La casa estaba a oscuras cuando llegaron de los grandes almacenes con el nuevo vestido de Jade. Esperaba encontrar a la señora Dalton en el salón leyendo un libro o viendo televisión, pero no estaba por ninguna parte.
Harley sacó su teléfono mientras encendía la luz de la entrada.
–Ha salido a cenar y al cine con un hombre al que conoció a través de la página web Ourtime.com –dijo leyendo un mensaje de su madre–. Dice que no la esperemos levantada.
Jade sonrió.
–Me alegro por ella.
Harley no parecía tan contento.
–Cuando llegue a casa, le pediré el nombre de ese tipo y comprobaré sus antecedentes.
–Qué desconfiado –comentó Jade, cambiando la funda del vestido de brazo.
–¿Sabes cuántos casos llevamos relacionados con citas por internet? Estafadores, impostores, mujeres desaparecidas, identidades falsas, acosadores, bígamos,… Y eso sin contar psicópatas de medio pelo o pervertidos enviando fotos subidas de tono.
Jade abrió los ojos como platos. Si la idea de buscar citas por internet le había llamado la atención en alguna ocasión, en aquel momento se lo estaba cuestionando.
–Me alegro de no estar registrada en esas páginas.
–Bien –replicó Harley–. Tampoco te hace ninguna falta.
Ella se volvió hacia él.
–¿Por qué no? Así es como se conoce la gente hoy en día. Llevo divorciada un par de años ya. No pensaba que estuviera preparada para tener citas, pero tal vez ha llegado el momento. Tendré que preguntarle a tu madre qué tal le va cuando llegue a casa.
Un destello de celos asomó en los ojos azules de Harley. Era exactamente lo que había esperado ver cuando le había comentado aquello. Lo cierto era que no estaba interesado en buscar citas por internet. Lo que quería era que le dijera por qué no necesitaba hacerlo, que no necesitaba de una página de citas porque lo tenía a él. Incluso que, en cierta manera, sentía algo por ella. Pero sabía que no lo haría y era una tontería por su parte considerar la idea.
Por un momento, la miró como si fuera a demostrarle que estaba equivocada.
–Puedes conocer hombres en la vida real sin necesidad de pasar por todo eso –dijo por fin–. Sobre todo, llevando un vestido como ese.
Jade dibujó una sonrisa en sus labios. Pensaba que había conseguido excitar a Harley en el probador. Se había mostrado seductor, como siempre, y había reconocido un brillo de apreciación en sus ojos cuando había salido con aquel vestido. Solo por la forma en que la había mirado, había decidido comprárselo.
–Hablando del vestido, voy a colgarlo en tu habitación. ¿Quieres ayudarme?
Harley frunció el ceño.
–¿Necesitas ayuda?
Jade le dedicó la mirada más sensual que pudo.
–Bueno, es una casa muy grande y no quisiera perderme. Además, estamos solos y…
Enseguida lo pilló. Antes de que pudiera dar un paso hacia la escalera, Harley la tomó en brazos antes de cruzar el vestíbulo de mármol. Jade exclamó sorprendida y levantó el vestido para evitar que tropezara.
Mientras subían la escalera, ella hundió el rostro en su cuello. Le resultaba tranquilizador respirar el olor de su piel y se concentró en lo que estaba por pasar en vez de preocuparse por lo doloroso que sería una caída en la escalera. Cuando por fin alzó la vista, estaban ante la puerta del dormitorio. Harley la abrió con el pie, entró y suavemente la dejó al borde de la cama.
–¿De qué va todo esto? –preguntó ella, una vez se sintió segura.
–Dijiste que necesitabas ayuda porque no querías perderte –dijo ella sonriendo–. Trato de ser útil, sobre todo con una dama en apuros.
Jade sacudió la cabeza.
–Eres un fanfarrón, eso es lo que eres –afirmó y se levantó para colgar el vestido en el armario–. Ni que fueras Rhett Buttler.
–Has tenido suerte. Normalmente me echo a la persona al hombro como si fuera un saco de patatas. Así es como sacaba a mis compañeros de edificios y situaciones peligrosas cuando estaban heridos.
–A las damas no nos gusta que nos lleven como a un saco de patatas.
Harley se acercó y la tomó por la cintura. Sus dedos se hundieron en sus caderas al acariciar el tejido de punto de su vestido.
–Pensaba que ese podía ser el caso.
Jade lo envolvió con sus brazos por el cuello. Sentía que el vestido subía por sus muslos mientras él iba recogiendo la tela entre sus manos. Sin despegar la vista de sus ojos, se lo quitó por la cabeza. Mientras lo dejaba a un lado, bajó su mirada azul para estudiar el tesoro que acababa de descubrir. Llevaba un sujetador negro sin tirantes y un tanga a juego. A juzgar por su expresión, le gustaba lo que veía.
Harley apoyó la mano en su escote y fue bajándola poco a poco. Jade se preguntó si podría sentir los latidos de su corazón al ver que se detenía unos segundos antes de rodear su pecho izquierdo con la mano por encima del tejido sedoso. Alargó las manos por detrás, se desabrochó el sujetador y lo dejó caer al suelo. Harley dejó escapar un sonido de satisfacción de sus labios.
–Preciosa –susurró mientras admiraba su cuerpo.
Alzó las manos y cubrió ambos pechos. Al sentir la piel cuarteada de sus manos sobre los pezones, se endurecieron y un escalofrío recorrió su espalda. El calor entre sus muslos fue aumentando por segundos. Aquella reacción tan rápida le sorprendía. Un roce, una mirada, una sonrisa pícara y todo su cuerpo se preparaba para recibirlo.
Se inclinó para besarla, aunque esta vez parecía diferente. Quizá fuera porque aquel era el primer momento íntimo que compartían desde su ruptura o porque en los últimos días las cosas habían cambiado entre ellos. La ansiedad había dado paso a la delicadeza con la que buscaba saborear cada momento con ella.
Jade se recostó en él, ajustándose a su abrazo. Se deleitó acariciándole la barba incipiente y la línea del mentón, antes de bajar hacia los botones de su camisa.
Sus lenguas se entrelazaron mientras acababa de desabrocharle el último botón. Después de aquel beso tan largo, ella se apartó lo suficiente para quitarle la camisa por los hombros y dejarla caer al suelo.
Harley respiró hondo y se soltó el cinturón. Le dio la espalda y se acercó a la cama, en donde se despojó del resto de la ropa. Luego se sentó al borde de la cama, se recostó en las almohadas y se quedó observándola desde el otro lado de la habitación. Su mirada ardiente la hizo sentir más sexy que nunca. Siempre se había considerado demasiado delgada, con no demasiadas curvas, pero cuando la miraba como si fuera la mujer más sexy del mundo, sentía ganas de exhibirse para él.
Jade comenzó dándole la espalda, enseñándole la curva de sus nalgas con aquel tanga que llevaba. Levantó los brazos y se quitó las horquillas que llevaba en el pelo. El moño se soltó y los mechones de su melena rubia cayeron sobre sus hombros y espalda. Sacudió la cabeza y oyó una fuerte inhalación desde la cama.
Luego deslizó los pulgares bajo el tanga y empezó a moverlo por sus caderas. Lo hizo lentamente, doblándose por la cintura mientras se lo bajaba por las piernas hasta quitárselo. Cuando se volvió para mirarlo, estaba apretando los puños y tenía la mandíbula tensa.
–Ven aquí –fue todo lo que dijo.
Jade se acercó hasta la cama y Harley la tomó por la cintura y la hizo sentarse sobre su regazo. Ella se colocó a horcajadas y lo miró a sus grandes ojos azules mientras volvía a recostarse en las almohadas contra el cabecero de piel. Era un momento de intensas emociones. Si miraba en lo más profundo, tal vez pudiera ver lo que realmente sentía por ella. Era evidente que la deseaba y que sentía algo por ella. Pero ¿había algo más que eso? Y si así era, ¿dejaría que esta vez su corazón tuviera lo que deseaba?
La última vez, había hecho lo que pensaba que era correcto y había seguido lo que le decía la razón y no el corazón. Había seguido el consejo de sus amigos y su familia, y había ido tras lo que pensaba que necesitaba en su vida y no lo que quería. Porque entonces, al igual que en ese momento, Jade deseaba a Harley y no solo en su cama sino en su vida. Quería compartir el futuro con él, a pesar de que no supiera lo que implicaba para ellos.
Porque lo amaba. Siendo sincera consigo mismo, tenía que admitir que amaba a Harley y que siempre lo había amado. Se había convencido de lo contrario, justificándolo como un capricho de juventud, y había acabado por tomar el camino que pensaba adecuado con Lance. Pero jamás se había sentido tan feliz como con Harley.
Esa conclusión debería alegrarla. Al menos, sabía lo que quería en la vida, pero no podía evitar sentirse al borde de las lágrimas. Se inclinó hacia delate, lo besó y cerró los ojos con fuerza para impedir que rodaran por sus mejillas y Harley pudiera verlas.
Él la envolvió entre sus brazos y la estrechó contra su pecho antes de levantarla lo suficiente para penetrarla. Ella volvió a bajar lentamente y se detuvo un instante para recrearse en aquella sensación. En ese momento, estaban conectados de la manera que tanto había deseado. No duraría mucho, así que tenía que atesorar cada segundo que compartieran.
Y así fue como se corrieron, retozando en la cama y cabalgando juntos hasta no poder contenerse por más tiempo. Cuando se dejó llevar, en vez de gritar, Jade jadeó suavemente junto a su oído y se aferró a su cuello. Harley la siguió enseguida y pronunció su nombre como ningún otro hombre lo haría a menos que sintiera algo por ella.
Cuando terminaron, Harley rodó a un lado y la tomó entre sus brazos, estrechó su espalda contra su pecho y se acurrucó contra ella.
–¿Jade? –dijo, susurrando.
–¿Sí? –replicó ella, sintiendo que el estómago se le encogía.
Sabía que no era de conversaciones íntimas, así que lo que le quería contar en aquel momento tenía que ser importante.
–Sé que estás nerviosa por conocer a los Steele y lo que puede suponer para ti y tu futuro. Siempre te ha preocupado sentirte integrada. Pero no olvides que eres increíble. No dejes que nadie te haga sentir lo contrario.
Era un comentario muy amable por su parte, y se lo agradecía. Pero en ese momento, no era lo que quería oír. Pensaba que le diría que quería algo más con ella, que sentía algo por ella. Pero en vez de eso, se había llevado un cumplido y un impulso para ayudarla a superar el nerviosismo.
Sabía que no podía, no debía, decirle a Harley lo que sentía. Al menos, no en aquel momento. Tal vez cuando el caso terminara. En aquel momento, era más importante que estuviera concentrado en aquello para lo que le habían contratado. De todas formas, su mente parecía estar siempre pensando en eso.
Si decidía recoger sus cosas y volver a su casa de Washington sin echar la vista atrás, sería un alivio para ella haberse quedado callada y no haber hecho el ridículo por segunda vez.
–¿Sabes? Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no lo creería.
Confuso, Harley se detuvo en seco a la entrada de la casa de Jade. No esperaba oír aquella voz allí. Paseó la vista por la habitación y se detuvo al ver a Isaiah instalando un detector de movimiento en un rincón de la cocina.
–¿Qué demonios estás haciendo aquí?
–Instalando el equipo que me pediste. De hecho, ya estoy acabando.
Isaiah se bajó de la escalera y dejó la taladradora en la mesa de la cocina.
–El personal de limpieza está de camino para limpiar todo esto.
Harley sacudió la cabeza.
–No me refería a eso. ¿Qué estas haciendo aquí? Este no es tu trabajo. Se suponía que tenías que volver a Washington y supervisar la oficina, no poner cámaras ni sensores en Charleston.
–Parecía correr prisa, así que vine con los chicos para echar una mano.
Harley se quedó mirando a su amigo, incrédulo.
–Sabes mejor que nadie que no puedes engañarme.
Isaiah sonrió abiertamente, renunciando a justificar el motivo por el que estaba allí.
–De acuerdo, pero ¿de verdad creías que iba a dejar pasar la oportunidad?
–¿Qué oportunidad?
–La de ver al gran Harley Dalton enamorado.
–Has venido para nada –afirmó con desdén.
Isaiah se cruzó de brazos en actitud desafiante.
–No eres el único al que se le da bien descubrir cuando alguien miente. Te conozco lo suficiente como para darme cuenta. Pensé que nunca vería el día, pero ha llegado.
Harley no quería hablar de eso en aquel momento, ni con Isaiah ni con nadie. Lo cierto era que no sabía muy bien lo que sentía por Jade. Le gustaba mucho y la deseaba desesperadamente. Ansiaba con volver a su lado, tomarla entre sus brazos y volver a besarla. Pero eso no era amor, era solo… No sabía qué demonios era, pero no necesitaba que su mejor amigo le dijera lo que sentía.
–¿Y dónde está la afortunada? –preguntó Isaiah–. Esperaba encontrarla contigo.
–Está con mi madre.
Isaiah arqueó las cejas.
–¿Ya conoce a tu madre?
–Estuvimos saliendo en el instituto, por supuesto que conoce a mi madre. Además, tenía que llevarla a algún sitio cuando entraron en su casa. La de mi madre es el lugar más seguro que conozco de la ciudad.
–Eso es cierto –convino Isaiah y miró a su alrededor–. ¿Qué pasa con este caso? Pensé que se trataba de un cambio de bebés. ¿Cómo hemos pasado a un allanamiento y a recibir amenazas? –preguntó señalando la pintada de la pared.
Harley siguió su mirada y sacudió la cabeza. También le gustaría saberlo. La casa seguía estando manga por hombro después del asalto. Había obligado a Jade a marcharse con una maleta esa misma noche y no la había dejado volver. No podía hacerlo hasta que el lugar fuera seguro y no sabía cuándo sería eso. Había pensado que tal vez cuando estuviera instalado el sistema de seguridad o cuando el caso estuviera resuelto. Pero ya no estaba tan seguro. Se sentía intranquilo cuando perdía de vista a Jade.
Quizá tuviera más que ver con las insinuaciones de Isaiah que con el temor por su seguridad. Fuera como fuese, se sentiría mejor cuando el delincuente estuviera tras las rejas. Al menos, eso esperaba.
–Este no es un simple caso de una enfermera despistada confundiendo bebés –sentenció Harley–. Esto fue deliberado. Cuando me llamaste para darme información de la familia Steele, lo vi claro. Alguien eligió como objetivo al bebé de los Steele, pero no sé por qué. Los padres de Jade volvieron a casa con la hija que pensaban que era suya y siguieron con sus vidas. No le veo sentido a todo este asunto. Y ahora esto… –dijo moviendo los brazos en círculo–. Tampoco hay razón para esto. Alguien está tratando de intimidarla para que deje el caso. Lo han dejado muy claro, pero no acabo de entender qué daño puede causar saber la verdad.
–A menos que cuando se sepa la verdad se descubra a la persona que hay detrás de esos cambios. Han pasado treinta años, pero eso no significa que la policía pueda aparecer en su casa.
–Tal vez, pero también es posible que la familia Steele sepa la verdad y esté desesperada por mantenerlo oculto.
–¿Por qué? –preguntó Isaiah–. Si saben que les quitaron a su hija, ¿por qué no iban a querer conocer la verdad de lo que ocurrió?
Harley se encogió de hombros.
–Me contaste que había políticos y gente importante en la familia. Las personas así son muy diferentes a nosotros. Tal vez quieran evitar un escándalo, aunque eso suponga criar a la hija de otra pareja e incluso asustar a Jade para que se quede callada.
–Eso es ridículo.
–Lo sé –convino Harley.
Aunque no quería pensar que fuera la familia Steele la que estaba detrás de aquellas amenazas, lo cierto era que no estaban cooperando.
–Pero no se me ocurre otra razón para que estén ignorando mis llamadas –continuó–. He llamado a Patricia y a Trevor Steele tanto a su casa como a su oficina. Siempre me contestan amas de llaves o asistentes. Toman el mensaje y luego nadie me devuelve las llamadas. Les digo quién soy e insisto en la importancia de mi llamada, pero no obtengo respuesta. Es como si no quisieran saber la verdad.
–¿Y su hija Morgan? Seguro que tiene interés en saber lo que pasó y en conocer a su verdadera familia.
–Yo también pensaba lo mismo y cuando me conseguiste la información de donde trabajaba, llamé y me dijeron que estaba de viaje.
–¿Y esa fiesta benéfica que te comenté?
–Sí, espero que sea nuestra tabla de salvación. Seguro que viene a Charleston. Los Steele tienen que mantener las apariencias y eso significa que toda la familia se reúna mañana para su fiesta benéfica anual. Recaudan fondos y luego envían a sus equipos a construir casas para los menos afortunados.
–No parece que sean una panda de prepotentes.
No, no lo parecían y eso era lo que más fastidiaba a Harley. Le costaba comprender por qué unas personas que hacían tanto por los más necesitados pudieran ser tan despiadadas con su propia hija. Era posible que no acabaran de comprender por qué los estaba llamando, pero había mencionado a Morgan y el hospital. ¿Cómo era posible que no le devolvieran las llamadas para saber al menos lo que quería? No tenía mucho sentido que lo estuvieran ignorando, dado cómo se presentaban al resto del mundo.
–Entonces, ¿vas a ir a esa fiesta benéfica?
–Sí. Ya tengo el esmoquin preparado. Tengo intención de mantener una conversación con Morgan y llegar al fondo del asunto.
Isaiah no parecía muy convencido con aquel plan.
–Eres muy optimista, tío. Sí, tienes dinero, pero no te pareces en nada a esa gente. Vas a destacar entre todos esos millonarios estirados. Nadie se creerá que eres un invitado. En el mejor de los casos, pensarán que eres un agente encubierto. Llamarás la atención.
–Por eso voy a llevar una cita.
–No vas a llevar a Jade, ¿verdad? –preguntó Isaiah con expresión contrariada.
–Ella insistió y tiene razón. Dijo lo mismo que tú. Necesito ir con una cita para pasar desapercibido o no me dejarán pasar de la puerta aunque haya pagado la entrada.
–Una cita, sí, pero ¿con Jade? Hay demasiadas connotaciones personales en todo esto. ¿No te parece mala idea llevarla? Va a conocer a su verdadera familia por primera vez. Tú vas para recabar información y ella a ver la clase de vida que se ha estado perdiendo. ¿Y si vuestros objetivos se contraponen? Podría asustarse y desenmascararte. Podría decir o hacer algo y que acabaran echándote antes de conseguir lo que pretendes. Si tuvieras que elegir entre Jade o el trabajo, ¿con cuál te quedarías?
–Es solo un puñado de gente rica alternando y extendiendo cheques para sentirse mejor. No me imagino en una situación tan extrema como para tener que elegir entre el caso y Jade.
Isaiah se cruzó de brazos y suspiró.
–Entonces, vas a tener que pensártelo mejor.