Días antes de Navidad
—Vamos o perderemos el vuelo —insistía Luc metiendo prisa a Marlene que caminaba con tranquilidad por la terminal del aeropuerto.
—Tenemos tiempo. Además, los osos no se van a caer de las ventanas —le aseguró entre risas.
—Si sigues con ese vacile, prometo poner uno en cuanto regresemos a Madrid.
—Imposible. Para cuando volvamos, la Navidad casi se habrá acabado —le soltó con autosuficiencia.
—Pienso llevarte a recorrer todos los pueblos de la Alsacia para que te hartes de la decoración navideña. E incluso puede que marchemos a Estrasburgo —le dijo en seria amenaza que no pareció surtir efecto en Marlene—. ¿No lo has echado de menos durante este año? Me refiero al trabajo en el Parlamento.
—¿Bromeas? Si no he parado de trabajar —se quejó mirando a Luc con los ojos abiertos como platos.
—Lo sé, lo sé. Pero solo quería saber si…
—No. No lo he echado de menos —le aseguró alzándose para rozar sus labios—. Y ahora vamos a la puerta de embarque, anda. No vaya a ser que perdamos el vuelo.
—Eres increíble.
—Lo sé. Por eso te fijaste en mí —le dijo guiñándole un ojo en complicidad.
Se quedó clavado en el sitio para verla caminar unos pasos delante de él. La quería, pensó. La quería como jamás imaginó que lo haría. Ella se había convertido en una parte esencial de su día a día. Algo tan perfecto que, a veces, le costaba creer que fuera real.
* * *
—Hoy llegan Marlene y tu hermano, ¿no? —le preguntó Vincent a Sophie.
—Eso es. Tengo ganas de verlos. Y saber cómo le va a Luc con su nuevo puesto de recepcionista en un hotel de Madrid.
—¿Cómo quieres que le vaya? Igual que le iba a aquí. Ha gestionado su propio hotel durante años con tu ayuda y la de todos los demás.
—Por cierto, ¿qué tal tu campaña navideña? Olvidé preguntarte.
—No ha podido ir mejor. Monique está encantada con las fotografías —le aseguró Vincent apoyando sus brazos sobre el mostrador de recepción para contemplar más de cerca de Sophie.
—Genial.
—Y, además, puedo disfrutar de unos días para compensarte por el exceso de trabajo que he tenido últimamente.
—No importa. Ya lo haces cada día cuando te veo. ¿Qué más podría pedir, eh? —Sophie se levantó de su asiento para aprovechar el momento de calma en el hotel y besar a Vincent.
Sin duda que ese año estaba siendo todo menos monótono y aburrido a su lado.
* * *
—Lo sabía. ¡Nieve! —exclamó Marlene con cierto retintín cuando salió de la terminal del aeropuerto de Basilea—. Espero que podamos llegar a Colmar.
—¿Temes quedarte atascada en la nieve por segundo año? Vamos, tú eres experta en ello —le vaciló Luc pasando su brazo por los hombros de ella para atraerla hacia él.
—Pues da gracias a que el tren se paró en Colmar, de lo contrario, no me habrías conocido. —Marlene sonrió.
—Siempre tienes que quedar encima, ¿eh?
—Pero si eso es lo que más te gusta. —Marlene le guiñó un ojo y lo besó antes de coger el autobús para Saint Louis. La respuesta de él fue un azote cariñoso que provocó que ella lo mirara con fingido enfado.
Cuando el tren se detuvo en la estación de Colmar, Luc no pudo evitar regocijarse por ese hecho.
—¿Lo ves? Hemos llegado y el tren continúa hacia el fin de la línea en Estrasburgo —le hizo saber una vez que hubieron bajado del tren y permanecían parados en el andén—. Yo creo que tú fuiste algo gafe el año pasado.
—Vale, también es mala suerte.
—¿Lo dices por lo que te tocó a ti? —Luc arqueó una ceja mirándola entre la confusión y la diversión. Sabía que lo estaba vacilando. Su humor lo traía loco, pero lo agradecía.
Marlene se encaró con él, se humedeció los labios y, sujetándolo de las solapas de su abrigo, lo atrajo hacia su rostro.
—Ese día tenía que quedarme aquí. Porque aquí encontraría mi destino. No me arrepiento lo más mínimo de ello, es más, ahora que ha pasado un año de aquel día, tengo que reírme si echo la vista atrás.
—Tenías que detenerte aquí y llegar a mi hotel para que yo te encontrara. No sé si estaba escrito en alguna parte, pero sin duda que fue lo mejor que se le ocurrió al destino. —Luc la besó al rodearla por la cintura y la elevó unos palmos del suelo para júbilo de ella. La depositó en el suelo y le colocó su gorra antes de coger la maleta y caminar hacia la salida—. Date prisa, los osos te esperan para darte la bienvenida.
Marlene resopló sabiendo lo que le esperaba, pero no le importaba porque Luc estaba a su lado. Hacía un año él se había prometido cambiar la opinión de ella acerca de las Navidades y, en parte, lo había logrado. Pero lo que sí había conseguido era que ella cambiara su opinión respecto de las relaciones.
Caminaron por las calles engalanadas para recibir la Navidad. Marlene, aferrada a la mano de Luc contemplando todo aquello con otros ojos. Después de todo, no era tan malo, ¿no?
—Mira tu casa preferida —le dijo él señalando una cuya fachada estaba adornada con gigantescos osos de peluche de color blanco.
Marlene puso los ojos en blanco y prosiguió su camino hasta el hotel.
El sonido de la puerta al abrirse captó de inmediato la atención de Sophie, quien con una amplia sonrisa salió del mostrador para abrazar a su hermano y a Marlene.
—¡Ya habéis llegado! —exclamó llena de júbilo.
—Por suerte, este año la nieve ha permitido circular al tren hasta Estrasburgo —comentó mirando a Marlene con una sonrisa de triunfo y la atrajo hacia él para besarla en el pelo.
—Pero mira quién ha llegado —dijo Vincent acudiendo a saludar a su amigo y a Marlene.
—¿Cómo va todo por aquí? —preguntó Luc recorriendo el vestíbulo del hotel con la mirada.
—Como puedes ver, tenemos la decoración puesta y todo listo —dijo Sophie señalando a esta.
—¿Y vosotros? —preguntó mirando a los dos—. No podía creerme que te quedaras aquí —comentó mirando a Vincent.
—Tenía que hacerlo, amigo, o tu hermana me acabaría odiando.
—Bueno, por fin te decidiste, ¿eh?
—Sí. Llevó su tiempo, pero lo hice y la verdad es que siento no haberlo hecho antes —le aseguró mirando a Sophie.
La conversación se vio interrumpida con la llegada de nuevos huéspedes, lo que obligó a Luc y a Marlene a apartarse al salón.
—¿De qué te ríes? —le preguntó ella.
—Hace cosa de un año, entraste por esa puerta cubierta de nieve de la cabeza a los pies con un cabreo de mil demonios porque el tren no avanzaba más —comenzó a decirle mientras Marlene sonreía sintiendo su rostro arder—. Nunca te agradeceré lo suficiente que lo hicieras. Que eligieras este hotel para quedarte porque, sin darte cuenta, yo te estaba eligiendo a ti para que te quedaras conmigo.
—Esta vez no voy a rebatirte. Solo voy a pedirte que no me beses porque tus padres están mirando —le dijo mordiéndose el labio.
Luc volvió el rostro para comprobarlo y, tras asentir a modo de saludo, volvió a centrar su atención en Marlene, enmarcó su rostro entre sus manos y se inclinó sobre sus labios pese a la ligera protesta de ella.
—Lo siento, pero nunca habrá un momento tan perfecto como este para decirte que te quiero.
Marlene sintió el golpe de calor en el rostro mientras su mirada parecía humedecerse por lo que aquellas palabras significaban. No le importó que los padres de él los miraran desde el umbral de la puerta, que conducía al patio donde estaba el comedor. No le importó que hubiera huéspedes registrándose ni que la hermana de Luc y Vincent pudieran haberse quedado contemplándolos. No. Solo le importó saber que él la quería. Y que el sentimiento era recíproco cuando ella se alzó sobre la punta de sus botas para devolverle el beso.
—Yo también te quiero —susurró en sus labios mirándolo de manera fija.