El lunes por la tarde, cuando Jade volvió a casa del trabajo, se encontró a Harley donde lo había dejado por la mañana: en la mesa de la cocina, rodeado de papeles, con la atención fija en el ordenador. Apenas levantó la vista cuando entró y no se dio cuenta de su presencia hasta que dejó el bolso en la silla que había junto a él.
–¿Qué tal va todo? –preguntó ella.
–Va –contestó–. Has llegado pronto a casa.
Él suspiró y apagó el ordenador.
Jade hizo una mueca y se volvió para mirar la hora en el microondas.
–Lo cierto es que he llegado a casa más tarde que de costumbre. Son casi las cinco. Llevas todo el día trabajando. ¿Has comido algo?
Harley se irguió en la silla y dedicó más tiempo del necesario a pensar su respuesta.
–Me tomé unas galletas de mantequilla que tenías en la despensa.
Ella suspiró.
–Te agradezco la dedicación que estás poniendo en el caso, pero tienes que comer. ¿Qué te parece si salimos a cenar? Creo que necesitas tomarte un descanso.
–Claro.
Harley se levantó y se estiró. Llevaba horas sentado.
–De hecho –continuó–, estaba pensando invitarte a cenar a un sitio elegante.
Jade se puso rígida. ¿A un sitio elegante? No estaba segura de qué significaba eso o lo que implicaba. ¿Estaba pensando en una cita? Habían tenido sexo. Su relación era casual, pero ninguno había mencionado nada tan tradicional como una cita. Así que probablemente no era a eso a lo que se refería, ¿o sí? Protestó para sus adentros y decidió concentrarse en lo que sabía con certeza.
–¿Te refieres a Red Lobster o a…? Ni siquiera sé si hay algún sitio elegante en la ciudad. Ha habido muchos cambios mientras he estado viviendo fuera del estado.
Harley puso los ojos en blanco.
–Lo cierto es que pensaba que podíamos irte introduciendo en ese mundo de lujo con el que te encontrarás si formas parte de la familia Steele.
Así que no era una cita. Jade se sintió decepcionada a la vez que aliviada.
–Creo que es un poco prematuro, pero tampoco pasa nada.
–Estupendo. Vete arreglándote y yo veré si consigo hacer una reserva de última hora.
Jade recorrió el pasillo hasta su habitación pensando en qué ponerse. Rebuscó en el armario y, tras considerar algunas opciones, se decantó por un vestido negro. Era de un tejido sedoso, con mangas de encaje y un amplio escote en uve. Tenía la cintura fruncida, lo que le daba la apariencia de un reloj de arena, y le llegaba hasta la rodilla. No era ni muy corto ni muy largo. Con los accesorios adecuados y unos zapatos negros de tacón, confiaba en estar a la altura de cualquiera de los restaurantes elegantes de Charleston que nunca había visitado.
Se recogió el pelo en un moño bajo y se retocó el maquillaje. Por último, se puso unos pendientes de perlas a juego con un collar que sus padres le habían regalado el día de su boda, y luego se miró al espejo.
Tenía que reconocer que se veía guapa, al menos, lo suficiente como para ir al restaurante que Harley eligiese. Pero aquello no era más que una prueba. ¿Pasaría aquella mujer del espejo por alguien de la familia Steele? Esa era una buena pregunta.
Cuando volvió al salón se encontró con Harley vestido con un traje negro y una camisa gris oscura de seda. El botón abierto dejaba ver la base de su cuello, que estaba segura de que olería a una mezcla de colonia y piel. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para recoger su bolso y no hundir el rostro allí para aspirar su olor.
Después de días viéndole en su casa con ropa desenfadada, era agradable volver a verlo tan elegante. Era un camaleón, capaz de fundirse en cualquier entorno. Al verlo, recordó el momento en que había abierto la puerta de su casa y lo había encontrado en su porche. Costaba creer que de eso solo hiciera una semana. Las mismas mariposas de ese día aletearon en su estómago.
Él no parecía darse cuenta. Estaba muy ocupado estudiándola.
–Estás… –dijo y carraspeó antes de continuar–, estás muy guapa.
Jade sonrió y se miró la ropa.
–¿Está bien para donde vamos?
–Desde luego. Estoy seguro de que serás la mujer más bonita de esta noche.
Le costaba creer aquel cumplido, pero después de la conversación que habían tenido, no quería discutir con él. Parecía convencido, lo cual significaba que era verdad, al menos ante sus ojos.
–Gracias –dijo ella.
Harley le ofreció su brazo y la acompañó hasta la puerta del Jaguar.
–¿Dónde has conseguido reserva? –preguntó Jade mientras tomaban la carretera hacia el centro de Charleston.
Harley sonrió con la vista puesta en el asfalto.
–Tengo un amigo que acaba de abrir un asador en una antigua cochera de carruajes. Te va a encantar.
Unos veinte minutos más tarde, llegaron al Harrison Chophouse. Mientras Harley le daba las llaves al aparcacoches, Jade esperó pacientemente en la acera leyendo los premios con los que había sido galardonado, incluyendo el de restaurante más romántico y otras distinciones de páginas web de gastronomía y viajes.
En el interior encontraron un salón iluminado con una luz tenue que, junto con los paneles de madera oscura y el crepitar del fuego de la chimenea, creaba un ambiente íntimo y cálido. Todas las mesas tenían manteles blancos, una vela y un centro de flores. La mayoría estaban ocupadas y había un pequeño grupo de personas en el vestíbulo esperando a que las sentaran.
Harley se dirigió al atril del maître y enseguida los acompañaron hasta una mesa en un rincón. Jade se sentó frente a él y tomó la carta que el maître le ofreció.
Apenas había empezado a pasear la vista por el menú cuando se acercó un hombre y se presentó como el sumiller.
–¿Desean algo de la carta de vinos? –preguntó–. Les sugiero el Opus One del 2014 o el Silver Oak, un estupendo cabernet sauvignon.
–¿Te gusta el vino tinto? –le preguntó Harley.
Ella asintió.
–Lo que tú quieras –respondió ella.
Lo cierto era que no sabía si le gustaba el vino. Apenas había tomado en su vida, tan solo alguna copa de vino blanco en ocasiones especiales. Sobre todo, después de que las cosas se torcieran con Lance. Estaba deseando probar cualquier cosa esa noche. Era parte de la experiencia.
Harley echó un vistazo a la carta de vinos y pidió una botella de algo impronunciable. El hombre asintió y desapareció unos momentos antes de volver con la elección de Harley.
El sumiller hizo el ritual de abrir la botella y servirle un poco a Harley para que lo probara. Una vez dio el visto bueno, el hombre sirvió dos copas y les dejó la botella en la mesa.
Jade tomó la carta de vinos y reconoció el que Harley había pedido. Era una botella de cuatrocientos dólares, y ni siquiera era la más cara de la lista.
–Te acostumbrarás –dijo él con una sonrisa al ver su reacción.
Jade lo miró y frunció el ceño.
–¿A qué?
–A tu nueva vida. Si resulta que eres la verdadera heredera de los Steele, muchas cosas van a cambiar. A mí también me costó un tiempo acostumbrarme, sobre todo después de pasar varios años en el extranjero. Estaba acostumbrado a vivir en condiciones duras, así que volver fue un lujo. Luego, cuando mi empresa empezó a ir bien y fui teniendo más dinero del que podía gastar, tardé un tiempo en ver el mundo de otra manera. Siempre he tenido la perspectiva de una persona humilde. En algunos aspectos, todavía es así, pero intenté ampliar mis horizontes. Cuando quería algo, lo podía tener. Podía comer en restaurantes elegantes y vestir ropa cara. Puedo gastarme en una botella de vino más que un mes de renta de mi antiguo apartamento. La clave para mí es nunca dar algo por hecho.
Jade no estaba segura de si alguna vez podría conseguirlo.
–¿No te sientes como un impostor?
–Todos los días de mi vida. Durante una temporada pensé que la gente se daría cuenta y me daría de lado. Pero nunca ocurrió. Lo mismo te pasará a ti, Jade. Tal vez te sientas fuera de lugar, pero enseguida te integrarás. Yo diría que ya lo estás si respiras hondo, tomas un sorbo de este vino ridículamente caro y te relajas.
Ella sacudió la cabeza y bajó la vista al menú.
–No me parece tan sencillo –dijo Jade y se obligó a respirar hondo–. No estoy tan segura de que mi vida vaya a cambiar, Harley. Aunque consigas la prueba que necesitas y los Steele resulten ser mis verdaderos padres, eso no significa que vayan a recibirme con los brazos abiertos. Y aunque así fuera, dudo que vayan a dejarme una habitación en su mansión, entregarme una chequera o incluirme inmediatamente en sus testamentos. Tal vez acabe siendo la prima lejana a la que inviten a la comida de Navidad. Después de todo, seguramente seguiré llevando la misma vida de clase media que me he forjado.
Jade tomó su copa y bebió un sorbo. Estaba delicioso, mucho mejor que aquellas botellas que se compraba por doce dólares de vez en cuando.
Enseguida empezó a hacerle efecto, teniendo en cuenta que tenía el estómago vacío. El cabernet le proporcionó una sensación cálida y relajante en los músculos. Tal vez por eso les gustaba tanto el vino a los ricos, pensó. Les ayudaba a soportar el estrés de sus vidas desahogadas, pero complicadas.
Harley la miró desde el otro lado de la mesa con desesperación en sus ojos azules.
–Todavía no conoces a esa gente y ya das por sentado que van a rechazarte. ¿Por qué?
–No sé qué decir, Harley. No me dejo llevar por fantasías. Toda mi vida he luchado por hacer lo correcto y tomar las mejores decisiones, y se me ha vuelto de cara. No se por qué esto iba a ser diferente. Tal vez una parte de mí sabe que si no me hago grandes expectativas, acabaré llevándome una grata sorpresa.
–¿Es así como te sientes conmigo, con nosotros? ¿Que si esperas que todo esto termine mal y no es así, al menos no te llevarás una desilusión?
Jade lo miró entornando los ojos. Lo veía muy guapo con aquel traje, a pesar de que seguía insistiendo con temas que no le eran agradables. Se quedó estudiando las arrugas y ángulos de su rostro mientras ordenaba sus ideas.
Era preferible concentrarse en aquella nariz quebrada, en la sombra de barba de su mentón y en las cejas oscuras que enmarcaban su rostro que en lo que estaba pasando entre ellos.
–No sé cómo vamos a terminar nosotros, Harley. Pero sí, hay una parte de mí que sabe que es mejor no darle demasiada importancia. Cuando resuelvas el caso, volverás a Washington y yo me quedaré en Charleston y superaré mi crisis de identidad. Considerar que lo que hay entre nosotros es algo más que una mera diversión para rememorar los viejos tiempos que solo puede traer angustia, ¿no te parece?
Él no contestó, simplemente se limitó a estudiar su expresión mientras hablaba. Jade no sabía si estaba de acuerdo con lo que acababa de decir o molesto. Por fin asintió y alargó el brazo para tomar su copa.
–¿Por qué quieres que brindemos?
Jade se quedó pensativa unos segundos y levantó su copa.
–¿Por el futuro?
Él sonrió.
–Por el futuro –replicó y chocó su copa con la de ella–. Y por todas las sorpresas que te esperan.
–Que nos esperan –lo corrigió.
Volvieron a la zona de desastre.
Harley estaba furioso mientras observaba a Jade atravesar el salón con su elegante vestido y sus zapatos de tacón. Alguien había entrado en la casa mientras estaban fuera cenando y había hecho todo lo posible por asustar a Jade.
Al verla agacharse para recoger con manos temblorosas un marco destrozado con una foto de su familia, Harley temió que lo hubieran conseguido. Jade era una mujer fuerte y tenaz, pero todo el mundo tenía un límite.
La policía había estado allí y ya se había ido. Habían tomado fotos y declaraciones, pero apenas habían tranquilizado a Jade. El salón poco se parecía al que habían dejado al salir unas horas antes. Al igual que en el resto de estancias de la casa, no parecía faltar nada, pero todo estaba manga por hombro. El mobiliario volcado, los cajones por el suelo, cristales rotos… Incluso había una pintada en una de las paredes del salón que decía: Déjalo mientras puedas.
Solo de leer aquellas letras hechas con pintura roja, Harley sentía la sangre hervir. Jade había vuelto a Charleston para iniciar una nueva vida después de que Lance destruyera todo lo que habían construido juntos. Entonces, algo que había sucedido hacía treinta años estaba amenazando aquella nueva oportunidad. No estaba seguro de que Jade pudiera vivir sola en aquella casa y estar tranquila, ni siquiera con toda la tecnología que pudiera instalar.
Malditos retrasos. Si sus chicos ya hubieran instalado los equipos de vigilancia en la casa tal y como había planeado, las cámaras habrían captado al intruso. La casa habría estado protegida y, lo que era más importante, Jade seguiría teniendo sensación de seguridad. Le había dicho que el vecindario era tranquilo y que no necesitaba sistemas de seguridad. Después de lo que había pasado, dudaba de que siguiera pensando lo mismo.
–No entiendo –dijo Jade y dejó caer la foto al suelo antes de sentarse en el sofá–. ¿Por qué alguien haría algo así?
–Para asustarte –replicó Harley–. Si se trata de la misma persona, y creo que sí, está aumentando las amenazas. Como sigues adelante con el caso, quieren que sepas que van en serio.
–¿Pero a quién le importa? ¿Por qué alguien no querría que encontrara a mi familia? No soy la princesa Anastasia.
Él sacudió la cabeza y se acercó para sentarse a su lado.
–Si averiguamos qué motivos tiene, tal vez podamos descubrir qué te pasó de bebé y por qué. Quien sea que está implicado, no quiere que la verdad salga a relucir. Eres el motor de la investigación y, por tanto, el objetivo de su ataque. Tan sencillo como eso.
–Tan sencillo como eso –repitió Jade en tono apagado, con la vista fija en la pintada de la pared.
A Harley no le gustaba verla así. Esa no era su Jade. Era una luchadora y aquel canalla la había hundido. Harley apretó los puños mientras miraba a su alrededor. Se sentía impotente, algo que le era desconocido. Siempre podía hacer algo para corregir una situación. Deseaba darle un puñetazo al responsable o encerrarlo en la peor prisión del mundo, donde nadie volviera a saber de él.
Pero de momento, necesitaba descubrir qué podía hacer para ayudar.
Mientras pensaba, Jade se recostó en él y apoyó la cabeza en su hombro antes de abrazarlo.
–Me alegro de que estés aquí. Si hubiera llegado sola a casa y me hubiera encontrado esto, no sé qué habría hecho.
Tenía razón. Al menos estaba allí con ella. Se alegraba de haber seguido su intuición después de que recibiera aquella carta de amenazas. A Jade no le había gustado que se impusiera en su vida, pero había sido la mejor elección.
Se volvió, hundió el rostro en los mechones pálidos de su pelo y aspiró el olor de su champú. El aroma afrutado lo ayudó a relajarse y la tensión de sus hombros y cuello desapareció. No necesitaba prepararse para la batalla, al menos esa noche no.
–Yo también me alegro de haber estado aquí. Voy a descubrir quién te hizo esto, Jade, y me voy a asegurar de que no vuelva a hacerte daño.
Ella no respondió, simplemente se limitó a aferrarse a su brazo. Había confiado en tenerla de nuevo entre sus brazos esa noche, pero no de aquella manera. El ambiente se había roto, al igual que la mayoría de sus cosas.
Jade le había dicho que llamaría a la compañía de seguros por la mañana, pero sabía que poco podrán hacer. Llamaría a su despacho y le pediría a su secretaria que mandara una empresa de limpieza para recoger la casa mientras su equipo instalaba el sistema de seguridad.
Pero de momento…
–Jade, haz la maleta. Nos vamos.
Salió de su ensimismamiento y se sentó erguida. Confusa, se volvió hacia él y frunció el ceño.
–¿Cómo?
–Este lugar no es seguro. No vamos a quedarnos aquí esta noche.
–¿Adónde vamos a ir?
Harley se quedó pensativo, ordenando sus ideas.
–Nos vamos a casa de mi madre.
–No sé, Harley, sería extraño. No quiero que se haga una idea equivocada de nosotros.
–No te preocupes, no lo hará.
–No quiero molestar.
Harley suspiró y se cruzó de brazos.
–No molestas. La casa de mi madre es enorme. Yo se la compré. Tiene una persona que va a limpiar, pero a poco que te esfuerces, no sabrá que estás allí.
–¿No podemos irnos a un hotel?
–No. Me estaba quedando en su casa antes de venir. Y ahora tú también.
–Pero…
–Nada de peros. Las amenazas son cada vez más serias, Jade. La única manera de acabar con ellas es completando la investigación. No puedo hacerlo mientras me paso el día protegiéndote. La casa de mi madre está en una antigua plantación rodeada de casi cinco hectáreas de terrenos pantanosos. Está vallado, hay alarmas y sistemas de vigilancia. Es completamente seguro. Es el único sitio donde me sentiría tranquilo dejándote sola. Creo que convendría que no fueras a trabajar unos días. Estás demasiado expuesta al público.
Jade respiró hondo y al exhalar, Harley se dio cuenta de que se sentía confusa.
–De acuerdo, llamaré para decir que estoy enferma y que me tomaré un par de días. ¿Cuánta ropa hace falta que me lleve?
No quería decírselo, pero no le agradaba la idea de que Jade siguiera viviendo allí.
–Al menos, lo necesario para dos o tres días. Siempre podemos volver y recoger lo que haga falta.
–¿Más de tres días?
Harley se encogió de hombros.
–Todo depende de lo que averigüe. Hasta que sepa la verdad, y la persona responsable esté en la cárcel, no sé en qué otro sitio te puedes quedar. Darían contigo en casa de tus padres. Nadie pensará que estás conmigo o donde vive mi madre.
Jade asintió y se levantó para dirigirse a su dormitorio. Sería fácil hacer las maletas, teniendo en cuenta que todas sus cosas estaban esparcidas por el suelo, pero le llevaría un buen rato recogerlas. Antes de enfilar el pasillo, se detuvo y se volvió hacia Harley.
Pensó que iba a decirle algo. Sus ojos estaban húmedos por la emoción, pero en vez de decir algo, se echó hacia delante y le rodeó con los brazos en un abrazo. Luego, hundió el rostro en su cuello y se aferró a él. Aunque no dijo nada, Harley recibió el mensaje alto y claro.
No había pretendido que aquello pasara, pero había conseguido derribar el muro que había entre ellos. Las últimas barreras de Jade habían caído y por fin se abría a él.
Sin embargo, no estaba seguro de qué hacer a continuación.