PRÓLOGO
La peste fascina. Es la crueldad de la naturaleza en acción y una de sus creaciones más logradas. Es la muerte imperceptible que se desliza de una persona a otra hasta diezmar siglos de civilización en pocas semanas. Es la presencia de un predador invisible que no respeta rango ni poder y contamina de recelo los sentimientos más nobles. Es más de lo que una mente paranoica promedio puede imaginar. Sin embargo sucedió. Y pese a la fantástica sofisticación de nuestros logros, puede volver a suceder en cualquier momento. En algún lugar primitivo de nuestro cerebro los humanos lo sabemos. Todavía somos animales que perciben más allá de lo sensible.
La gripe A (H1N1) que atravesó el mundo durante 2009 despertó ese pavor atávico y provocó reacciones que fueron explotadas por políticos y comerciantes. Pero el virus existió y existe. Lo saben los médicos que diseñaron estrategias de salud pública y fueron poco o mal escuchados. Y los que trabajaron sin descanso para salvar a sus pacientes y no siempre lo lograron.
La pandemia de 1918 que se conoce como Gripe Española es el modelo temido que los epidemiólogos tienen presente cuando se habla de epidemias de gripe, y el que puso en alerta a gran parte del mundo médico en abril del año pasado. Por eso, un bloque de este trabajo se refiere a relatos literarios, informes de autopsias y notas de prensa de aquellos ocho meses fatales en los que murieron más personas en menos tiempo que por ninguna otra causa en la historia de la humanidad. Un postulado básico del método científico es rehusar toda autoridad, vale decir, no aceptar como seguras leyes ni teorías solo porque alguien afirme que son ciertas. Para acercarme a la verdad entre el temor paralizante y el escepticismo que todo lo simplifica, investigué en archivos de prensa, textos médicos y testimonios directos los hechos sucedidos desde abril de 2009 en relación con la pandemia, pero también me propuse determinar la verosimilitud de las versiones conspirativas. En algunos casos la conclusión fue indudable; en otros, el margen de sospecha se mantuvo indemne.
De todo eso trata este libro, que relata viejas y nuevas epidemias para reflexionar sobre el pasado y el futuro de la arcaica familia de microbios y humanos de la que somos parte.
La primera pandemia del siglo XXI se vivió en tiempo real en todo el mundo. En menos de un año, todos transitamos desde el estupor de los primeros casos hasta las acusaciones de corrupción contra la intocable Organización Mundial de la Salud.
Como médica, fue una experiencia única trabajar a la vez con la mirada microscópica del oficio y la visión global que se tiene desde el panóptico de Internet. En este texto, ambas perspectivas se integran y, como ocurre con las imágenes que los dos ojos envían superpuestas al cerebro, forman una figura a la que llamamos realidad.