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Cerré mis ojos mientras mi corazón se hundía hacia mi estómago. Me sentía como la zorra más grande del mundo, aún cuando yo hablaba en serio. No quería a Blake cerca de mí porque su presencia enredaba con mi cabeza. Pero si yo hubiera sabido que estaba escuchando, no lo habría dicho tan duramente. Odiar a Blake en su cara era mucho más duro que odiarle desde lejos.

“Cassie,” dijo Reece. La súplica en su voz me sorprendió. Reece nunca suplicaba. Ninguno de los Kavanagh lo hacía.

“Olvídalo,” le saltó Blake a su hermano. “Te dije que diría que no.”

Oí la gravilla crujir detrás de mí mientras él se alejaba. ¿Cómo no le había oído acercarse? O bien ya había estado allí o era tan sigiloso como un gato cuando quería serlo. Quizás era su entrenamiento militar de alto secreto en acción.

“Lo siento,” musité, tanto a Reece como a Cleo y a Becky. No era justo que ellos estuvieran implicados en nuestros dramas. “Pero no puedo tener a Blake alrededor, Reece. Lo sabes.”

El brazo de Cleo rodeó mi hombro. “En parte es mi culpa. Ellen y yo pensamos que sería una buena idea hacer que vosotros dos volvierais a hablar.”

“¡Ellen!” Levanté las manos, manteniendo a todos ellos lejos. “Cleo, no te mezcles en la mierda de los Kavanagh, ¿vale?”

Reece se enfureció y ella suspiró. “Os vimos a los dos hablando ayer,” dijo. “Admito que pensé que los dos os veíais bien juntos.”

“Claramente no estabas mirando bien. Blake y yo hemos terminado. Demasiada agua pasada, tanta que ha derrumbado los cimientos de todo el asunto. Ahora ya no hay vuelta atrás.”

Ella me dedicó una sonrisa apenada y sin humor. “Lo siento, Cassie.”

Dejé escapar un suspiro y, sin pensarlo, sujeté su mano. Ella apretó. La conexión parecía buena, real, y me sentía mal por hacerla sentir mal. “Olvídalo. Sé que tenías buenas intenciones. Os debo mucho a ti y a Becky. No tuve la oportunidad de daros las gracias adecuadamente, pero quiero que sepáis que aprecio vuestra ayuda. Las dos estuvisteis conmigo todo el fin de semana y metidas en el ajo ayer. Por no mencionar que convenciste a Reece de que estaba siendo un gilipollas.”

Reece tuvo la decencia de ruborizarse un poco. Cleo se rió. “Me aseguraré de que sea un buen casero de ahora en adelante. Empezando por conseguir a algunos contratistas para que hagan el trabajo. ¿Qué te parece si haces una lista de los trabajos más urgentes, y nosotros nos encargamos de que se encarguen de ellas uno a uno?”

“Tengo un gerente de la propiedad para esas cosas, Cleo,” dijo Reece, sus ojos bailando de diversión.

“Ésta no es sólo una propiedad,” intervino Becky. “Como ha dicho Cassie, es un hogar y un hogar necesita un toque personal. Cleo puede supervisar a los albañiles.”

“Ella estará ocupada. La voy a volver a contratar como mi asistente personal.”

“Puedo encargarme,” le dijo ella. “Becky, tú puedes ayudar.”

“¡Yo! ¿Por qué yo?”

“Porque tú has estado pidiendo hacer más y murmurando que querías conseguir un trabajo. ¿Por qué no intentas éste para probar?”

Le di un codazo a Becky. “Vamos, hazlo. Conseguiremos pasar más tiempo juntos.”

“Vale.”

Me gustó ver su sonrisa y creo que a su hermana también. Becky podía haber estado en remisión por más de un año ahora, pero Cleo la había estado tratando con guantes de seda, no queriendo preocuparla sobre las cosas del día a día que la mayoría de chicas de dieciocho años deberían preocuparse. Era bueno ver que Cleo estaba finalmente dándole algo de espacio. Becky era el tipo de mujer que se elevaría si consiguiera abrir sus alas.

Las dos nos dirigimos hacia mi casa y pasamos la tarde haciendo listas de tareas. Era una lista muy larga. Es una común idea equivocada el que los propietarios de casas en Serendipity Bend son ricos, pero eso no era cierto en el caso de mi familia. Mis bisabuelos habían sido los primeros en comprar tierras en la calle, apoderándose de una manzana mientras aún tenían un precio razonable. Mi bisabuelo había construido la casa él mismo y, aunque no era pobre, su situación económica no era de la misma magnitud que la de los otros residentes. Mi bisabuelo mantuvo la casa durante su vida, pero tras su muerte ninguno de nosotros tuvo las habilidades para hacer las reparaciones intensivas requeridas, así que Abuela tuvo que pagar por ellas al mismo tiempo que tuvo que criarnos a nosotros tres después de que nuestros padres murieran. Los costes llegaron a ser simplemente demasiado y ella dejó que las reparaciones se relajaran. Después de que ella muriera y mi hermano heredara la casa inmediatamente gracias a las anticuadas ideas de nuestro abuelo de la primogenitura masculina, las reparaciones aún no fueron hechas. Lyle dejó Roxburg y despilfarró todo el dinero que tenía, finalmente rompiendo su promesa a nuestra abuela de permitirme quedarme en la casa. Se la vendió a Reece no hace mucho tiempo. Yo no había hablado con Lyle sobre ello desde entonces. De hecho, yo no había hablado con mi amigo en años, y tampoco quería.

“Pues ya está,” dijo Becky, comprobando su lista tomando una taza de café. “Supongo que a continuación tenemos que conseguir presupuestos de constructores.”

“El gerente de la propiedad de Reece tendrá algunos contactos,” dije.

“Quiero hacerlo por mí misma.”

“Lo sé, pero no tiene sentido reinventar la rueda. No te conviertes en un gerente de la propiedad peor por delegar trabajo en otras personas. Además, Reece querrá que uses contratistas fiables.”

Ella se mordió el labio. “Supongo.”

Discutimos las reparaciones hasta que Cleo llamó y Becky tuvo que irse. Yo volvía a estar sola. Normalmente no me importaba estar sola. Mierda, había tenido mucho tiempo para acostumbrarme. Pero esta noche los recuerdos me tenían inquieta. No los que normalmente tenía de mi hermosa y frágil hermana Wendy, o de nuestros padres, sino de Blake. El que haya vuelto a entrar en mi vida tras años de nada me había hecho coger el chocolate y el vino. Peor que mi tendencia a ahogar mis penas con malos hábitos alimenticios, sin embargo, era mi reacción corporal ante él. Aún vibraba con conciencia cuando él estaba cerca. No tenía que verle para saber que estaba allí. Y maldita sea, pero él aún era tan sexi como siempre, quizás aún más.

Las palabras de Reece retumbaron en mi cerebro:

Él no tiene nada que hacer, y es alguien que necesita trabajar o se volverá loco. Él dijo que estaba preocupado por Blake. Reece estaba preocupado por Blake. Ahora había un cambio ahí. Siempre había sido al revés. Seguro que Reece estaba exagerando. Seguro que Blake, el chico duro, era tan capaz como siempre de alejarse de sus problemas. Él simplemente podía levantarse y volver a marcharse si quisiera. No había nada ni nadie para detenerle.

Sí, Reece debía estar preocupado por nada. Seguro que no iba a perder el tiempo pensando en Blake.

Ojalá mi subconsciente me oyera, porque yo soñé con él esa noche, y la siguiente, y casi cada noche durante tres meses.

Ese tiempo es el que pasó antes de volverle a ver. Pensé que él había dejado Roxburg. Yo no le había preguntado a Becky cuando iba y venía de mi casa con contratistas, y yo me negaba a preguntarle a un Kavanagh. Además, era meramente curiosidad y ellos podrían interpretar algo que no estaba allí por mis preguntas.

“Lo ha vuelto a hacer,” dijo Becky una mañana cuando ella llegó a clase de arte diez minutos antes que los demás alumnos.

Levanté la vista de los pinceles que yo estaba preparando. Mi corazón quedó en silencio en mi pecho. “¿Desapareció?”

“¿Eh?”

“Blake. Has dicho que lo ha vuelto a hacer.”

“Blake no.” Me dedicó una sonrisa taimada como si estuviera compartiendo un secreto, sólo que no sabía qué secreto era. “El simpático grafitero del vecindario.”

Mi corazón empezó a latir de nuevo. Me concentré en colocar los pinceles del modo correcto. “¿Volvió a golpear de noche?”

“Sí. Esta vez ha pintado dos perros delgados luchando por un hueso.”

El grafitero aún no había sido atrapado, a pesar de los mejores esfuerzos de la policía. Cada dos o tres semanas hacía una visita a Willow Crescent y pintaba un dibujo diferente sobre la gran valla enfrente de mi casa, y luego marcaba las otras vallas. Mi valla nunca era vandalizada, a pesar de que presentaba un buen lienzo. Después del primer dibujo del payaso lloroso, él había pasado a pintar una escena de playa con un barco de guerra en el horizonte, un edificio en llamas con intensas llamas naranja lamiendo las ventanas, seguido por la estructura quemada de una casa, y ahora los perros. Todos mostraban talento en bruto tan bueno como el de mis alumnos, y algunas veces mucho mejor.

“Es definitivamente un grito de ayuda,” dije, reclinándose sobre la mesa cubierta por un paño. “Estoy segura de ello ahora.”

“Quizás no tiene hogar,” dijo Becky. “Pobre chico.”

La grabación de las cámaras de seguridad mostraban que sólo había un hombre, pero él siempre llevaba una capucha y nunca mostraba su cara. Sólo era cuestión de tiempo antes de que lo pillaran. Los residentes de Willow Crescent estaban indignados de que sus terrenos hubieran sido convertidos en el blanco de algo que consideraban feo. Había un lugar para las obras de arte, según ellos, y no era en sus vallas delanteras.

“Reece nos contó que los policías están planeando acampar y pillarle,” dijo Becky.

Sacudí la cabeza. “El chico podría no volver durante semanas. Es una pérdida de su tiempo y sus recursos.”

Mis otros alumnos empezaron a llegar y el grafiti fue olvidado hasta que tuve que volver a salir por la noche. El frío aire del otoño era más frío por una fuerte brisa que causó estragos con mi pelo. Intenté recogérmelo, pero era el tipo de pelo que se negaba a comportarse. Me senté en mi coche durante cinco minutos completos y finalmente me lo eché hacia atrás y lo trencé. Sólo iba a reunirme con una amiga para tomar unas copas después de trabajar en su galería, después de todo.

Salí conduciendo del camino, pero tuve que frenar de golpe cuando una motocicleta pasó zumbando por mi lado en la calle. Era Blake y no llevaba casco. Idiota. El tío debía tener algún deseo de morir. Al menos yo sabía que aún estaba en Roxburg. Quizás se estaba quedando en casa de sus padres. No quería saberlo.

Pero no podía librarme de pensar en él toda la noche. ¿Sabían sus padres que no llevaba casco? Su madre no estaría contenta. Pero claro, él tenía más de treinta años; podía hacer lo que quisiera. Aún así, alguien necesitaba sentarse con él y hablarle sobre seguridad.

Yo fui mala compañía para Steph y me marché temprano. Ya estaba oscuro fuera mientras conducía a casa y aparqué el coche en el garaje. Se me había olvidado dejar una luz encendida y la casa estaba oscura, silenciosa, un denso vacío contra el crujiente follaje de los árboles y un cielo sin estrellas. Yo no estaba preparada para entrar.

No sabía lo que me hizo caminar de vuelta por mi camino. De ningún modo yo podría pillar al grafitero. Era demasiado pronto y él acababa de atacar la noche anterior. Él no volvería a hacerlo de nuevo tan pronto. Aún así le busqué de todos modos.

Un movimiento cerca de las puertas de los Kavanagh llamó mi atención. Podía haber sido un gato, o sólo el viento, pero yo no lo creía.

“¿Hola?” llamé. “¿Hay alguien ahí?” De repente deseé haberme traído algún arma conmigo. ¿Qué tipo de idiota se paseaba de noche sin protección? Una confiada, supongo. Crucé los brazos sobre mi pecho contra el frío que se colaba en mis huesos. “Mira, me estás asustando, así que si hay alguien ahí y no vas a hacerme daño, muéstrate.”

Para mi absoluta sorpresa, alguien emergió de entre las sombras. Reconocí su físico de hombros anchos, la postura segura de sí misma. Blake.

Yo quería volver a correr camino arriba, pero mis pies estaban clavados en el sitio. Se acercó hacia mí. Las farolas habían sido sustituidas por bombillas más brillantes en semanas recientes, pero su luz aún parecía no caer sobre Blake. Se mantenía en las sombras como una pantera acechando a su presa. Me di cuenta que yo estaba de pie dentro de un arco de luz, un objetivo fácil.

“No deberías estar aquí fuera sola,” dijo suavemente. Su rica y masculina voz se coló dentro de mí, calentándome. “Es peligroso.”

“No creo que el grafitero sea una amenaza.”

“Eso no lo sabes.”

Estábamos separados por unos metros, sin hablar, sólo mirando. Me sentía en desventaja. Era difícil ver, pero él podía verme fácilmente. El momento se alargó, se volvió incómodo. Blake no hizo ni un ruido. Ni siquiera podía oírle respirar. La sangre que bombeaba por mis venas era demasiado ruidosa para mis oídos. Debería haberme ido antes de que se acercase, pero no lo había hecho y ahora estaba atrapada en una charla idiota con él.

“¿Por qué estás aquí fuera?” pregunté finalmente para romper la tensión.

“Vigilando las cosas.”

“¿Quién eres? ¿La autoproclamada policía grafitera?”

Mi chiste no tuvo efecto. Él no dijo nada.

“Si le pillas, no le hagas daño,” dije.

“¿Por qué no?”

“Porque probablemente es sólo un chico sin hogar.”

“Tú no lo sabes.”

Dejé escapar un suspiro. “¿Cuándo te volviste tan despiadado, Blake? ¿En el ejército o antes?”

Pasaron varios momentos antes de que respondiera, “¿Has concluido que soy despiadado por un comentario?”

Me mordí el labio. Quizás le hubiera atacado demasiado rápido. Pero Blake sabía como ponerme de los nervios, y los últimos tres meses de no verle mientras le buscaba por cada esquina había estirado mis nervios hasta el límite.

“Lo siento. Tienes razón. Yo sólo debería… callarme.” Iba a irme, pero su baja voz gutural me detuvo.

“Quédate. Por favor, Cassie. No me evites.”

“¿Evitándote yo? He estado justo aquí en mi casa en Willow Crescent, Blake. ¿Dónde has estado los últimos tres meses? ¿O los últimos ocho años, para ser más exactos?”

“Trabajando. Los últimos tres meses he estado renovando una vieja casa que he comprado. Se vendió durante el fin de semana, así que he vuelto a vivir aquí hasta que encuentre otro proyecto. Antes de eso, yo estaba donde quiera que el ejército me quisiera. Algunas veces en casa, otras veces en Afganistán, y en otros lugares que no se me permite mencionar.”

Vaya. Era una respuesta más detallada de la que esperaba conseguir. De hecho, no había esperado que me respondiera. “¿Hiciste algunas cosas de secreto de alto nivel?”

“Un par de veces.”

“¿Por qué renunciaste?”

Él cambió el peso de su cuerpo al otro lado por primera vez desde que se acercara a mí. Se metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y bajó la vista al pavimento. “Un par de razones.”

Tuve la impresión de que él podría hablar de ello si le presionara, pero no lo hice. No quería ver dentro de la cabeza de Blake. Me daba miedo lo que podría encontrar.

“Podrías estar aquí fuera un buen rato,” le dije. “Él sólo actúa cada varias semanas.”

Se encogió de hombros. “No tengo nada mejor que hacer ahora mismo.”

“¿Vas a quedarte fuera toda la noche, todas las noches?”

“¿Preocupada por mí, Cass?” Él sonaba divertido, maldito sea.

“Por supuesto que no. Eres lo suficientemente mayor como para cuidar de ti mismo. Pero hablando de preocuparse, ¿sabe tu madre que montas en moto sin casco?”

“Estás preocupada por mí.”

“¡No lo estoy! Es tu cabeza, y sé lo dura y testadura que puede ser. Apuesto a que sobreviviría cualquier cosa.”

Me alejé sin mirar atrás por encima de mi hombro. Juro que le oí gruñir una risotada, pero podría haber estado equivocada.

Encendí todas las luces en la parte de la casa en la que vivía. Yo había cerrado la otra mitad de la casa después de que Abuela muriera. Era demasiado grande para mantenerla limpia y era más barato tener sólo la mitad de la casa fresca en verano y cálida en invierno. Durante la siguiente hora intenté mantenerme ocupada, pero no podía centrarme en nada, ni siquiera la vida tranquila en la que había estado trabajando.

Lo que realmente quería era hablar con alguien. Cogí el teléfono para hablar con Becky, pero lo volví a dejar. Ella tenía a su hermana para hacerle compañía. Ella no necesitaba que yo malgastara su tiempo. La única otra persona a la que tenía ganas de llamar era Steph, pero acababa de llegar de verla. Ella pensaría que era raro que la llamase sin una razón en particular.

Así que me senté en la tronera de mi habitación con una taza de cacao acunada en mis manos. No podía ver la carretera desde allí, pero no importaba. Me imaginé a Blake de pie en las sombras, esperando al grafitero.

Me senté en la ventana de mi habitación la noche siguiente y todas las noches durante una semana. Más de una vez me levanté para salir, pero cambié de opinión. En la segunda semana simplemente lo hice. Saber que Blake estaba ahí fuera en el fresco aire nocturno más allá de mis puertas me estaba volviendo loca. No es que quisiera verle o hablar con él. Simplemente parecía injusto que estuviera agobiado con la protección del vecindario cuando sólo era un residente ocasional.

Tuve cuidado de caminar sobre la tierra blanda a cada lado del camino de grava. Había llovido esa tarde y la tierra olía a húmedo, el aire a fresco y limpio. Abracé el poste de hierro de la puerta y miré en la oscuridad a la puerta de Kavanagh. No había movimientos. Si me había visto, no salió. Quizás ni siquiera estaba allí.

Esperé, observando. ¿En qué pensaría mientras estaba de vigilia? ¿Yo? ¿Sus experiencias en el ejército? O quizás dejaba que sus pensamientos se deslizaran hacia la nada.

Pasaron horas. Se me durmieron las piernas y mi estómago rugió de hambre. La luna brillaba detrás de un banco de nubes. Seguí su progreso a través del cielo hasta que me figuré que debía ser más de medianoche. Estaba a punto de dirigirme dentro cuando un movimiento enfrente atrajo mi atención. No era cerca de la puerta de los Kavanagh, sino en la valla de mi vecino de enfrente.

El grafitero había vuelto.

Llevaba una capucha oscura, vaqueros, y zapatillas de deporte. No le importaban las farolas más brillantes o el incremento en las cámaras de seguridad. Dejó su mochila en el suelo y sacó pinceles, pinturas, y una paleta. Nada de pintura en espray para él. El chico era un profesional.

Miré la puerta de los Kavanagh, pero todo estaba en silencio. El grafitero empezó a pintar. Aún así Blake no apareció. ¿Iba a esperar hasta que el tío hubiera terminado? O quizás ni siquiera estaba allí.

El artista puso su pincel en la valla y dibujó un amplio arco de color oxidado. “¡Oye!” grité. “¡Para!”

Se dio la vuelta en redondo, pincel al aire, y no se movió. No parecía seguro de si debería quedarse o correr.

Levanté las manos en rendición y me acerqué un poco más. “Mantén las manos donde pueda verlas,” le dije, hablando con un tono suave como si me estuviera dirigiendo a un gato asustadizo. “No quiero lastimarte, pero quiero hablar.”

Se rió y se volvió hacia la verja. Debe haberse imaginado que yo no era mucha amenaza. Tenía razón. Él era más grande que yo. “Entonces habla. Eso no significa que vaya a escuchar.”

Vaaaale. Permanecí a un lado del camino, a varios metros de distancia. Él siguió pintando. “Los residentes por aquí no están contentos. Están hartos de limpiar detrás de ti.”

“Ellos no aprecian el arte.” Continuó con el pincel grande y extendió la pintura oxidada ampliamente. Estaba bastante segura de que no iba a lastimarme. Él podía haberme atacado ya.

“En realidad sí. Sólo que no sobre sus vallas.” Él no dijo nada. “Debería llamar a la policía.”

“¿No quieres ver lo que será esto?” Cambió de pincel y lo mojó en marrón.

Intenté una táctica diferente. “¿Por qué esta calle?”

“Tiene buenos lienzos y demasiados gilipollas engreídos?”

“Ambas cosas son ciertas.”

Me miró por encima del hombro, el rastro de una sonrisa en sus labios. Era la única parte de su cara que podía ver por culpa de su capucha baja. “Además, limpiar esto les da algo que hacer,” dijo girándose hacia la valla. “Nada como un poco de ejercicio para los gatos gordos y atiborrados.”

“Qué considerado por tu parte. Excepto que te olvidas que la gente de por aquí no limpia. Ellos contratan a otros para que limpien por ellos.”

Él simplemente soltó una exclamación.

“¿Qué tiene de malo mi valla? A mí me parece un buen lienzo en blanco.”

Él levantó un hombro con indiferencia.

“¿Es porque yo también soy artista?”

“¿Lo eres?” dijo perezosamente.

“Sabes que sí. Has estado haciendo esto para atraer mi atención sin molestarme directamente. Buen trabajo, por cierto. Llamaste mi atención. Tu trabajo es dinámico y tienes talento. Con un poco más de dirección, podrías ser un artista fabuloso.”

Se giró en redondo. “¿Dirección?” Se rió. “¿Estás intentando que me apunte? Tengo noticias para ti, señora. No tengo dinero para tus exclusivas clases de arte.”

Así que él sabía quien era yo y lo que hacía. Había atraído mi curiosidad oficialmente. “Mis clases no son exclusivas y mis precios son razonables. Quiero que todo el mundo sea capaz de permitírselas.”

Él simplemente se rió y apuñaló su paleta con su pincel, frotándolo contra la pintura.

Yo estaba a punto de ofrecerle clases gratis cuando vi a alguien moverse por el rabillo del ojo. Solté un grito cuando otra figura encapuchada emergió de la oscuridad de la calle. Éste era más alto que el artista, a pesar de sus hombros encorvados. Su capucha cayó más baja sobre su cara también, pero mientras se acercaba pude ver el desprecio en sus delgados labios. Daba zancadas directamente hacia mí, pero el artista se interpuso delante antes de que llegara a mí.

“No,” dijo el artista, su voz con un tono más alto. “Déjala ir.” Levantó sus manos manchadas de pintura, aún sosteniendo su pincel y su paleta. “Por favor, Skull.”

Me eché hacia atrás, mis palmas sudorosas, mi corazón en la garganta. Todo dentro de mí se encogió cuando las manos del recién llegado se cerraron en puños. Skull. ¿Qué demonios de tipo de nombre era ése? Un apodo de un miembro de una banda, quizás. No era el nombre que le ponías a una persona agradable y razonable. Yo ni siquiera podía correr de vuelta a mi casa. Skull estaba en mi camino y apuesto a que él podía correr más rápido que yo.

“¿Quién eres tú?” La voz de Skull tenía un carraspeo amenazador.

Tragué saliva, pero mi miedo permaneció. “Una ciudadana preocupada.”

“¿Vives aquí?” Al artista le dijo, “¿Es ella?”

¿Ellos habían hablado de mí? ¿Por qué demonios? Yo quería preguntar, pero no quería atraer ninguna animosidad de Skull. Era mejor quedarse callada y volar bajo su radar tanto como fuera posible.

“Sí,” dijo el artista. “Reconozco su pelo.”

Skull alargó la mano y enredó un mechón de mi cabello junto a mi cara alrededor de su dedo. Me quedé quieta a pesar del deseo de tener arcadas ante el olor de mierda de unos cuantos días que se desprendía de él. “Bonito pelo. Salvaje.” Se inclinó hacia delante. Su hediondo aliento calentó mi mejilla. “Me gusta salvaje.”

“Por favor,” susurré, “déjame ir.”

“Ella es inofensiva,” dijo el artista rápidamente. Se pasó la lengua por los labios resecos. Yo no esperaba que él me salvara, a pesar de su ansia. Él era más pequeño que Skull y no daba tanto miedo.

Skull cogió más pelo en su puño. Lo retorció, casi tirando de él por las raíces. Grité cuando el dolor atravesó mi cuero cabelludo.

“Jodido idiota,” rugió Skull. “Ella te ha visto. Nos ha visto. Ella puede identificarnos.”

“¡No puedo!” grité. “Vuestras capuchas esconden vuestras caras.”

“Por favor, Skull,” suplicó el artista. “Haré lo que sea si la dejas ir.”

Skull se rió. “¿Lo que sea? ¿Sí?” El chasquido y el zumbido de una navaja automática me hizo saltar, y mi reacción le hizo reír. “Primero, quiero llevarme un mechón de este bonito y salvaje pelo para recordarla.”

El frío acero presionó contra mi mejilla. Cerré los ojos e intenté alejarme, pero Skull sujetaba mi pelo con demasiada fuerza. Sólo era pelo. Yo podía perder un poco. Siempre y cuando fuera todo lo que cortase.