llevado a algún sitio, pero no podía abrir los ojos sin vomitar. Los entorno y veo un destello de hierba en un claro justo antes de que todo empiece a darme vueltas. Esta vez me vomito en las manos mientras repto hacia el bosque. Penny se acuclilla a mi lado con un trago de agua y me abanica la nuca. Espero que sea agua limpia.
―Ay, Dios ―gimoteo y me desplomo en mi propio vómito con otro retortijón. Sé que es asqueroso, pero me da exactamente igual―. Tengo que ir al baño.
«Al baño.» ¡Qué risa! Lo que daría por un baño ahora mismo. Hasta el retrete del camping sería preferible.
―Espera, que te ayudo ―dice Penny.
Avanzo a trompicones, apoyada en ella, hasta que encontramos un sitio entre los árboles; luego me envuelve en un saco de dormir y me monta una especie de tienda. Quiero preguntarle dónde estamos y si es seguro, pero, en cambio, caigo en un sopor febril.
Vomito una vez y otra hasta que casi preferiría estar muerta. Oigo gemidos durante la noche y sueño que los contagiados me persiguen. Como no puedo correr, me escondo con la esperanza de que pasen de largo. En el sueño, Penny quiere que beba, pero yo se la tiro de un manotazo porque sé que así es como se han infectado. Al final, retorcida y sudada en mi saco de dormir, me despierta el gorjeo de los pajarillos. Penny duerme a mi lado; al otro, tiene un bulto alargado: James.
Penny se incorpora con el ceño fruncido de preocupación.
―¿Qué necesitas? ¿Qué pasa?
―Nada ―contesto con voz seca y áspera―. Agua. ―Me pasa una botella. Bebo y espero a que se me revuelva el estómago, pero no. Tengo tanta sed que me la bebería toda, pero decido dar sorbitos pequeños―. ¿He dormido toda la noche?
Como aún estoy un poco mareada, me vuelvo a tumbar.
―Has dormido toda la noche, dos veces ―contesta.
Me mira de arriba abajo, muy despacio, pero debe de pensar que tengo buen aspecto, porque relaja el gesto.
―¿En serio? ¿Me he perdido un día?
Asiente.
―No solo tú. James y Peter también se han puesto malos. Nelly cayó ayer, pero no está tan mal, y Ana y yo estamos bien. Hemos estado cuidándoos a todos.
Me viene a la cabeza la última conversación que recuerdo.
―¿Ha sido por el agua?
No me puedo creer que Ana y Peter no la filtraran. Les advertí de lo importante que era. Pero me parece que solo llenaron nuestros contenedores. Como los Washington se hayan puesto malos y hayan tenido que parar en algún lado para recuperarse, ahora mismo podrían estar muertos. Igual que podríamos estarlo nosotros, habiendo acampado aquí en medio, donde sea.
―Es muy posible. Ana al final me ha confesado que filtraron una parte. Hasta que se cansaron, supongo. ―Hace una mueca―. Así que igual yo tuve la suerte de beber la que no estaba contaminada. Hemos lavado todos los contenedores lo mejor que hemos podido y los hemos rellenado con agua filtrada. Ana ya sabe usar el filtro ahora, te lo aseguro ―dice triunfante, como una madre que ha enseñado una lección a su hija.
Río.
―Gracias por cuidarme, bonita.
Sonríe.
―De nada. Aunque hayas sido una paciente pésima que no paraba de tirarme todas las bebidas que te daba. Solo decías que el agua nos iba a hacer gemir. Me tenías preocupada.
―He tenido unas pesadillas horribles. Siento haber sido tan insufrible. Te lo has debido de pasar en grande. ―Penny se encoge de hombros y sonríe―. ¿Cómo está? ―le pregunto señalando a James.
―Más o menos como tú. Peter también. A ellos les ha dado después, así que supongo que esta noche estarán mejor. Si es que tú estás mejor, quiero decir.
Asiento.
―Puede que hasta tenga un poco de hambre. No mucha, pero sí un poco.
―A ver qué te puedo dar que no te siente mal. ―Abre la cremallera de la tienda, pero entonces se detiene y se vuelve hacia mí con una sonrisa perversa―. Ay, esto te va a gustar. ¿Te acuerdas de la primera vez que vomitaste? Bueno, pues le echaste la pota a Peter en los zapatos. No veas qué cabreo se pilló. Fue genial. Hasta que se puso malo, no hablaba de otra cosa que de lo mal que olían aun después de haberlos restregado.
Peter lleva zapatos de cientos de dólares. Ahora me siento incluso mejor que hace un minuto. Es increíble lo que puede mejorar tu salud una pequeña inyección de moral.
Sonrío y cierro los ojos.
―Bien. Espero que apesten eternamente.