Epílogo

Firmar papeles y más papeles. Los contratos con la agencia WHO. No les había vendido la agencia. Hernández Detectives solo tenía sentido si eran ellos solos. Hernández Detectives era una agencia pequeña, familiar. Y pueblerina, querida Amalia. Había preferido cerrarla y pasar a ser parte de la plantilla. En WHO todavía no sabían que la policía los investigaba.

Si salían de esta, tal vez en unos años podrían volver.

Firmar papeles para ingresar a Lola. Podrían resistir mejor el acoso policial si ella estaba en un lugar seguro.

Lola.

Una última comida familiar. Todos apretujados en la cocina.

Una última mirada al jardín. Al gato rubio y remolón.

Un deseo. Llevarse su taza ámbar de Duralex.

Un último beso a cada hija antes de subirse al coche con él.

Una última visita al cementerio.

Antes de marcharse a la clínica psiquiátrica.

Mateo la abrazó con fuerza en la puerta.

—Ahora, tienes que entrar, Lola.

—Claro.

Cruzó el umbral. La doctora y un enfermero la estaban esperando, él hizo amago de dar un paso al frente cuando Lola se detuvo y se dio la vuelta. No debía de ser la primera vez que un paciente trataba de escapar, pero la doctora lo frenó con un gesto de la mano.

—¿Estarás aquí cuando salga?

Mateo no lo sabía, pero quien le preguntaba era Lola, la Lola de antes, que estaba esperando en algún rincón.

—Sí.