Capítulo Tres

 

 

 

 

 

Harley se sentía otra vez como un adolescente estúpido e inseguro.

No solía pasarle muy a menudo y era una tontería sentirse así. Era un hombre adulto, un empresario de una exitosa compañía. No había ninguna razón para no sentirse seguro de sí mismo, pero recorrer el camino de acceso de la casa de los Nolan le provocaba la misma ansiedad que años atrás, cuando recogía a Jade para sus citas.

Quizá porque seguía siendo la misma casa pequeña, con un garaje abierto y un jardín descuidado. Estaba en un barrio humilde de la ciudad, pero conocía aquella parte de Charleston muy bien. El apartamento que había compartido con su madre estaba a unas cuantas manzanas antes de que lo demolieran y construyeran un centro comercial en su lugar.

La zona parecía más tranquila, como si todos los niños que recordaba corriendo por las calles hubieran crecido y desaparecido. Todo parecía más abandonado, como si los propietarios hubieran envejecido y fueran incapaces de mantener sus propiedades o hubieran sido obligados a marcharse y alquilárselas a gente a la que le daba igual el aspecto de sus viviendas.

En otra época, Harley se había sentido integrado. En aquel momento, ante el camino de entrada en su brillante Jaguar negro en vez de en una camioneta destartalada, y con un traje de marca en vez de unos vaqueros desgastados, era evidente que el barrio no era lo único que había cambiado.

Al llegar ante la puerta donde Arthur Nolan tantas veces lo había recibido con un gesto agrio, se alegró de haberle dicho a Jade que estuviera presente. Ya se había entrevistado con ella, pero tenerla allí mientras interrogaba a sus padres haría que todo fuera más fácil.

O eso pensaba.

La puerta se abrió y alzó la vista a tiempo de ver a Jade aparecer bajo el umbral. Debía de haber llegado directamente del trabajo, porque llevaba unos pantalones negros de vestir, zapatos de tacón y un jersey rojo del mismo tono que el carmín de sus labios. Se había recogido la melena rubia en un moño que acentuaba su porte delicado. Cuando lo vio, sonrió. Se la veía serena, profesional y espectacular. No estaba seguro de poder soportar aquella versión de su amor de adolescente.

–¿Vas a pasar o te vas a quedar ahí fuera pasando frío?

–Todavía no lo he decidido –contestó él–. ¿Sigue tu padre teniendo aquella escopeta?

Jade miró hacia su derecha y asintió.

–La tiene aquí mismo, detrás de la puerta, como siempre. Pero no creo que quiera usarla contigo. Puedes pasar.

Harley subió los escalones y percibió su olor al inclinarse hacia ella para susurrarle al oído.

–Si se enterara de las cosas que te hice por entonces, me pegaría un tiro aquí mismo.

Jade abrió los ojos como platos y se apartó para dejarlo pasar.

–Será mejor que guardes el secreto. Venga, entra y siéntate. Iré a buscarlos.

A solas en el salón, enseguida se dio cuenta de que nada había cambiado en la casa. El mobiliario seguía siendo el mismo, aunque la vieja televisión de tubo había sido sustituida por una de pantalla plana. También había en la mesa un retrato de Jade del día de su boda. A diferencia del que había visto en su casa, en este solo aparecía ella. Estaba girada de espaldas, mostrando el encaje y los botones que bajaban por el vestido hasta la cola. Miraba por encima del hombro con una sonrisa tímida que le hizo desear haber sido él al que mirara aquel día en vez de a Lance.

–Mira quién ha venido –resonó una voz masculina a su espalda, sacándolo de sus pensamientos.

Harley se volvió y se encontró con una versión envejecida del Arthur Nolan que recordaba. Este no lo miraba con desaprobación, por lo que se sintió más relajado. Sonrió y alargó el brazo para estrechar la mano de su padre.

–Me alegro de verlo, señor, aunque preferiría que hubiera sido en otras circunstancias.

–Ni que lo digas –dijo Arthur con expresión seria–. Esto está siendo muy duro para Carolyn y para Jade. Cuesta creer que algo así le pueda pasar a uno.

–Haré todo lo que esté en mi mano para encontrar las respuestas.

Arthur asintió y le dio una palmada en el hombro.

–Bien, bien, vamos a sentarnos. Carolyn enseguida vendrá. Está preparando café.

Harley se acomodó en un sillón de orejas frente al sofá en el que se sentó Arthur, dejando espacio para que la madre de Jade se pusiera a su lado. Un momento más tarde entró Jade llevando una bandeja con tazas, leche y azúcar. La dejó en la mesa y se sentó en una silla junto a Harley. Carolyn la siguió con una cafetera llena y sirvió a todos una taza.

–Sé que es algo tarde para tomar café, pero hace frío. He pensado que nos vendría bien algo para entrar en calor.

–Gracias, señora Nolan.

Carolyn lo miró con una amplia sonrisa mientras observaba cómo había cambiado el chico que había aparecido un día en la puerta de su casa.

–Creo que ya es hora de que me tutees y me llames Carolyn. Después de todo, ya no eres aquel adolescente que iba detrás de mi hija.

Harley sonrió y asintió, pero había algo en sus ojos que le hizo cuestionarse sus palabras. Una extraña sonrisa asomó en sus labios al mirarlo y luego se volvió hacia su hija. No pudo evitar preguntarse si, después de todo, la señora Nolan había dejado de considerarlo un mal partido para Jade.

Curioso pensamiento, pero estaba equivocada.

–Si no les importa, voy a grabar esta conversación. Así podré concentrarme en lo que hablamos sin tener que tomar notas. Luego podré oírlo las veces que haga falta.

Los padres de Jade asintieron. Apretó el botón de grabación de su teléfono y lo puso en la mesa de centro.

–Muy bien, pues cuéntenme qué pasó el día que ingresaron en el St. Francis para dar a luz a su hija.

–Aquello era un caos –comenzó Carolyn–. Todo el mundo estaba pendiente de la llegada del huracán. Arthur estaba clavando planchas de madera en las ventanas y poniendo sacos de arena delante de la puerta corredera para evitar que entrara el agua. Habíamos hecho acopio de comida y estábamos preparados. Y de repente, me puse de parto. Me quedaba una semana para salir de cuentas, pero Jade quería venir al mundo –dijo, y al mirar a su hija, su rostro se ensombreció–. Bueno, Jade no, sino nuestra hija biológica. Todo esto es muy difícil. Me cuesta aceptar que el bebé que crie no fue el mismo que llevé en mi vientre. ¿Quién haría una cosa así?

Harley advirtió que se le habían humedecido los ojos a Carolyn. Las lágrimas no se le daban bien, pero sabía cómo arreglárselas. Era preferible mantener animados a los entrevistados que dedicarse a consolarlos.

–Entiendo que sea difícil. Solo intenta recordar lo que pasó en el hospital.

Arthur tomó la mano de Carolyn y se la estrechó.

–Llegamos al hospital antes de que llegara el huracán –continuó él–. Todavía faltaban unas horas y teníamos miedo de que el parto se alargara, ya que era nuestra primera hija. Pero todo fue bien y la niña nació sin mayor problema, si no tenemos en cuenta que me desmayé. Cuesta creerlo, pero lo más sencillo de aquel día fue el nacimiento del bebé. Unas dos horas más tarde, se fue la luz. El viento fue tomando fuerza y se desató un infierno. Como el nido no tenía ventanas, nos recomendaron que los bebés se quedaran allí por seguridad. Carolyn se quedó muy triste, puesto que apenas había podido tener al bebé en brazos cuando se lo llevaron. Tal vez, si hubiéramos pasado más tiempo con ella…

A Harley no le agradaba que los Nolan se sintieran culpables. No sabía qué había pasado, pero estaba seguro de que no habían hecho nada mal.

–No os castiguéis por esto. Por lo que tengo entendido, los recién nacidos se parecen, sobre todo las primeras horas. Sus rasgos y personalidades tardan un tiempo en aflorar. Pasaron muchas cosas ese día y no había motivos para poner en duda el trabajo del personal.

Arthur asintió, pero Harley se dio cuenta de que seguía culpándose.

–Después de la tormenta, las cosas no mejoraron mucho. Solo funcionaba la luz de emergencia. La mayoría del personal estaba en urgencias. Solo había dos o tres enfermeras en la maternidad, y, al menos, nueve o diez madres.

–¿Alguien del personal o de la gente que visteis en el hospital os pareció raro? ¿Algo que os llamara la atención?

Carolyn frunció el ceño, pensativa.

–Nada, aparte del huracán. Los empleados estaban muy estresados, pero se esforzaban en mantener la situación bajo control. Había una enfermera, no recuerdo su nombre, que se sentó y estuvo hablando conmigo un rato. Era muy agradable. No puedo creer que no me acuerde de su nombre. Todo el mundo fue muy atento. ¿Tú te diste cuenta de algo, Arthur?

Su marido sacudió la cabeza.

–Todo el mundo hacía lo que podía. Si vi algo extraño, lo achaqué a la situación.

–¿Cuándo pudiste estar con Jade?

–Al día siguiente –dijo Carolyn–. Para entonces, la luz ya había vuelto y todo parecía haber vuelto a la normalidad. Me pasé casi todo el día con ella. Fue entonces cuando vi esa marca de nacimiento en su pierna. Eso quiere decir que el cambio ya se había producido, ¿verdad?

Así era. Harley sabía exactamente a qué marca se estaba refiriendo, pero no iba a decírselo a sus padres. Tenía forma de media luna y estaba en la parte más alta del muslo de Jade. La había besado muchas veces en su juventud.

–Eso parece.

Carolyn empezó a llorar y Arthur la consoló. La conversación continuó durante otra media hora, pero Harley ya había conseguido lo que quería. El cambio se había producido durante el huracán. Eso reducía las posibilidades respecto al personal del hospital y a los visitantes con acceso a los bebés.

Harley sabía que debía centrarse en sus padres, pero no podía dejar de observar la expresión de Jade mientras continuaban recordando aquel día y el nacimiento de una niña que no era ella. Le resultaba difícil escuchar hablar del bebé que tanto habían deseado y con el que no habían vuelto a casa. Para ellos tampoco era fácil, pero era la expresión de dolor de Jade lo que atraía su mirada.

No le gustaba verla así. Harley no era el caballero de brillante armadura que había ido a salvarla. Pero tal vez podía aprovechar la situación para animarla. Había buscado información sobre ella después de la entrevista y se había quedado sin palabras frente a la pantalla del ordenador. Se había hecho falsas ilusiones con Lance y estaba pagando el precio por ello. Le había sorprendido descubrir que estaba cumpliendo condena, así que tenía que ocultárselo a Jade. Había puesto toda su fe en él y Lance había destruido su futuro en común.

Harley supuso que otro hombre en su lugar pensaría que era la acción del karma por haberlo despreciado tantos años atrás. Pero quería demasiado a Jade como para desearle mal alguno. Solo quería que fuera feliz y en aquel momento, además, quería ayudarla. Pero no quería caer a sus pies por mucho que le atrajera la idea de llevársela a la cama.

No, lo único que podía hacer por ella era descubrir la verdad y confiar en que finalmente fuera feliz, algo que se merecía.

 

 

Cuando la entrevista terminó, Jade acompañó a Harley al coche. Era invierno y ya había oscurecido. Estaba deseando que llegara la primavera para que subieran las temperaturas y poder trabajar en el jardín. Hasta que llegara ese momento, antes tenía que concluir aquella investigación con Harley.

–Espero que mis padres hayan sido de ayuda –dijo al llegar junto a sus coches.

–Desde luego que lo han sido. Al menos hemos acotado fechas. Seguramente te cambiaron nada más nacer, en el peor momento de la tormenta, cuando todo era una locura. En mi opinión, aprovecharon la ocasión.

–¿A qué te refieres, a que alguien lo hizo a propósito?

Jade llevaba varias noches dándole vueltas a cómo aquello podía haber pasado, pero no se le había ocurrido que pudiera ser algo deliberado.

–Podría entender que hubiera sido un error en medio de aquel caos, pero ¿de verdad piensas que alguien lo hizo adrede?

–Sí.

Harley cruzó sus brazos fornidos sobre el pecho y se apoyó en su deportivo. Estaba tan cerca del suelo que no debía de ser fácil entrar y salir de aquel coche.

–¿Con qué finalidad? ¿Qué sacaban con ello? No veo qué beneficio podría obtener alguien con una cosa así.

–Eso no lo sé todavía, pero lo descubriré de una manera o de otra. Me da en la nariz que fue intencionadamente. Tal vez no sabían de antemano qué bebés o cuándo, pero vieron la oportunidad durante la tormenta y la aprovecharon.

No dejaba de hablar en plural, con aquella expresión que la asustaba tanto como la entusiasmaba. ¿De quién estaba hablando? Jade no podía imaginar qué clase de persona haría algo así. Claro que la gente no dejaba de sorprenderla últimamente. Eso le recordaba que… Metió la mano en el bolsillo y sacó una nota que había recibido el día anterior.

–Harley, antes de que te vayas, quiero que veas esto. Llegó en el correo de ayer. Tal vez tenga algo que ver con la investigación.

Harley tomó la carta y la desdobló cuidadosamente. Su mirada recorrió el texto una y otra vez, y su expresión se fue ensombreciendo. Cuando levantó la vista, apretaba el mentón de rabia.

–¿Por qué no me lo has dicho antes?

Jade se puso rígida. ¿Se había enfadado con ella?

–Quería que hablaras antes con mis padres. No saben nada de la carta y tampoco quiero que se enteren.

Bastante tenían ya como para enterarse de que había recibido una carta anónima con amenazas. Lo cierto era que no estaba demasiado preocupada. Acababa de aparecer en televisión, cualquier trastornado podía haberla visto en las noticias y escrito aquella carta.

–¿Tienes idea de quién ha podido mandarte esto?

Jade sacudió la cabeza. La caligrafía era bastante sencilla; podía ser de cualquiera.

–Tal vez alguien del hospital quiere asustarme. No se mostraron muy colaboradores cuando hice pública mi historia. Estoy segura de que hay alguien que no quiere que siga adelante. Pero no me lo he tomado muy en serio.

Harley la miró entornando los ojos.

–Tienes que tomártelo muy en serio, Jade. Quienquiera que te haya mandado esto, sabe dónde vives. Eso es un problema. ¿Sabes si tus datos aparecen en la guía telefónica o en internet?

Jade se estremeció ante aquella idea. Había estado tan preocupada con otras cosas que no había caído en eso. Tenía que haberse puesto el abrigo, pero no había previsto que se quedarían hablando tanto rato fuera.

–No, vivo en una casa alquilada y no hay nada que asocie mi nombre con la casa, pero supongo que pagando se puede conseguir cualquier cosa en internet.

Aquel comentario hizo que Harley frunciera los labios. Jade deseó acariciárselos con el pulgar, como solía hacer, pero su mirada oscura y enojada le impidió mover los brazos.

–¿Tienes el sobre en el que llegó?

Ella asintió y se lo sacó del bolsillo.

–Toma. ¿Qué vas a hacer con él?

Harley se metió la mano en el bolsillo del pecho de la chaqueta y sacó una pequeña bolsa de plástico. Guardó la carta y el sobre dentro y la cerró.

–Voy a mandarlo a nuestro laboratorio con la muestra de ADN que he tomado tuya y de tus padres. A ver si pueden sacar algún rastro de ADN de la carta. Voy a necesitar tomar tus huellas para excluirlas.

–¿Tienes laboratorio?

¿Y por qué llevaba bolsas para recoger pruebas en la chaqueta? No iba a preguntárselo. Tenía la sensación de que no entendería por qué le parecía extraño.

Harley asintió.

–Es necesario. Las investigaciones de la policía local se eternizan por los retrasos en las pruebas de laboratorio. Como tengo mi propio laboratorio en Washington, ninguna de mis investigaciones tienen que esperar y todo es más rápido. Fue una de las primeras cosas en las que invertí cuando la empresa empezó a tener éxito.

Jade trató de no mostrarse impresionada, pero le fue difícil. El Harley que tenía delante era muy diferente al que recordaba. Al menos por fuera, porque por dentro, estaba segura de que seguía siendo un rebelde. Aunque tuviera un deportivo en vez de una vieja camioneta, seguramente seguía conduciendo muy deprisa. Y seguiría disfrutando saltándose las reglas siempre que pudiera. Eso siempre la había puesto nerviosa. Podía mirar a Harley, pero no tocarlo y mucho menos estar con él.

–Los resultados nos ayudarán a dar con quien lo hizo. Tal vez la persona que está detrás del cambio mandó la carta o alguien que sepa algo del caso –dijo mientras se la guardaba–. ¿Es la primera nota que recibes?

–Sí.

–¿Alguna otra cosa fuera de lo normal, alguna llamada de teléfono? ¿Te has sentido perseguida en algún momento?

Jade suspiró y trató de recordar lo que había hecho durante la última semana después de salir en las noticias y de que su historia se conociera en Charleston. Había sido caótica, pero no se había sentido en peligro.

–No se me ocurre nada. Llevo una vida bastante aburrida comparada con la tuya.

–Bien –replicó Harley, e inclinó la cabeza–, después de todo, es lo que querías, ¿no? Una vida tranquila y estable, todo lo que pensabas que no podría darte.

Esperaba aquel momento. Se había mostrado muy profesional hasta entonces, pero sabía que acabarían hablando de su ruptura.

–No sé qué podrías haberme dado. Éramos unos críos y tomé la decisión que creí mejor en aquel momento. Me equivoqué con Lance, pero también me podía haber equivocado contigo. Algo me dice que por aquel entonces no estabas interesado en una vida tranquila y que tampoco lo estás ahora.

Él se encogió de hombros, lo que Jade interpretó como una confirmación.

–Un poco de emoción no está mal, Jade.

Se apartó del coche y se acercó a ella, invadiendo su espacio personal.

Había pasado de pensar que estaba enfadado con ella por su ruptura a sentir el calor de su cuerpo al acercarse. Jade lo miró a sus intensos ojos azules, que se veían oscuros en el anochecer. Cuando la miraba así, podía sentir que el estómago se le encogía y los hombros se le tensaban. Echaba de menos aquella clase de emoción. Harley siempre le había ofrecido más de lo que esperaba.

–Te tomo la palabra –dijo ella obligándose a dar un paso atrás, a pesar de que todo su cuerpo ardía por echarse en sus brazos.

La forma en que la miraba era prácticamente un desafío, un desafío que estaba dispuesta a asumir. Pero precisamente por eso se apartó.

Lo último que quería era que su padre saliera otra vez al porche con su escopeta.

Harley suspiró, pero Jade se dio cuenta de que no iba a insistir en el tema. No era el momento ni el lugar, pero sabía que a la larga no podría escaparse.

–Bueno, te estás quedando fría, así que me marcho. Voy a recoger unas cuantas cosas en donde me estoy quedando y luego me encontraré contigo en tu casa.

Jade se quedó pensativa, preguntándose qué parte de la conversación no había escuchado mientras luchaba contra sus deseos. ¿Se había perdido en aquellos ojos azules y le había parecido entender que iba a ir a su casa?

–¿Cómo? ¿Por qué vas a venir?

Se palpó el bolsillo de la chaqueta, en donde había guardado la carta.

–Alguien te ha amenazado, Jade. Esto es muy serio. Necesitas que alguien te proteja.

–¿Tú?

¿Estaba de broma, no?

–Por supuesto que yo. Ahora mismo, no tengo personal en Charleston. ¿Acaso es un problema?

Arqueó la ceja, subiendo la apuesta del reto.

Sí, sí que era un problema. En muchos aspectos lo era, pero le puso la excusa más sencilla que se le ocurrió.

–No puedo pagarte un servicio de vigilancia, Harley. No me quedan ahorros después de lo que pasó con Lance.

Harley frunció el ceño.

–Deberías saber ya que no estoy haciendo esto por dinero, Jade.

–Pero yo…

Alargó el brazo y le puso un dedo en los labios para callarla.

–Considéralo un trabajo desinteresado. Necesito todas las deducciones fiscales posibles.

Ella dio un paso atrás para apartarse a pesar de que estaba deseando acercarse y sentir sus labios sobre los suyos en vez de su dedo.

–¿Mi opinión no cuenta? No recuerdo haberte pedido que…

–No –la interrumpió–. Conociéndote, sé muy bien que no vas a tomarte en serio esta situación. Estoy aquí para hacerlo por ti.

Sonrió y se apartó de ella. Luego abrió la puerta del conductor y se detuvo.

–Estaré allí en una hora –añadió.

Jade lo vio alejarse por el camino de acceso y desaparecer por la calle de sus padres. Sentía un nudo en el estómago a pesar de que la sangre todavía bombeaba caliente en sus venas.

Estar cerca de Harley era peligroso e iba a tener que estar con él más de lo que había previsto. ¿Qué iba a hacer? Una cosa era verlo durante un rato y otra que se quedara en su casa. ¿Sería capaz de resistir la atracción que sentía por él teniéndolo a escasos metros en la habitación de invitados? Solo esperaba que la investigación terminara cuanto antes. Su libido no podría soportar aquello mucho más tiempo.