(Génesis, 12-22)
Abram y Lot
Cuando él nació, los padres de Abraham le pusieron Abram. Dios mandó a Abram que abandonara su casa en Jarán, pues sería el padre de una gran nación. Esta nación estaría compuesta por la gente de Dios. Dios prometió a Abram que, si lo obedecía, bendeciría a aquellos que lo bendijera, y maldeciría a los que lo maldijeran.
Abram tenía una gran fe en Dios, así que lo obedeció. A la edad de setenta y cinco años, Abram tomó a su mujer, Saraí, a Lot, su sobrino, y dejó Jarán para dirigirse a la tierra de Caanán. Cuando llegaron a Canaán, Dios apareció para darle la tierra de Canaán a Abram y sus descendientes. Abram construyó un altar donde Dios apareciera, y subió a las montañas de Betel, donde construyó otro altar.
Una hambruna asolaba a la región, por lo que Abram y su familia viajaron a Egipto. Una hambruna ocurre cuando la tierra que las personas cultivan, se niega a dar frutos por largo tiempo, y todos pasan mucha hambre.
Saraí era una mujer muy hermosa, así que Abram le pidió que dijera que era su hermana. Él temía que los egipcios se pusieran celosos si sabían que era su esposa.
Los egipcios se quedaron prendados de la belleza de Saraí, así que la llevaron ante el Faraón, que le dio camellos, burros, ovejas, bueyes y sirvientes como regalo. Dios se enojó con el Faraón por haberse llevado a Saraí, y maldijo su casa. Cuando el Faraón se dio cuenta del por qué Dios lo maldijo, se enojó con Abram por haberle mentido; mandó de regreso con Abram a Saraí y sus regalos.
Abram y su familia abandonaron Egipto. Viajaron hasta Nínive, y regresaron a Betel. Abram era ahora un hombre muy rico, y entre él y Lot poseían muchas tiendas, rebaños y ganado. Como pronto no había ya suficiente espacio, ni suficiente comida para los seguidores de ambos hombres, esto causó problemas entre los sirvientes de Abram y Lot.
Como Abram y Lot se querían y respetaban mucho, acordaron separarse para terminar con las peleas. Lot se fue por el camino del valle de Jordán, lleno de plantas y agua. Abram se marchó de vuelta a Canaán, pues Dios se la había otorgado. Dios vino a Abram, concediéndole aún más tierra. Abram y sus hombres se instalaron finalmente en Mambré, donde él construyó a Dios otro altar.
En los reinos cercanos, algunos reyes estaban en guerra. Las personas de Sodoma y Gomorra huyeron a las Colinas en busca de refugio; tomaron todo lo que pudieron llevarse, incluida mucha comida. El sobrino de Abram, Lot, vivía en Sodoma, así que fue capturado y llevado con ellos. Un hombre logró escapar, y fue a decirle a Abram que su sobrino había sido capturado. Entonces Abram juntó un ejército de trescientos ochenta hombres, y se marchó a las colinas para salvar a Lot. Logró rescatarlo y lo trajo a casa, junto con las mujeres y otros cautivos.
Abram, Saraí, y Agar.
Abram era bendecido con una hermosa esposa, un sobrino amante y muchos seguidores, pero estaba triste porque aún no tenía hijos. Dios visitó a Abram en su tienda, y le pidió que salieran. Después, Dios le dijo que contara las estrellas, porque ese sería el número de sus descendientes; y le pidió que le trajera un becerro de tres años, una cabra, un carnero, una tórtola y un pichón.
Abram trajo que Dios le había pedido. Dios entonces le dijo que sus descendientes serían esclavos en otra tierra por cuatrocientos años. Pero, serían recompensados al liberarse, y sus captores serían castigados. Dios le prometió que tendrían muchas tierras.
Abram y Saraí aún no eran bendecidos con un hijo, así que Saraí sugirió que Abram tuviera un bebé con su sirvienta, Agar. Cuando Agar se quedó embarazada, Saraí sintió muchos celos de Agar, y comenzó a tratarla mal. Agar no pudo soportarlo, y huyó al desierto.
Por fortuna, Agar se encontró con un oasis. Era peligroso para una mujer sola, el vagar por el desierto, ¡en especial si no tenía agua! Mientras Agar descansaba, un ángel de Dios vino a ella, y le preguntó a dónde iba. Agar le dijo al ángel que huía de su ama Saraí, porque ella estaba siendo cruel. El ángel le dijo a Agar que volviera, y que fuera valiente, pues debía ser la buena sirvienta de Saraí. Y que también, cuando su hijo naciera, debía llamarlo Ismael. El ángel prometió a Agar que Dios cuidaría de ella y su hijo, si obedecía.
Agar regresó a casa, y pronto dio a luz a Ismael. Abram tenía ochenta y seis años cuando fue padre.
¡Abram se Vuelve Abraham!
Cuando Ismael cumplió trece años, Dios visitó a Abram de nuevo. Dios le recordó las promesas que le había hecho: tendría muchos descendientes, y mucha tierra para gobernar. Dios dijo que Abram, se llamaría ahora Abraham porque sería padre de muchos reyes y naciones. El nombre de Saraí cambió a Sara, pues sería la madre de muchos reyes y naciones. Dios prometió bendecir y cuidar de sus descendientes mientras ellos lo adoraran como a su único Dios Verdadero.
Más tarde, tres hombres llegaron de repente a la tienda de Abraham. ¡Abraham pensó que eran mensajeros de Dios! Así que los trató como invitados de honor, y le pidió a Sara que preparara un pastel, y a un sirviente, que trajera carne. Abraham trajo leche, mantequilla, y toda esa comida fue presentada a los tres huéspedes.
Después de que comieron, uno de los hombres preguntó por Sara. Abraham le respondió que se encontraba descansando en la tienda. ¡El hombre dijo entonces que él y Sara tendrían un hijo! Sara escuchó estas palabras, pero pensó que los dos eran demasiado viejos como para tener un hijo, y soltó una risa. Dios se quedó descontento de que Sara lo encontrara gracioso.
Cuando los tres hombres se marcharon, Abraham supo que ellos habían sido enviados por Dios, así que se alegró de haberlos tratado con respeto, y confió en sus palabras.
Las Ciudades de Sodoma y Gomorra
En las ciudades de Sodoma y Gomorra vivía gente malvada. Habían abandonado a Dios, adoraban a otros dioses y se comportaban de una manera horrible. Por pecadores, Dios quiso castigarlos.
Dios no sabía si decirle o no, a Abraham, de sus planes con Sodoma y Gomorra. Así que envió a dos ángeles a las ciudades mientras charlaba con Abraham. Como lo respetaba y amaba mucho, decidió por fin a contarle sus planes.
Mientras juntos contemplaban desde la tienda a las ciudades, Abraham preguntó si los justos serían castigados junto a los pecadores. Abraham argumentó que vivían personas buenas en las ciudades, y que deberían ser salvadas. Dios prometió que, si sus ángeles encontraban cincuenta justos, salvaría a las dos ciudades completas. Abraham insistió: Dios dijo finalmente que, si encontraba a sólo diez justos, perdonaría a las ciudades.
Cuando los ángeles llegaron a Sodoma, conocieron a Lot, el sobrino de Abraham. Lot los invitó a un banquete, y les ofreció hospedaje para la noche. Después del banquete, la gente de Sodoma se juntó fuera de la casa de Lot, gritándoles burlas a los ángeles para que salieran a pecar con ellos.
Lot salió a decirles a todos que se fueran, y no se burlaran de sus huéspedes. Debían de dejar de ser tan malvados. ¡Pero la gente no se marchó! Empujaron a Lot, e intentaron entrar en su casa. Los ángeles ayudaron a Lot, y la puerta se cerró. De pronto, ¡la gente de fuera se quedó ciega! Ciegos como estaban, ya no pudieron meterse a la casa, y Lot, su familia y los ángeles quedaron a salvo por la noche.
Los ángeles preguntaron a Lot si tenía más familia en Sodoma, pues Dios planeaba destruir a la ciudad al día siguiente. Lot advirtió a los prometidos de sus dos hijas de la destrucción inminente, pero ellos pensaron que era una broma y no le hicieron caso.
Por la mañana, los ángeles ordenaron a Lot que escapara junto con su familia a las colinas. No debían detenerse, ni mirar atrás por nada del mundo. Lot estaba muy agradecido con los ángeles, pero temía no llegar a tiempo a las colinas. Los ángeles, entonces, le dieron permiso de irse a la ciudad vecina de Soar.
Después de que Lot y su familia se marcharon de Sodoma, Dios hizo llover fuego del cielo sobre Sodoma y Gomorra. Como la mujer de Lot no pudo contener su curiosidad, miró hacia atrás: quedó convertida en un pilar de sal.
Abraham contempló a lo lejos la destrucción de las dos ciudades. Entonces, ni diez personas justas habían sido encontradas... Pero los ángeles sí habían salvado a la buena gente: Lot y sus hijos.
Lot se sintió en peligro en Soar, así que tomó a sus dos hijas y se refugió en una cueva. Cuando su hija mayor dio a luz a un hijo, ella le puso Moab. La hija menor dio a luz también a un hijo, y lo llamó Ben-Ammí.
Abraham Traiciona a Abimelec
Aunque Abraham era ya muy viejo, continuó viajando por la tierra de Dios. Y continuó diciendo que Sara era su hermana, no su esposa. Abimelec, rey de Guerar, tomó a Sara. Dios se enojó y habló a Abimelec en sus sueños. Dios amenazó a Abimelec, diciéndole que Sara estaba casada. Le dijo que Abraham y Sara le habían mentido por seguridad. Como Abimelec no había tocado a Sara, y prometió devolverla, Dios vio que Abimelec era sincero. Sin embargo, si Sara no era devuelta a Abraham, que era su profeta, Dios castigaría a toda su familia.
A la mañana siguiente, Abimelec juntó a todos sus sirvientes, y les habló sobre su sueño. También le preguntó a Abraham por qué había mentido; el rey devolvió a Sara, junto con muchos regalos en moneda, ovejas, bueyes y sirvientes. También, Abimelec los invitó a que vivieran en donde quisieran de sus tierras.
Dios bendijo a Abimelec y a su casa, recompensándolo por sus buenas acciones. Sus sirvientes y mujeres tuvieron muchos hijos. Dios aún amaba a Abraham, pero estaba enfadado con él por haber mentido.
Isaac e Ismael
Por las promesas de Dios a Abraham y Sara, pese a su avanzada edad, ellos tuvieron un hijo, al que llamaron Isaac. Abraham, sintiéndose muy feliz, celebró una gran fiesta.
Agar y Sara nunca se llevaron bien después de que la sirvienta regresó del desierto. Agar se burló del bebé Isaac durante la fiesta. Sara montó en cólera, y habló con su esposo para que les dijera a Agar y a Ismael que se fueran.
Abraham estaba muy triste porque no quería perder a su hijo Ismael, pero hizo como su esposa le pidió; dio agua a Agar y su hijo, y les ordenó que se fueran. Confiaba, sin embargo, en que Dios los cuidaría.
Agar e Ismael, después de mucha caminata, se detuvieron a descansar y a beber el agua que Abraham les había dado. Agar se alejó un poco para echarse a llorar, pues estaba muy asustada de que el calor y la falta de agua hicieran que Ismael se enfermara. Dios envió un ángel para consolarla. El ángel dijo que cuidara muy bien de Ismael, pues... ¡Dios tenía planes para el futuro de Ismael!
Agar se limpió las lágrimas, y vio un pozo lleno de agua fresca. Como el ángel le dijera, Agar cargó con su hijo y le dio agua fría para refrescarse. Ismael se sintió mejor, y así los dos pudieron continuar con su camino.
Agar e Ismael se establecieron en el desierto. Ismael se convirtió en un arquero muy habilidoso cuando creció, y Dios cuidó de él durante toda su vida.
La Prueba de Fe
Durante toda la vida de Abraham, él y Dios se hicieron muchas promesas el uno al otro. Hasta que un día, Dios decidió poner a prueba la fe de Abraham. Dios le dijo a Abraham que tomara a su hijo Isaac, y se lo ofreciera en sacrificio. Más que a nadie en el mundo, Abraham amaba entrañablemente a su hijo. Sin embargo, por mucho que amara a Isaac, amaba y confiaba en Dios.
Abraham cargó en un burro las provisiones, y montó a Isaac en el animal. Juntos fueron al lugar del sacrificio designado por Dios. Isaac preguntó a dónde lo llevaba, y su padre le respondió que sacrificarían una oveja a Dios. Isaac le dijo que no llevaban oveja para el sacrificio, pero Abraham le aseguró que Dios proveería.
Cuando llegaron al lugar, Abraham construyó un altar y puso a Isaac en él. Antes de que Abraham pudiera hacerle a algo al niño, Dios le dijo que parara; Abraham acaba de probar que Dios era lo más importante para él. Dios hizo aparecer un carnero, y Abraham lo sacrificó en lugar de su hijo. Abraham se quedó muy agradecido de que Dios hubiera perdonado a su hijo.
Una vez más, Dios recompensó a Abraham: prometió que la familia de Abraham llenaría la tierra. Dios los bendeciría para siempre, y velaría por su bienestar.