Capítulo 10

Sophie controlaba de refilón a Vincent en todo momento, pese a que se había prometido pasar de él. Pero no podía evitar mirarlo cuando se dirigía a los allí presentes, cuando alguien le preguntaba qué tal en París con su trabajo de fotógrafo. Sophie no podía evitar sentir el cosquilleo por todo el cuerpo a pesar de que se decía que esa noche no se dejaría llevar por el deseo que sentía por él. Vincent era una quimera que ella no estaba dispuesta a seguir, de manera que lo mejor sería que esa noche, con el nuevo año, dejaran claro que entre ellos nunca podría existir nada más allá del sexo. Y eso le producía una mezcla de irritación y rabia al mismo tiempo.

Vincent solo deseaba que llegara el momento en el que pudiera quedarse a solas con Sophie. Quería explicarle todo de una vez. Que estaba dispuesto dar forma a aquello que compartían, aparte del sexo. Que pretendía quedarse allí con ella para siempre, salvo cuando tuviera que viajar a París por trabajo. Que no quería pasar ni una sola mañana más sin poder contemplar su rostro al abrir los ojos. Todo eso y más que se llevaba guardando desde hacía tiempo. Cada vez que la contemplaba, se daba cuenta de cuánto la necesitaba, de lo equivocado que estaría si la dejaba escapar porque con ella todo cobraba sentido. Solo esperaba que Sophie accediera y que no fuera demasiado tarde.

Luc llegó al vestíbulo del hotel sin poder creer que ella estuviera allí, esperándolo. ¿Cómo había podido llegar antes que él? Se suponía que ambos habían salido del mismo lugar con una diferencia de tiempo favorable para él. Cuando él se fijó en ella, no pudo controlar la sacudida que experimentó todo su cuerpo. Quiso decir algo, pero las palabras se le habían quedado atascadas en su garganta. La sequedad siquiera le permitía expresar un sonido. Solo podía mirarla sin que, al parecer, ella se diera cuenta. Ella estaba sentada en un sillón del vestíbulo chateando por su móvil de manera frenética. Su pelo estaba algo revuelto, el vestido bastante arrugado; en apariencia, padecía una mezcla de nerviosismo y cansancio. Pero también debía reconocer que esa imagen de ella, que tenía frente a él, no la cambiaría por ninguna otra que recordaba.

Marlene estaba absorta en la conversación que mantenía con Esther. Ajena a que Luc se encontraba a escasos metros de ella. Tecleaba con rapidez debido al estado de agitación que le había provocado descubrir que Luc estaba en Madrid. Creía que no se le pasaría hasta que no lo viera en carne y hueso. Durante unos segundos, permaneció quieta. Cerró los ojos y sacudió la cabeza pensando en qué poner. Pero no llegó a hacerlo. No. Porque, en ese preciso instante, alguien se había detenido a escasos pasos de ella. Marlene levantó la mirada para encontrarlo allí de pie vestido para la celebración de esa noche. Apuesto. Intrigante. Seductor. Marlene se humedeció los labios y se levantó para quedar a la misma altura que él. Cogió aire y esbozó una tímida sonrisa de la que Luc deseó apoderarse. Pero no podía dejarse llevar por el deseo que ella conseguía despertar en él una y otra vez. ¿Cómo diablos podía sentirse de aquella forma después de haberla visto con otro? Debería pedirle que se fuera, que no quería verla ni saber por qué lo hizo. En cambio, estaba esperando una explicación.

—¿Por qué no me dijiste que venías?

Luc sonrió.

—Quería darte una sorpresa, aunque más bien creo que la que me la ha dado has sido tú —le refirió contemplándola fruncir el ceño desconcertada.

—¿Yo? No te entiendo. ¿Qué te he hecho? En el guardarropa me dijeron que llegaste a la fiesta, pero que la abandonaste a los pocos minutos —le explicó contrariada por su comportamiento. ¿Qué había sucedido para que actuara de esa manera?

Luc inspiró hondo antes de responderle. Se le hacía complicado imaginarla en brazos de otro. Pero si era lo que ella quería, él no se opondría. Cogió aire y le confesó la verdad. No quería perder más tiempo con ella.

—Vi cómo te besaba tu acompañante para esta noche.

Marlene tuvo la impresión de que acababan de echarle un cubo de agua helada por encima. Se quedó pálida en un primer momento, pero cuando reaccionó, no pudo evitar sonreír de una manera que encendió a Luc.

—Ya veo que te hace gracia —le espetó él apretando los labios y sacudiendo la cabeza. Hizo ademán de volverse y dejarla plantada. Pero entonces sintió la mano de ella retenerlo y obligarlo a volverse.

—Me la hace, sí. Porque viste el importuno gesto del compañero de mi amiga Esther. ¿Me viste acaso rodearlo con mis brazos y devolverle el beso?

Luc se mostró contrariado ante aquella pregunta. No, claro que no la había visto porque en el preciso instante en que aquel tipo la besó, él se dio la vuelta sin querer ver más.

—¿Esperabas que me quedara a verlo? Ya tuve suficiente con la primera impresión, créeme —le aclaró sin dejar su estado de confusión y rabia.

—Pues, de haberte quedado un minuto más, habrías visto cómo lo aparté de mí con un empujón. Dudo de que, con el jolgorio que había en ese momento, pudieras haber escuchado las cuatro cosas que le dije. Ni como mi amiga se encaró con él por haberlo hecho. Ni tampoco que abandoné la fiesta de malhumor por él y por todo lo que me rodeada porque comprendí que aquel no era mi lugar, aunque Esther se empeñara.

Luc sacudió la cabeza.

—Pero…

—No he besado a ningún hombre desde que vine de Colmar. Ni tengo pareja. Ni nada por el estilo —le confesó extendiendo sus brazos a los lados con las palmas de sus manos hacia arriba. Parecía abatida por este hecho o, al menos, esa impresión le dio a Luc—. Viniste a darme una sorpresa y puedo asegurarte que me la has dado.

Luc sonrió de manera tímida acercándose de nuevo a ella.

—En realidad, vine porque te olvidaste tu bola de nieve —le dijo señalando la mesita en la que Marlene la había dejado junto a su smartphone.

—Cuando la vi, me dio un vuelco el corazón. No podía creer que estuvieras aquí.

—¿Por qué no podría venir?

—Porque no quería creer que tú fueras distinto al resto de los hombres que he conocido. Me asusté, Luc.

—Me alegra saber que no soy lo que esperabas.

—Quise olvidarme de todo, pero no pude hacerlo, Luc —le confesó relajando los hombros, sintiendo que ya nada tenía importancia.

—¿Por qué?

—Porque me di cuenta de que te echaba de menos. De que me estaba enamorando.

Luc quiso decir algo, pero sin duda que la confesión de ella acababa de robarle la cordura. Pensó que el corazón se le detenía o que tal vez se saltaba un latido porque que aquello que sentía sí que era en realidad perfecto.

—Bueno, ya está. Lo he dicho. ¿Y tú? ¿Por qué me miras de esa manera? —comentó Marlene, atacada por lo que pudiera suceder a continuación. Y vio a Luc acercarse más e inclinarse de manera lenta sobre sus labios. Sentía su aliento rozar su boca, por lo que entonces dejó escapar un gemido.

—No lo sé. De verdad. Tal vez porque no esperaba que dijeras algo así. Pero es perfecto. —Él se inclinó para rozarlos de manera tímida, entrelazando sus manos con las de ella, por lo que sintió el calor y la suavidad de estas. La escuchó gemir cuando él la soltó y enmarcó su rostro para profundizar el beso hasta hacerle creer que podría derretirla.

Marlene sentía flaquear sus piernas y pensaba que se derrumbaría allí mismo si no se sujetaba a él. Porque de verdad que aquel beso sí que era perfecto.

—¿Cuánto tiempo te quedarás? —le preguntó ella al dejar que sus manos jugaran con las solapas del traje, que su cuerpo se apretara más al de él ansiando su contacto, su calor. Levantó la mirada hacia él con la esperanza de que se quedara con ella el mayor tiempo posible, ya que intuía que tendría que regresar a la Alsacia.

—El que sea necesario para demostrarte lo que me importas. —Marlene frunció el ceño contrariada por esa respuesta—. Verás, solo saqué un billete de ida porque esperaba a ver qué te parecía que me quedara una temporada.

Marlene abrió los ojos hasta su máxima expresión sin creer en aquellas palabras. No quería hacerse ilusiones hasta que no se lo repitiera para asegurarle que se quedaría de verdad con ella.

—¿Cómo qué solo sacaste billete de ida? Pero ¿es que no piensas volver? ¿Y el hotel? ¿Y tu hermana? ¿Y…?

Luc acalló sus infinitas preguntas al rodearla por la cintura para volverla a besar como se merecía. Escuchó un gemido de sorpresa ahogado por el beso. Y sintió cómo ella se inclinaba contra él.

—Acabo de decirte que he venido a quedarme. ¿En qué idioma prefieres que te lo diga? ¿Inglés? ¿Francés? Italiano no hablo, tendrás que disculparme. Aunque podrías darme unas clases particulares. —Luc arqueó una ceja con suspicacia mientras su sonrisa se volvía pícara.

Certo, amore.

—He venido con un billete de ida porque quería ver tu reacción a mi propuesta.

—¿Te habrías marchado si te dijera que no? —Ella dio un paso atrás con cara de sorpresa e incredulidad por lo que le acababa de decir.

—No. —Marlene se sobresaltó al escucharlo. Entrecerró los ojos y sacudió la cabeza sin comprenderlo—. No me habría marchado sin pelear, aunque al verte esta noche… reconozco que quise hacerlo. —Luc soltó el aire pensando que había estado a punto de dar ese paso. Por suerte, el destino parecía haberse aliado con él después de todo.

—Apuesto a que lo habrías conseguido dada tu tenacidad después de haber hecho que no odie tanto las Navidades —le confesó con una media sonrisa burlona.

—De manera que al final lo conseguí.

—Digamos que cambiaste mi perspectiva y mi vida durante esos días. ¿Qué piensas hacer ahora? Estamos compartiendo las primeras horas del nuevo año.

—Tal vez podríamos celebrarlo los dos solos en mi habitación —le susurró inclinándose sobre su cuello para aspirar la fragancia de su perfume—. Y ya nos pondremos al día mañana.

Le explicaría todas sus maquinaciones para sorprenderla y cómo estuvo en complot con Esther, pero para ello tenía todo el año nuevo por delante. En ese momento, solo quería hundirse en el brillo magnético de la mirada de ella y reconocer que nada fue tan perfecto como conocerla.

* * *

Eran las tres de la madrugada cuando Sophie y Vincent por fin tuvieron un rato a solas. Las risas, las miradas, las celebraciones y demás por fin habían quedado atrás, lo que dejó el salón en completo silencio, salvo por el leve ruido de los tacones de Sophie al caminar. Vincent permanecía apoyado de brazos cruzados contra una columna. Estaba relajado, contemplando a la mujer que lo traía de cabeza. Esperando el preciso instante en el que poder contarle todo lo que había estado haciendo durante los pasados meses.

Sophie parecía estar demorando su partida. Estaba nerviosa porque, en esta ocasión, Vincent y ella se habían quedado los últimos. Sophie soltó el aire que llevaba tiempo acumulando al ver que tendría que enfrentarse a Vincent. Ella prefería que él se hubiera largado hacía tiempo. De ese modo, esa situación no se le haría tan complicada.

—Es tarde. Deberías dejarlo todo para mañana, ¿no crees? —le preguntó él entornando la mirada hacia ella.

Sophie inspiró sintiendo acelerarse el corazón.

—¿Qué haces aquí todavía?

—Te estoy esperando. ¿Qué otra razón podría retenerme? —Vincent extendió los brazos como si la estuviera invitando a acercarse para que luego pudiera abrazarla.

Sophie sonrió irónica. Ya sabía que la estaba esperando para marcharse con ella y… Ella prefirió no seguir por ahí.

—Puedes irte cuando quieras.

—¿Y tú?

—Oh, pienso quedarme aquí esta noche. No voy a salir a estas horas para irme a casa teniendo habitaciones libres aquí.

—Bien.

—Supongo que tú tendrás que irte mañana. —Ella le lanzó una mirada furtiva antes de volver centrarse en recoger los restos de la celebración.

—No.

—Entonces, ¿piensas quedarte unos días? —Sophie arqueó sus cejas en sentido de deducción.

—De eso quería hablarte.

—¿Por qué? —Lo vio acercarse a ella sin perderle la mirada. Vincent caminaba con paso firme, seguro, convencido de lo que estaba haciendo.

—Sophie, estoy cansado de que no podamos estar juntos. De que, cada vez que vengo a Colmar, me cueste más irme después de verte, de estar contigo, de charlar, de pasar juntos la noche… —comenzó a decirle contemplando el gesto de incredulidad en el rostro de ella. Vincent cogió aire antes de decírselo de manera clara y directa—. No voy a regresar a París. Me voy a quedar aquí… contigo si es lo que deseas.

—¿Conmigo? Pero… ¿y tu trabajo? ¿Y las fotos para las revistas? ¿Y tu vida en París? ¿Y tus fiestas? —Sophie sacudía la cabeza sin poder creerlo mientras soltaba una retahíla de excusas para evitar que él se acercara más a ella, que la tocara una vez más porque era consciente de que volvería a sucumbir a él porque llevaba mucho tiempo queriéndolo.

—Seguiré trabajando, por supuesto. Me desplazaré cuando tenga una sesión de fotos, pero el resto del tiempo estaré aquí en Colmar. Era mi condición para seguir con la revista o me establecería por libre, y créeme, aunque puede sonarte pretencioso que no faltarían propuestas —le aseguró sonriendo con ironía.

—De eso no me cabe la menor duda. Pero todo este cambio, tan repentino.

—Llevo tiempo haciendo las gestiones necesarias.

—¿Para qué? —Sophie arqueó una ceja con suspicacia. Sentía los nervios adueñarse de ella. La cercanía de Vincent la ponía nerviosa. No podía relajarse ni un solo momento.

—Porque quería estar seguro del todo de que podía llevarlo a cabo. No pretendía darte falsas esperanzas diciéndote que iba a quedarme para después no poder cumplirlo. Nunca me ha gustado confundirte, Sophie. Llegué tarde porque cerré el tema del apartamento en París. No porque estuviera en una sesión de fotos con las modelos o por celebrar el nuevo año por ahí. Eso solo me apetece hacerlo contigo. —Le acarició la mejilla despacio, con delicadeza, y dejó que el pulgar trazara el contorno hasta llegar a los labios para quedarse allí.

Sophie dejó escapar un leve suspiro fruto de su estado.

—Yo…

—¿Qué quieres? Dime. Si consideras que no es acertado, que llego tarde, que no merece la pena intentarlo…

—Solo quiero que me prometas que no te marcharás de la noche a la mañana de vuelta a París porque la vida aquí no es lo que creías. Que no me romperás el corazón. Solo eso. No soportaría que lo hicieras. —Sophie enmarcó el rostro de Vincent en un arranque de fuerzas. Se quedó contemplándolo de manera fija, buscando la respuesta en los ojos de él. Vio su reflejo en estos y sintió el calor invadirla.

—Si lo hiciera, Luc me partiría la cara —le dijo sonriendo. Este gesto provocó en Sophie una mueca de desconcierto—. Vale, vale, esa era la explicación absurda. En serio, si te lo estoy contando, es porque estoy seguro de ello. Si he dejado mi vida en París y he amenazado a la revista con irme si no accedía a mi petición, es porque no tengo intención de separarme de ti ni un solo día más. Ah, y si tengo que desplazarme a París, quiero que vengas conmigo.

—¿Has amenazado a la revista? —le preguntó con los ojos abiertos como platos sin poder creerlo.

—Fui igual de claro con ellos que contigo ahora. Quiero quedarme a tu lado, ya te lo he dicho. Sin importarme los riesgos que ello suponga. Los correré encantado sabiendo que estás conmigo.

La sonrisa iluminó el rostro de ella antes de que Vincent se la borrara con un beso, la atrapara entre sus brazos como ya iba siendo hora y la hiciera soñar con que junto ese año que comenzaba también lo hacía su nueva vida.

* * *

Luc contemplaba dormir a Marlene. Acababa de despertarse cuando la luz del día inundó la habitación del hotel. Era la primera vez que comenzaba el año enredado con una mujer entre las sábanas, desatando el deseo acumulado durante los días que habían estado separados. Luc aspiró cada uno de los gemidos y suspiros de ella. Recorrió cada poro de su piel, cada recoveco de su cuerpo hasta marearse. ¡Joder, Marlene tenía más curvas que una carretera de montaña!, se dijo contemplándola desnuda bajo la ropa de cama. Pero adoraba perderse y marearse en estas. Echó un vistazo al móvil para ver que eran más de las doce del primer día del año. Por suerte, se había acordado de colgar de la puerta el cartelito de no molestar porque él intuía que necesitarían descansar después de esa noche. Y tampoco pensaba que el hotel fuera a echarlos ese día porque se quedaran un poco más.

Luc le recorrió la espalda con su dedo hasta adentrarse en el territorio prohibido que ocultaba la sábana. Sonrió al levantarla y asentir ante la visión que tenía. Volvió la vista hacia el rostro de ella y la vio sonreír primero y quejarse después.

—¿Quieres que coja frío? —le preguntó sin abrir sus ojos todavía.

—Solo estaba entreteniéndome. Ah, y no creo que cojas más frío que en Colmar. —Luc se inclinó sobre ella para rozarle el rostro con la nariz. A lo que Marlene ronroneó complacida—. Por cierto, son más de las doce.

—¿Y? Imagino que no necesitarán la habitación, si no ya estarían llamando a la puerta.

—Sí, eso parece. ¿Piensas pasarte el primer día del año en la cama?

—¿Qué sugieres?

—Bueno, ya que pretendes aprovecharte de esta…

Marlene sintió la mano de él descender por su espalda en dirección a su trasero y cómo esta se quedaba allí detenida por un momento para después volver a ascender hasta su nuca, lo que le provocó el suspiro. Luc se recostó a su lado sintiendo la suavidad y el calor que desprendía el cuerpo de ella y decidió que, ya que el hotel no iba a echarlos, aprovecharía la cama un rato más.

—¿De manera que te pusiste de acuerdo con Esther? —le preguntaba Marlene con los ojos abiertos como platos y su labio inferior desafiando la gravedad. En sus manos, sostenía una taza de chocolate caliente. Habían tenido que desayunar por ahí dado que la hora para hacerlo en el hotel había pasado hacía ya algunas horas.

—No quería que supieras que iba a venir a verte.

—¡La muy…! Podría habérmelo dicho. Tener amigas para esto… —Marlene sonrió con malicia e ironía.

—Yo le pedí que no lo hiciera. Ella solo se limitó a seguir mis indicaciones.

—¿Te pasó una invitación para la fiesta? —le preguntó al dejar la taza e inclinarse hacia Luc. Este se limitó a asentir—. Y entonces te presentaste y… —Marlene no quiso seguir recordando lo sucedido. Esa parte la conocía muy bien.

—Ahora que estamos relajados tomando un chocolate caliente y nos hemos puesto al día, ¿me dirás por qué te marchaste del hotel un día antes de terminar tu reserva? No pienso devolverte el dinero, llévatelo por cuenta —le advirtió señalándola con un dedo y sonriendo como un cínico. ¿Qué importancia podía tener para él el dinero cuando la tenía a ella?

Marlene asintió.

—No hace falta. Tampoco iba a reclamarlo.

—Entonces, ¿por qué tu repentina huida?

Marlene se humedeció los labios y sonrió con cariño.

—Ya te lo dije ayer. —Marlene apoyó su mentón sobre la palma de su mano y miró con determinación a Luc—. Me estaba enamorando de ti. Y no creía que eso fuera lo más acertado.

—¿Por qué? Marlene, los días que pasamos juntos fueron extraordinarios. Nos divertimos, nos reímos, congeniamos… Fuiste la culpable de unas Navidades inolvidables, de verdad.

—En eso tienes razón, pero reconoce que yo tenía que regresar a Madrid y tú…

—¿No te paraste a preguntarme qué pensaba de todo aquello? Ya sé que te pedí que te quedaras, pero ni siquiera me diste una explicación. O me preguntaste si yo estaría dispuesto a seguirte, Marlene.

—Di por supuesto que no lo harías. No tenía sentido alguno preguntártelo cuando sabía que…

—No, no sabías mi respuesta. Creías conocerla porque era la más socorrida en estos casos. Pero deja que te diga que la lógica no existió desde que tú pusiste un pie en mi hotel. —Luc se acercó a ella y la besó despacio, con delicadeza y ternura, como el chocolate que estaban tomando. La escuchó ronronear y gemir mientras él le pasaba el pulgar por su mejilla.

—Ya me he dado cuenta —le comentó humedeciéndose los labios para retener el sabor del beso que él acababa de darle—. ¿En serio tienes pensado quedarte en Madrid conmigo? —Marlene quería desterrar el temor a que él terminara por irse para dejarla sola y rota. Lo vio asentir muy seguro de ello—. ¿Y tu vida en Colmar? ¿El hotel?

—Mi hermana puede encargarse de gestionarlo con la ayuda de mis padres y del resto del personal. Yo no soy imprescindible, Marlene.

—Celebro escucharte decir eso, de verdad.

—Buscaré un empleo en un hotel aquí en Madrid. Digo yo que, después de haber gestionado el mío durante años, malo ha de ser que no encuentre un puesto de recepcionista en alguno.

—No me cabe la menor duda de que lo harás.

—Vine para quedarme y no para acabar huyendo un día porque descubra que esto no es lo que quiero.

Marlene siguió contemplándolo de manera fija mientras la chispa de la felicidad brillaba en su mirada. Y en su interior se instalaba una calidez que no sabía si la había provocado el chocolate caliente o el beso de él.

—No me puedo creer que estés aquí, la verdad. Pensé que no volvería a verte.

—Vuelves a equivocarte.

—Sí, aunque no me he equivocado contigo —le susurró en sus labios antes de besarlo—. Mi Marley personal.

—Vaya, ¿ahora soy cómo el espíritu del amigo del viejo Scrooge? —le preguntó fingiendo estar ofendido.

—Algo así porque conseguiste que mis Navidades fueran las primeras que he logrado disfrutar en muchos años.

—Te dije que no todo era como tú decías. Sabía que al final lo conseguiría. De manera que celebraremos las próximas.

—Siempre y cuando no cuelgues un osito de la ventana de la casa… —Marlene volvió a besarlo entre risas por imaginar la escena.

—Lo prometo —asintió, y se dejó envolver por la calidez y la suavidad de los labios de ella.