Jade nunca habría imaginado que llegaría el momento en que vería a sus dos parejas de padres sentados juntos, disfrutando de un cálido día de primavera en la cubierta del lujoso yate de los Steele. Pero allí estaban, junto con Harley, todos sus hermanos y Morgan, celebrando su compromiso.
Después se semanas revisando detalles, haciéndose pruebas de ADN y comparando los resultados, las familias se habían reunido por primera vez. Era un momento agridulce para Jade asumir que a partir de ese momento compartiría padres con Morgan, pero ver a su madre Carolyn tan emocionada merecía la pena.
Las dos familias eran muy diferentes, pero las unía su deseo de compartir a Morgan y Jade y entablar una relación. Después de todo, siempre estarían unidas por el extraño giro del destino que había intercambiado un día a sus bebés.
Jade dio un sorbo a su bebida y miró sonriente a su alrededor. Su hermano mayor, Dean, y su nuevo hermano Finn estaban pescando. Sus madres estaban compartiendo historias de cuando sus hijas eran pequeñas. Sus padres estaban hablando de las virtudes del whisky de pie junto a la barra. Todo había resultado mejor de lo esperado.
Todavía quedaban algunos cabos sueltos, pero sabía que con el tiempo se resolverían. Encontrarían a sus secuestradores y tal vez dieran con los maleantes implicados en el cambio de bebés. Todavía no lo sabían con seguridad, pero por lo que Jade había oído en aquella furgoneta, los dos delitos estaban relacionados. Había facilitado toda la información que recordaba, pero había algunos detalles que había olvidado en todo aquel caos. Harley seguía trabajando en aquella parte del caso, con la cooperación de los Steele.
Pero en aquel momento, le costaba pensar en todo eso. Prefería concentrarse en su próxima boda con Harley y en su nueva familia.
–Había una enfermera encantadora en el St. Francis –oyó que decía Carolyn–. Llevo intentando recordar su nombre desde que todo esto empezó. ¿Te acuerdas? Era pelirroja, tenía una sonrisa dulce y era muy habladora.
–Sí, creo que la recuerdo –dijo Patricia–. Tuve un parto difícil y estuvo acompañándome todo el tiempo. Recuerdo que estaba deseando que se callara y se fuera. Me suena que se llamaba algo así como Noreen, Tracy, Nadine…
–¿Puede ser Nancy? –intervino Harley.
–¡Sí, Nancy! –exclamaron ambas a la vez.
–Eso es, Nancy –dijo Carolyn–. Muchas gracias, me estaba volviendo loca.
Las mujeres siguieron hablando y Harley aprovechó para acercarse hasta donde estaba sentada Jade, en la cubierta.
–¿Cómo sabías el nombre? –preguntó ella.
–El hospital me facilitó los expedientes de los empleados. Había una enfermera trabajando ese día llamada Nancy que se quitó la vida una semana después de que Morgan y tú fuerais cambiadas.
Jade contuvo una exclamación, apenas perceptible por la brisa del mar y el sonido de la música que sonaba por los altavoces.
–Tuvo que ser alguien de dentro.
–Me gustaría recordar mejor la noche del secuestro. Me da la sensación de que dijeron algo importante, pero todo está borroso. Tal vez cuando tengamos más información, pueda refrescar la memoria.
–Tal vez. Ya veremos qué descubrimos.
Harley tomó su teléfono y marcó el número de Isaiah. Mientras esperaba a que diera señal, se inclinó y le dio un beso a Jade con tanta intensidad que la hizo sonrojarse.
–Hola –dijo hablando por el aparato, y le guiñó un ojo a modo de promesa de lo que estaba por venir–. Necesito que averigües todo lo que puedas de una antigua enfermera de la maternidad del St. Francis llamada Nancy.