Capítulo 30

 

Eve llegó al hostal al amanecer.

–Pareces cansada –comentó Pamela en cuanto la vio.

Pam entraba a las cuatro de la mañana para ayudar a Cecilia.

–No he dormido mucho.

Apenas había dormido tres horas, pero no porque Rex hubiera ido a casa con ella. Rex le había dado un abrazo fugaz y había vuelto a casa de la señora Higgins para contarle lo que estaba pasando y así poder contar con su ayuda. Después, había estado esperando a que esta hiciera las maletas.

Pam señaló los ojos de Eve.

–Mira qué ojeras tienes. Deberías haber dormido un poco más.

No podía. Quería estar allí en el momento en el que los tipos que perseguían a Rex bajaran las escaleras y no sabía a qué hora lo harían.

Afortunadamente, había visto el baqueteado vehículo en el que viajaban en el aparcamiento. Sabía que era el suyo porque el Idiota y el Imbécil estaban durmiendo dentro. El hecho de que todavía estuvieran allí debía proporcionarle cierto alivio.

–Estoy bien. Ayer no os ayudé mucho con los Días Victorianos, así que he decidido comenzar a trabajar antes.

–Vaya, eso sí que es dedicación –Pam ordenó los objetos que tenía sobre la mesa–. Cecilia me ha dicho que han llegado unos huéspedes a última hora.

–Es cierto.

–No han dejado escrito lo que quieren para desayunar.

–La culpa es mía. Les registré yo y se me olvidó preguntárselo –estaba demasiado nerviosa y preocupada.

–¿Entonces qué hacemos? –preguntó Pam, como si aquello desbaratara todos sus planes.

Eve sonrió como si quisiera asegurarle que aquello no era el fin del mundo. Teniendo en cuenta lo que estaba haciendo Eve junto a sus amigos, había alguna posibilidad de que su mundo sufriera un peligro real, pero aquello no iba a afectar a sus empleados.

–Yo me encargaré.

–De acuerdo –Pam se encogió de hombros y regresó a la cocina mientras Eve se dirigía a su despacho.

Tras dirigir una mirada fugaz a la mesa vacía de Cheyenne, Eve dejó el bolso en la mesa y buscó el teléfono para poder enviarle un mensaje a Ted.

¿Están Rex y la señora Higgins a salvo y fuera de casa?

Sí, están cómodamente instalados en la casa de invitados. La señora Higgins en el dormitorio principal. Asumo que están durmiendo porque todavía no les he visto.

Estupendo. Que sigan con Ted hasta que la costa esté despejada.

¿Qué tal por el hostal? ¿Siguen ahí los huéspedes?

Sí, gracias a Dios, porque necesitamos que se queden durante el tiempo suficiente como para enterarse de que Rex está en el pueblo.

Acuérdate de no cambiar tu versión sobre la fotografía. Eso podría hacerles sospechar más adelante. No queremos hacer nada que pueda llevarles a pensar que todo esto estaba preparado.

No lo haré. Dejaré que sea otra persona del pueblo la que reconozca a Rex.

Bien. Cuanta más gente les diga a estos miserables que está en el pueblo, más convencidos estarán de que le han encontrado. Eso es exactamente lo que queremos.

Era cierto, pero la espera no iba a ser fácil.

¿Crees que irán a casa de la señora Higgins?

No, la hemos traído aquí con Rex solo por precaución. Muy poca gente sabe que vive en su casa. Pero nadie, excepto Sophia, Kyle, tú y yo, sabe que están aquí. Eso estrecha mucho más el círculo.

Las palabras de Ted aliviaron un poco sus miedos, pero todavía tenían algunas preocupaciones.

Si esos tipos se enteran de que estuvo alojado en casa de la señora Higgins, ¿se creerán que se mudó después a una casa de Kyle?

En aquel momento sonó el teléfono. Era Ted. Por lo visto estaba cansado de teclear mensajes.

–¿Por qué no se lo van a creer si es allí donde se terminan encontrando sus cosas?

–Nadie le relacionará con Kyle ni con su casa.

–Eso no importa. Pensarán que tirotearon su casa justo en el momento en el que Rex acababa de dejar la casa de la señora Higgins para instalarse en la casa que tiene Kyle en la esquina de su propiedad.

–Tiene sentido –pero le gustaba analizar todos los detalles porque le ayudaba a tranquilizar sus nervios–. Solo espero que todo salga bien. No me gusta que estén en el pueblo, y menos aún en mi hostal.

–Whiskey Creek no es tan grande. Alguien les dirá que está aquí. A partir de ese momento, todo será muy rápido.

Entonces, La Banda atacaría y Kyle le prendería fuego a la casa.

–En el momento en el que vayan a desayunar, a lo mejor les sugiero que se pasen por el Sexy Sadie’s –dijo–. Si Noelle está trabajando, les dará toda la información que buscan.

–Solo si tienes oportunidad de hablar con ellos. Pero no presiones, sería demasiado evidente.

Eve se acercó hacia al archivador y se volvió después.

–¿Crees que podremos conseguir que parezca real, Ted? Me refiero a que… eso de fingir la muerte de alguien solo ocurre en las películas.

–Skip lo intentó, ¿no?

Ted se estaba refiriendo al difunto marido de Sophia.

–¿Tengo que recordarte que murió en el intento?

–Deja de preocuparte. Está todo controlado.

–¿Has hablado con Bennett? –el jefe de policía era una pieza clave en el plan.

–Sí. Me he reunido con él en la comisaría hace quince minutos. Y ahora me voy a mi casa.

–¿Está dispuesto a colaborar?

Eve tenía que admitir que estaba un poco sorprendida. Ted era un hombre muy respetado en el pueblo, pero el jefe de policía se iba a mover en un terreno muy resbaladizo.

–Al principio se ha mostrado un poco escéptico, pero le he pasado el nombre de la tarjeta de crédito que conseguiste y ha podido comprobar el nombre del líder de esa banda de delincuentes. También le he dado el nombre de una de las personas que regulan el programa de protección de testigos que me ha proporcionado Rex para que pueda confirmar su historia. Bennett ha dicho que si consigue verificarlo todo, hará todo lo que esté en su mano para ayudar.

–Sin él no funcionará.

–Podremos contar con él. Por cierto, Rex ya sabe cómo le localizaron. ¿No te lo ha dicho?

No habían hablado. Y Eve no estaba segura de que quisiera hacerlo en aquel momento. Lo único que esperaba era que La Banda saliera para siempre de su vida.

–No. ¿Qué cree?

–Que tiene que haber sido su asistente.

–¿Qué?

–Ella creía que estaba en Arizona, así que es probable que les contara a los guardaespaldas que había ido a Whiskey Creek, intentando no desvelar su secreto.

–¿Y alguno de ellos habló?

–No necesariamente. A lo mejor se corrió la voz. Es posible que a algún cliente, o a alguien que se haya hecho pasar por un cliente, se le diera también esa información.

–¡Maldita sea! Así que, probablemente, todo ha sido una casualidad.

–Sí. Es posible que se le ocurriera decir Whiskey Creek porque sabía que era un lugar en el que había estado antes… Algo de ese tipo.

Eve se obligó a sentarse y a intentar tranquilizarse.

–Espero que podamos sacar el plan adelante.

–Claro que podremos –estuvo a punto de colgar, pero Eve le interrumpió.

–Gracias, Ted. Te lo agradezco de verdad.

–Si esto funciona, tendrás que perdonarme lo que pasó el año pasado –dijo él.

Eve advirtió la nota de humor de su voz y soltó una carcajada.

–Ya lo he hecho.

 

 

Rex llamó cuando Eve estaba sentada en el despacho, almorzando.

–¡Hola! –le dijo.

Eve esbozó una mueca al recordar cómo se había enfrentado a él.

–¡Por fin das señales de vida!

–No tengo nada que hacer. A lo mejor podría intentar dormir. Me habéis tenido todo el día encerrado.

–A lo mejor tienes que estar encerrado dos o tres días –le dijo–. Te mostraste de acuerdo con el plan y espero que lo lleves adelante.

–Lo haré –se produjo una pausa y entonces preguntó–: ¿Estás bien?

–Sí, estoy bien. ¿Y tú?

–Preocupado, si quieres saber la verdad.

–¿Por…?

–Por tus amigos. Han sido muy amables al involucrarse en esto, pero… ¿y si Kyle se equivoca cuando prende fuego a esa casa y termina atrapado por las llamas o algo parecido?

–Kyle sabe cuidar de sí mismo.

–¿Y de verdad está dispuesto a perder la casa?

–Ya te lo dijo. Estaba pensando en tirarla de todas formas para poder ampliar la planta de paneles solares. Él pensaba esperar hasta primavera, pero no le hará ningún mal preparar el terreno un poco antes.

–¿No está alquilada la casa?

–Ya no. Vivía en ella uno de sus trabajadores, un hombre que estaba divorciándose. Le dejaba quedarse allí de forma gratuita, solo para ayudarle. Pero el tejado comenzó a tener goteras y Kyle no quiso seguir asumiendo esa responsabilidad, sobre todo porque el hombre llevaba a sus hijos a la casa y Kyle tuvo miedo de que alguien pudiera salir herido.

–Ya entiendo.

–Por eso llamé a Kyle ayer por la noche. Quedamos todas las semanas y estábamos al tanto de sus planes, así que se nos ocurrió que podríamos utilizar su antigua casa en vez de quemar la que ahora realmente tiene valor.

–¿Considerasteis esa posibilidad?

Eve habría ofrecido su casa si así hubiera podido salvarle la vida, pero no le iba a servir de nada admitirlo. La intensidad de sus sentimientos solo serviría para espantarle.

–Hasta que nos dimos cuenta de que podría ir a la cárcel por haber defraudado al seguro si no pagábamos nosotros mismos la reconstrucción de la casa.

–Yo me habría hecho cargo de esa parte.

–No es barato construir una casa en California, así que imagino que no te habría quedado mucho dinero para empezar de nuevo.

Se produjo una ligera pausa tras la que Rex dijo:

–¿Qué expectativas tienes cuando acabe todo esto, Eve?

Eve se llevó intuitivamente la mano al estómago. El pulso se le aceleró.

–No espero nada, Rex.

–¿Estás haciendo esto a cambio de nada?

–Sí. No quiero que ni tú ni ningún otro hombre se quede conmigo porque se sienta obligado. Lo único que espero es que tengas un futuro mejor. ¿Qué piensas hacer con ese futuro que tienes por delante?

Pam llamó en aquel momento a la puerta de la oficina.

–¿Eve?

Eve sentía el pecho como si tuviera más de cincuenta kilos presionando sobre él. Le resultaba muy difícil respirar. Aquel no era un buen momento para una interrupción. Pero le pidió a Rex que esperara.

–¿Sí?

Su ayudante abrió la puerta e hizo un gesto de disgusto.

–Hay un tipo con un tatuaje de una mujer quitándose la ropa que pregunta por ti.

Eve cubrió el teléfono.

–Es uno de los dos caballeros que se alojan desde anoche en la habitación número cuatro.

–¿Les diste una habitación?

–¿Está causando algún problema? –le preguntó Eve.

–No, pero… está haciendo que otros huéspedes se sientan incómodos. La verdad es que a mí también me da miedo.

–Ahora mismo salgo –le dijo Eve.

–¿Qué pasa? –preguntó Rex–. ¿Tiene que ver con La Banda?

–Sí, creo que uno de tus antiguos colegas está preguntando por mí.

–Ten cuidado.

–Lo único que tenemos que hacer es seguir un plan y todo saldrá bien.

–¿Qué piensas hacer esta noche, después de los Días Victorianos? –le preguntó Rex–. A lo mejor podría esconderme en tu casa.

–Espero poder dormir algo –le dijo–. Y tú también deberías dormir. Podemos vernos mañana.

Después de colgar, Eve mantuvo la mirada fija en el teléfono durante varios segundos. No había sido fácil rechazar aquella oportunidad de estar con él. Pero sentía que era necesario. Así comprendería que hablaba en serio cuando decía que no tenía ninguna expectativa cuando todo aquello terminara.

Ella solo quería estar con él si era capaz de amarla tanto como ella a él.

 

 

Eve se alisó la enorme camiseta que llevaba encima de las mallas y tomó aire antes de salir del despacho. El hombre que había ocupado la habitación la noche anterior estaba esperándola ante el mostrador. Los otros no parecían estar con él.

–¿Quería verme? –le preguntó.

–Sí.

–Espero que no haya surgido ningún problema en la habitación.

Su interlocutor curvó los labios mientras supervisaba el vestíbulo decorado con adornos navideños.

–No estoy muy acostumbrado a esta clase de sitios.

–Espero que eso no signifique que han decidido marcharse.

–De eso precisamente quería hablarle. Esta noche me gustaría poder contar con otra habitación para mis otros dos amigos.

–La habitación número tres debería quedar vacía a las once. ¿Le gustaría registrarse en ella?

–¿No es esa la razón por la que estoy esperando aquí?

Ignorando su rudeza, Eve abrió la página que necesitaba en el ordenador.

–En ese caso, vamos a hacer la reserva. Necesito volver a ver su tarjeta de crédito.

Refunfuñando, metió la mano en el bolsillo y le tendió la tarjeta de crédito y el carnet de conducir que le había entregado en la primera ocasión, que le identificaba como Eric Gunderson.

–Ya está registrado –le dijo mientras le devolvía la documentación–. Pero tendrá que venir un poco más tarde a por la llave.

Él no respondió. Cuando se volvió, Eve le dijo:

–Por cierto, el desayuno va incluido en la habitación. ¿Tienen previsto desayunar con nosotros esta mañana?

–No, tenemos cosas que hacer –replicó.

–En ese caso, si tienen hambre Just Like Mom’s está justo al final de la calle. Les recomiendo encarecidamente la comida. Y esta noche se celebra una gran fiesta navideña justo aquí, en el centro del pueblo. Irá todo el mundo.

–No me la perdería por nada del mundo –respondió él con una risa.

Eve tuvo la seguridad de que pretendía acudir. ¿Qué mejor lugar para localizar a Rex?

Cuando Gunderson se fue, Eve llamó a Ted.

–El antiguo colega de Rex estará en la celebración de esta noche. Sugiero que vayan todos nuestros amigos y que estén preparados para decirle que reconocen al hombre que aparece en la fotografía si les preguntan por él. ¿Sabes si la señora Higgins piensa ir?

–Sí. Comentó algo sobre que estaba trabajando en una colcha.

–Estupendo. Si pudiera estar pendiente y cruzarse de alguna manera con ellos, no creo que sospechen que una anciana tan dulce pueda formar parte de ningún plan. Podría incluso contarles que Rex estuvo en su casa hasta que alquiló la de Kyle.

–¡Buena idea! –dijo Ted–. Pero si ella no lo consigue, alguno de nosotros tendrá que intentar interponerse en su camino.

–Ahora solo necesitamos asegurarnos de que el jefe Bennett va a hacer su parte.

–Me ha llamado hace unos minutos. Ese nombre que me diste, ¿Eric Gunderson? Tiene una hoja de antecedentes de kilómetro y medio. Y alguien del Departamento de Policía de los Ángeles confirmó su pertenencia a una banda de delincuentes. Bennett no quiere ningún tipo de actividad delictiva en este pueblo.

–Así que nos aseguraremos de que crean que Rex está muerto y se irán.

–Bennett ha confirmado que esos tipos son delincuentes, pero, para sentirse seguro, todavía tiene que recibir noticias del contacto que le dio Rex del programa de protección de testigos.

–Reza para que ese tipo no esté de vacaciones.

Eve sentía mariposas en el estómago cuando colgó. Aquella noche sería la noche. Llamó a Kyle y a Rex para desearles suerte.