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—¿Qué te ha dicho el médico? —preguntó Xavi. Estaba tirado, cuan largo era, en el sofá. Sus pies descalzos olían a lejía, por no decir otra cosa, y el ventilador le soplaba las pelotas, que se escapaban por los laterales de la entrepierna de las bermudas de flores oscuras.

Sí, oscuras.

Pili caminó hacia la mesa del comedor dejando caer su bolso en un plaf sonoro. La boca se abrió. Era un pozo de nuevo. Oscuro y profundo. Sus hijos no estaban en casa. Nalia y Dani. No estaban en el colegio. Tenían vacaciones, y estaban en un campamento que se llamaba "EbeNezer" o algo así. Era una montaña verde, llena de caminos tortuosos y frescos. Los robles estaban curvados por el paso del tiempo, y los pinos, más arriba, indicaban que el sol podía por fin acariciar aquella espesura. En la ladera, había una especie de valle pecaminoso y un albergue, bueno, no exactamente eso. Era un edificio que no se parecía ni a una casa ni a un monasterio. Era rectangular, de piedra. Con musgo entre los resquicios. Tenía tantas puertas de madera carcomida como el número de ojos de los cien críos que allí buscaban el ocio. Se comía bien, y por la noche se contaban relatos de terror al lado de la fogata.

—Nada —rezongó ella mirándole con profundidad y seria.

—¿No pareces muy contenta?

—Claro que no.

—Nunca eres feliz.

—Contigo nunca lo seré.

Xavi dejó a un lado la revista que estaba leyendo. Era una revista de coches deportivos, que nunca iba a tener ni en sueños. Por supuesto, los tres euros que había costado los había sido pagado con el dinero de su mujer.

—Siempre dices lo mismo. Eres una insatisfecha —ladró, pero no se irguió en el sofá. Seguía lánguido y sudoroso.

—Y en la cama también soy una insatisfecha.

—Te he dado dos hijos.

—Eso no tiene nada que ver.

La mirada de Pili, que en esos momentos bordeaba el sofá, le taladraba el rostro enjuto.

Xavi enmudeció. Sabía que aquella mirada era repugnante en su relación. A veces, una mirada decía más que mil palabras, pero no sintió miedo alguno ante la amenaza que representaba.

Ella se fue directa al cuarto de baño.

Y allí habló con su padre.