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Era de noche, y en el otro lado del charco debía brillar el sol o quizá estaría nevando. Eso no lo podía saber en ese momento. Lo que sí sabía era que su padre, es decir, Pedro, le aconsejaba que no hiciera nada fuera de lo normal.

—Hija. No acudas al mal para conocer el mal.

Así de escueto había sido.

Pero ahora Pili se encontraba paseando —en realidad rumiando cosas mientras su preocupación por sus hijos crecía— en el bosque que sepultaba a la masía. Los ojos se acostumbraban a la oscuridad si te tirabas durante mucho rato dentro de ella, y eso fue lo que le pasó. Caminaba por los caminos en busca de…

¿Nada?

Aquel crío le había contado cosas.

¿Y si no era real?

¿Y si era un fantasma, como su padre?