CAPÍTULO 120

El comedor está casi vacío. Un puñado de personas juegan a las cartas o hablan, pero la mayoría se han ido ya a dormir. Nosotros nos hemos apartado de la mesa y estamos sentados a la luz de la lámpara. Bits se ha hecho amiga de una niña que se llama Jasmine y se quedan las dos debajo de la mesa, riendo como bobas, hasta que es la hora de acostarse de Jasmine. Ahora Bits está en mi regazo, medio dormida. Hoy nos hemos levantado al alba y está agotada.

Nelly se ha encargado de contarle a Adam nuestra historia: le habla de Brooklyn, de Jersey, de los Washington y el camping, de la pandilla de Neil y hasta de Zeke, al que Adrian conoce. En efecto, llegó a Whitefield, como pensábamos. Cuando le cuenta lo de Peter, baja la voz y se asegura de que Bits sigue dormida. Consigue de algún modo hablarle de él sin mencionar que estuvimos saliendo. No tengo pensado ocultárselo, pero es algo que debo contarle a Adrian en privado.

―Debía de ser un tío estupendo ―dice Adrian. Repara en las mejillas húmedas de Ana y le ofrece una servilleta―. Ojalá pudiera darle las gracias.

Me toca la rodilla y sus ojos se posan en Bits. Debe de haber sido una sorpresa para él que haya venido con una niña de siete años que está a mi cargo, a cargo de todos, pero la niña ya se lo ha metido en el bolsillo. Lo he visto darle a escondidas un valiosísimo paquete de chicles cuando pensaba que nadie miraba.

Cuando Nelly y Ana le hablan de mi insistencia en encontrar un medicamento para Nelly, yo miro el suelo de madera. Me pintan como una especie de ángel vengador y Nelly me imita estampando cosas contra las paredes.

Pongo los ojos en blanco.

―Si tú estabas medio inconsciente… Tampoco fue para tanto ―le digo a Adrian, aunque parece impresionado.

―Claro que fue para tanto ―replica Nelly con un guiño, y luego se recuesta y bosteza.

―Yo estoy deseando meterme en el sobre ―dice John frotándose los ojos―. Ha sido un día largo ―añade, cogiendo a Bits y acunándola como si fuera un bebé, y los demás nos levantamos.

Adrian me coge de la mano.

―¿Preparada?

Asiento. Salimos a la oscuridad y doy las buenas noches. Se me hace raro dormir separada de las personas con las que he pasado todos los días y las noches durante meses.

―Un momento ―le digo a Adrian y salgo corriendo para darles alcance.

―Quería daros las buenas noches otra vez ―digo―. Os voy a echar de menos, chicos. ―Le planto un beso a Bits, dormida. Los abrazo y me dejo a Nelly para el final―. Me había acostumbrado a dormir contigo ―le susurro al oído―. Te voy a echar de menos.

Sus carcajadas resuenan en el silencio de la noche y vislumbro su sonrisa burlona a la tenue luz de las lámparas solares que marcan el camino.

―Cariño, si me echas de menos es que algo estás haciendo mal.