CAPÍTULO 52

La risa atronadora de John llena la casa mientras abraza a Penny y a Ana, le estrecha la mano a Nelly y le presento a todos los demás. Sus preguntas sobre dónde hemos estado van al grano.

―El fin de semana pasado me llamó un colega del Ejército que es un pez gordo del Pentágono ―dice―. Me dijo que corría el rumor de que esto era un arma biológica que se les había ido de las manos y que es nuestra, una cosa que se llama BornAgain. No sabe cómo ha terminado extendiéndose por todo el mundo. Me llamó por una línea segura desde alguna instalación subterránea y no se me ocurre peor señal de lo mal que pinta todo esto. ―Se pasa la mano por el pelo canoso―. Me dijo que no me moviera y esperara a que pasase. Yo le pregunté: «¿Esperar a que pase el qué y cuánto tiempo?». Me contestó que no estaba seguro de ninguna de las dos cosas, que el consenso político era un mes, pero que la cifra se había decidido de forma arbitraria, con margen suficiente para urdir alguna respuesta militar pero no tanto que cundiera el pánico entre la población al saberlo.

Se me cae el alma a los pies. Yo soy una de esas personas que se sintió aliviada al saberlo. Sam también se lo ha creído. Apuesto a que la Guardia Nacional igual. John me ve la cara y me explico:

―Le dijeron lo mismo a Sam. Si todo el mundo piensa que solo hay que aguantar un mes, no tendrán tanto cuidado.

Penny y James asienten enérgicamente, los dos pensando en sus madres, seguro. A principios de la semana, vi a Penny abrazando a James entre los árboles mientras él lloraba desconsoladamente. Cuando le pregunté luego, me dijo que había intentado que sus padres se tomaran en serio el bornavirus, pero le habían contestado que ya estaba con sus tonterías de siempre. Está convencido de que están muertos, o contagiados.

A simple vista, James no parece un tío durísimo, pero yo creo que es más fuerte que la mayoría. Ha aguantado como un campeón hasta aquí; no he tenido que preocuparme en ningún momento de si estaba bien. Todos tenemos miedo, pero a él no lo ha paralizado. Es distinto, y es listo.

―He leído varios artículos en webs conspiranoicas que hablaban de un arma biológica ―dice, con los ojos brillantes―. Por entonces, había montones de teorías disparatadas, así que no le presté mucha atención. Ojalá pudiera recordar los detalles. ―Cierra los ojos y se lleva la mano a la frente, como un vidente de los de antes―. Decía que la mutación de un virus militar había causado el bornavirus LX y no sé qué de que los soldados que morían en el campo de batalla podían seguir luchando. La vida después de la muerte. El renacer, BornAgain, supongo. En aquel momento, me pareció completamente absurdo, pero…

―Podría ser cierto ―termina la frase John―. Además, los contagiados van a durar bastante más de un mes, por lo que me dijo, o más bien no me dijo, mi colega. Siempre me está tomando el pelo con lo del acopio de comida; por eso, cuando me preguntó si estaba abastecido, pensé que bromeaba. Reí y le dije que tenía alimentos para varios años y medios para cultivar muchos más. «Lo sé, John ―me contestó―. Y gracias a Dios que es así.» La forma en que lo dijo, con aquella solemnidad, me heló la sangre.

―¿Para varios años? ―pregunta James apartándose la mano de la frente y abriendo mucho los ojos.

Y ahora, por fin, puedo decir que lo he visto aterrado.