Han pasado varias horas y Penny y James aún no han dado señales de vida. Bits recoge flores silvestres; yo me siento a la entrada para poder vigilarla. Tengo la sensación que está desapareciendo todo el mundo.
Nelly no ha vuelto a hablar desde el amanecer. Está inconsciente y las vetas rosadas se le extienden rápidamente por el hombro. Le cubre el rostro una capa fina de sudor. Sus rasgos son más afilados, se le notan más los huesos, como si fuera un anciano. Le doy una palmadita en el hombro bueno.
―Tranquilo, Nels, que te vas a poner bien ―le digo, y me parece que miento.
Respira muy mal. Es posible que a Peter le haya pasado lo mismo, solo que él estaba completamente solo, desesperado por que alguien le diera de beber, le ofreciera una mano amiga. Mi única esperanza es que lo hayan devorado hasta tal punto que no haya quedado mucho de él que transformar. Jamás comentaría con nadie ese deseo enfermizo, pero me da la impresión de que los demás piensan lo mismo.
Registro otra vez todas las mochilas esperando encontrar de repente, como por arte de magia, algo que cure a Nelly, pero no hay nada, claro, así que me paseo nerviosa por allí. Vuelve Bits con un ramillete de flores para Ana, que le sonríe distraída.
―Cassie, ¿estás bien? ―me pregunta John con ternura.
―No, no estoy bien. ¡No es justo! ―Hemos sobrevivido tantos meses para esto. Ya nunca vamos a estar a salvo. John cabecea a modo de asentimiento, de aceptación, y eso me enfurece aún más―. ¿Para qué nos molestamos siquiera? ―pregunto―. ¿De qué sirve? Peter ha muerto. Nelly… ―Se me cierra la garganta. John se sienta en una de las sillas desvencijadas y me observa mientras Bits se acurruca a su lado. Se me saltan las lágrimas y me las limpio rabiosa―. ¡No lo entiendo! ―grito.
―Todo ocurre por algo…
Lo interrumpo.
―¿Y tú cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que todo ocurre por algo? ¿Cómo puedes estar tan seguro? Porque yo estoy convencida de que no hay una buena razón para todo esto ―digo, intentando abarcar el mundo entero con un movimiento del brazo.
Cojo el frasquito vacío de la inútil amoxicilina y lo tiro con todas mis fuerzas. Golpea la pared con un triste chasquido. Busco algo mejor que tirar, pero todo es demasiado valioso para destruirlo. En cambio, pongo en filas las botellas de agua con más fuerza de la necesaria. Apilo la comida y coloco con rabia las armas junto a la puerta. Se sobresaltan todos con el ruido que estoy haciendo, pero me da igual. Nelly ni se inmuta y eso es lo único que me importa. Aquí estoy yo, dejando que otra persona se muera delante de mis narices. No lo pienso tolerar.
―Hay un sendero en el mapa que parece un atajo a otro pueblo ―digo―. Voy a buscar una farmacia o similar. Me puedo llevar una de las bicis. Traeré algo más fuerte para la infección.
―Cassie ―me contesta John muy apenado―, es demasiado peligroso plantearse una misión inútil cuando James y Penny están a punto de volver.
―¡No es una misión inútil, John! Hace horas que se han ido. ¿Y si no vuelven? ―Me fastidia decirlo, pero es la verdad. Ana cierra los ojos y yo sigo―. La amoxicilina es el antibiótico más flojo del mundo. Hay otros: eritromicina, ciprofloxacino… ―No se me ocurren más y doy una patada en el suelo de frustración―. Ya encontraré algo. No puedo quedarme aquí sentada esperando una ayuda que no va a llegar. No voy a dejar morir a Nelly. ¡No pienso hacerlo!
―No sabemos…
―¡Por eso mismo: no lo sabemos! Podría ser una infección normal. Necesitamos algo más potente.
―Tienes razón, Cassie. Podría ser una infección tratable, pero no quiero que te arriesgues y al final descubras que no. Espera un poco. Por favor ―dice, levantando y bajando las manos como pidiéndome calma―. Sé que estás furiosa. Todos lo estamos. No parece justo, cielo, pero no sabemos lo que Dios nos tiene preparado, cuál es su plan.
Me cuesta creer que este sea el plan de alguien, o de algo, que todo esto sea una especie de prueba, un experimento retorcido destinado a vernos fracasar. Niego con la cabeza. No quiero vivir en un mundo así si eso significa tener que perder a todos mis seres queridos, uno por uno. Prefiero morir rápido y quitármelo de encima. Brota en mi interior una rabia que no había sentido antes, una ira que resuena por todo mi cuerpo. Me da igual hacer ruido o lo injusta que esté siendo o si me estoy metiendo en la boca del lobo o no. Necesito encontrar un modo de liberarla, así que cojo la silla vacía y la estampo contra la pared. Bits gimotea cuando cae destrozada al suelo, pero voy demasiado embalada para parar ahora.
―¿Qué pasa, que Dios se ha dicho: «Venga, ya sé, me voy a cargar a toda la gente buena y a los bebés y a los niños, y no solo eso, sino que, además, los voy a convertir en putos zombis para que se cepillen a los demás»? ―le grito a John, aunque nada de eso sea culpa suya.
Me cuelgo la mochila y agarro mi carnicero. John me observa con calma. Sé que está deseando que me quede, pero no sería capaz de vivir conmigo misma si no hago algo.
―Voy contigo ―me dice.
―No, tú tienes que quedarte con Nelly por si despierta. Cu-cuídalo tú. No sé si Dios existe ni cuáles son o no son sus planes, pero mi puto plan es sencillo: Nelly vive. Ya está. No creo que sea mucho pedir. ―Miro al techo―. Así que, Dios, me voy al pueblo a por medicinas. Hazme el favor de apoyarme en esto. Gracias.
Salgo disparada de la cabaña y me planto en lo alto del monte. Mi respiración es agitada. Tengo sensación de ahogo. Sé que, si sucumbo a esta tristeza, jamás me recuperaré, así que me centro en la rabia. Soplo esas ascuas de ira, las abanico y las convierto en llamas. Oigo pasos a mi espalda y rezo para que no sea John. Ahora mismo no estoy para disculpas. Pero es Ana, con su mochila y sus armas. Muy serena y seria.
―No va a morir nadie más ―dice con una mirada dura y los labios apretados―. Al menos si yo puedo evitarlo. Vamos.
Enfilamos la pista de tierra hacia el sendero. La bici de Nelly es demasiado pequeña, pero consigo recorrer los kilómetros de terreno irregular que nos separan del pueblo. Ni siquiera me planteo la posibilidad de caerme y no cierro los ojos ni una vez.