2. La evacuación de la regla

La mayoría de las mujeres criadas en la cultura occidental no se han parado nunca a pensar en cómo se produce el proceso de evacuación de la menstruación. Inconscientemente, creen que se da de forma continuada durante todos los días de regla, como si tuviéramos un grifo abierto, y que no puede percibirse o controlarse.

¡Nada más lejos de la realidad! La evacuación de la menstruación funciona de una manera mucho más similar a la evacuación de la orina o las heces de lo que se suele imaginar.

En primer lugar, no vamos goteando constantemente, sino que nuestro útero se abre de manera periódica para expulsar su contenido: cada hora, dos horas, cuatro horas, dependiendo de la actividad que se esté haciendo, de si se trata del primer día de regla o el último, o de las características de aquel ciclo en concreto.

En segundo lugar, las contracciones que produce el útero para abrirse se pueden notar si recuperamos la conexión con el útero. Asimismo, también notamos cómo la menstruación sale por el cuello del útero, desciende por la vagina y es expulsada al exterior.

Finalmente, se puede aprender a evacuar la menstruación en el inodoro o donde se desee, como hacemos con la orina o las heces. Por tanto, las compresas no son otra cosa que pañales menstruales. Este método de gestión del sangrado menstrual es llamado sangrado libre.

¿Cómo se evacúa la regla?

En el capítulo anterior hemos explicado que la regla es el viejo tejido endometrial que ha sido destruido porque ya no sirve. Pero ¿cómo lo hace el cuerpo para expulsar al endometrio del interior del útero?

Para evacuar la regla hay que abrir la puerta del útero: el cuello del útero. El cuello del útero casi siempre está cerrado, con el objetivo de mantener al útero, las trompas y los ovarios libres de patógenos y suciedad. Solo se abre cuando el cuerpo quiere que entren espermatozoides (durante la fase fértil) o cuando tiene que salir la menstruación, el feto o el bebé (durante la regla, el aborto o el parto).

El cuello del útero tiene dos sistemas de cierre y apertura: el moco cervical y la dilatación del orificio.

La dilatación del cuello del útero

La dilatación del cuello del útero se lleva a cabo mediante las contracciones de la musculatura uterina (el miometrio). Durante la menstruación y la fase fértil solo se abre unos milímetros, durante el parto debe abrirse unos diez centímetros.

En el ciclo menstrual, si palpamos el cuello del útero cuando está abierto notaremos que está blandito, como los labios de la boca, y más retirado de la vagina. En cambio, cuando está cerrado lo notaremos duro como la punta de la nariz y más metido en la vagina.

Durante la fase menstrual el cuello del útero está más abierto que de costumbre, pero esta apertura no es suficiente para que salga el sangrado. Cada vez que el útero quiere evacuar la regla debe hacer unas contracciones que abren un poco más la puerta y expulsan su contenido.

Cada cierto tiempo el útero comunica a la mente que ya está preparado para evacuar el sangrado y esta da la orden de relajar el bajo vientre y contraer el útero para que se abra y lo expulse.

Las contracciones menstruales son parecidas a las del parto, pero muchísimo más suaves, porque ni hay que abrir tanto la puerta ni lo que hay que expulsar es tan grande. De hecho, ni siquiera es sólido, como un bebé, sino fluido.

Otra diferencia es que en el parto la dilatación y la expulsión son dos fases separadas y muy largas: primero se abre la puerta y luego sale el bebé, y más tarde la placenta. En el caso de la menstruación, estos procesos son muy cortos y se perciben como simultáneos.

Finalmente, durante la menstruación, en vez de hacer solo dos expulsiones (bebé y placenta) realizamos este proceso de dilatación-expulsión muchas veces durante varios días.

Pero excepto por estas diferencias, las contracciones menstruales son muy parecidas a las del parto o el aborto y, de hecho, haber pasado por estas experiencias tan intensas puede ayudar a reconocerlas y notarlas de forma más nítida.

Por otro lado, el útero está conectado con el conjunto de músculos del suelo pélvico y los huesos de la pelvis, y estos con el resto del cuerpo. De modo que durante la menstruación no solo podemos experimentar sensaciones intensas en el útero, sino también en el bajo vientre, espalda, muslos y rodillas, por ejemplo.

El moco cervical

El moco cervical se produce en el interior del cuello del útero. Va cambiando a lo largo de todo el ciclo menstrual, pero podemos dividirlo en dos tipos:

Moco de puerta cerrada: este tipo de moco es el que tenemos habitualmente y sirve para sellar la puerta del cuello del útero. Es un tapón en movimiento que va bajando por la vagina. Se parece al yogur: es cremoso, blanco o un poco amarillento, ácido y enseguida se seca.

Moco de puerta abierta: este tipo de moco aparece durante la fase fértil y en la menstruación, permitiendo la entrada de espermatozoides y la salida de la regla. Se parece a la clara de huevo cruda: es elástico, viscoso, transparente y tarda en secarse. Cuando tenemos este moco notamos la vagina y la vulva húmedas y resbaladizas.

Cuando vamos al baño los días en que tenemos más cantidad de moco de puerta abierta, este puede quedarse colgando unos veinte centímetros, uniendo la taza del váter con nuestra vagina o pegándose en nuestros muslos. Creo que es algo que muchas hemos vivido en más de una ocasión.

Uno o dos días antes de la menstruación podemos encontrar un poquito de moco de puerta abierta que nos indica que el útero se está empezando a abrir. Durante la regla, el moco cervical no se ve transparente porque está teñido del color de la menstruación.

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El sangrado libre

El sangrado libre consiste en evacuar la regla en el baño o donde tú quieras, igual que haces cuando orinas o defecas. No debería llamarse así porque no es nada especial, solo es menstruar. De la misma manera que no hablamos de orina libre o heces libres para referirnos a la acción de orinar o defecar en el baño o donde queramos, a la acción de expulsar la regla de manera consciente tampoco debería nombrársela de otra manera que no fuera, simplemente, «menstruar».

Pero como la realidad cultural que nos ha tocado vivir considera que menstruar es hacerse la regla encima sin notar las evacuaciones, nos serviremos del concepto de «sangrado libre» que ya está en uso para simplificar el acto comunicativo y no hacernos un lío.

A día de hoy aún se sabe muy poco sobre la capacidad de las mujeres de evacuar la regla de forma consciente.

Sin embargo, cada vez somos más las que lo practicamos. Espero que para cuando la ciencia se decida a estudiarlo ya seamos muchísimas las que lo hacemos.

De momento, lo que sabemos por experiencia propia es que las mujeres podemos aprender a detectar las señales corporales que indican que el útero está preparado para evacuar la regla y que necesita que busques un lugar adecuado para hacerlo.

Puedes notar el útero y el bajo vientre hinchado y duro, peso en la vagina y el suelo pélvico, incomodidad y tensión. Con la práctica, tu mente aprende a interpretar de forma automática esos indicadores y te manda el mensaje de que hay que evacuar la regla. En mi caso, actualmente me llega un mensaje tipo «necesito ir a menstruar», igual que cuando tengo que ir a orinar o defecar, pero sustituyendo el infinitivo.

Para evacuar la regla, tienes que mandar la orden de relajar el bajo vientre y soltar. Tu cuerpo evacuará todo lo que tenga preparado: menstruación, orina y heces, en caso de que las haya. Durante y después de la evacuación serás premiada con sensaciones placenteras, y al poco rato volverás al estado de bienestar en el que casi no notas el útero.

Para las mujeres que no hacen sangrado libre los indicadores de que necesitamos evacuar la regla no tienen ninguna utilidad, son percibidos como una molestia o dolor inútil y sin sentido. En cambio, si estás en el camino de aprender a hacer sangrado libre o ya lo practicas, estas señales son percibidas por tu mente como una información valiosa que te permite controlar la evacuación de la regla y hacerlo con placer en el lugar que hayas elegido, dándole un espacio y un tiempo para disfrutarlo.

Pasados los primeros días de sangrado intenso lo más seguro es que solo expulses la menstruación cuando vayas a orinar, de modo que dejas de percibir el mensaje específico de evacuar la menstruación y las sensaciones corporales asociadas a él.

Mi historia con el sangrado libre

Yo hace diez años que hago sangrado libre. Llegué a él sin saber que existía, después de parir de forma natural a mi primera hija y de pasarme muchas horas escuchando a otras mujeres hablar sobre sus úteros, embarazos, partos y lactancias.

Hasta los veinticuatro años tuve el útero totalmente borrado, pero a partir de entonces casi no hablaba de otra cosa y lo notaba muy a menudo gracias al embarazo, el parto y la lactancia, y a haber aprendido a llevar los orgasmos al útero.

Al mismo tiempo, volví a menstruar, y al haber recuperado mi útero empecé a notar un montón de sensaciones que antes no percibía. Me inicié en el uso de la copa menstrual y las compresas de tela, que me obligaron a tocar y observar mi sangre. Usando compresas de tela me di cuenta de que la regla salía a intervalos y no de forma continuada, y que a menudo la evacuaba cuando iba al baño.

En esa época estaba criando a mi hija y pasaba muchas horas en casa, pero lavar compresas de tela no se me daba bien y ya tenía bastante trabajo ocupándome de un bebé. Así que, inconscientemente, para evitar tener que lavarlas, empecé a estar atenta y a intentar evacuar en el baño. Fue después cuando descubrí que no era la única que lo hacía y que las otras mujeres lo llamaban así: sangrado libre.

Uno de los regalos sorpresa que me trajo el sangrado libre es el hecho de que dejas de sangrar mientras duermes, de la misma manera que no te orinas ni defecas encima durante el sueño.

El primer y segundo día de regla, a veces me despierto para ir a orinar y evacuar la regla, pero no he vuelto a manchar pijamas ni sábanas.

Hoy solo uso la copa para hacer deporte y bañarme en la piscina, y compresas de tela si no tengo la certeza de que podré ir al baño cuando lo necesite, más por estar tranquila que porque acabe evacuando en la compresa. El resto del tiempo solo uso bragas oscuras, porque así no quedan manchadas con los restos de menstruación. Y este es un punto importante que compartir: en mi caso, al final del día casi siempre he manchado un poquito, sin que sea suficiente como para traspasar a los pantalones.

Cuando estoy trabajando muy concentrada en el ordenador, a veces se me escapa porque me desconecto del cuerpo o no hago caso de las señales. Cuando noto que empieza a salir del útero (que se me ha escapado) voy corriendo al baño y suelo descargar la mayor parte en el inodoro. Estos escapes esporádicos no me preocupan, puesto que sé que noto perfectamente cuándo la sangre sale y que lo poco que se me pueda escapar antes de llegar al baño no alcanza más que a manchar un poco las bragas.

Cómo el sangrado libre cambia radicalmente la experiencia menstrual

En los últimos años el sangrado libre se ha ido popularizando y cada vez conozco a más mujeres que lo practican. Todas coincidimos en afirmar que menstruar donde nos plazca da la vuelta por completo al concepto de menstruar y ha cambiado de manera radical nuestra fase menstrual.

Por un lado, porque te facilita la vida, ya que no temes mancharte, no supervisas constantemente si tus pantalones están mojados, no lavas ropa manchada, duermes tranquila toda la noche porque sabes que no se te escapará, no te gastas dinero en la regla y no produces basura ni contaminas.

Por otro lado, porque ha mejorado la experiencia menstrual, ya que has resignificado las señales de alerta y de alarma como beneficiosas, de manera que no las percibes como una molestia inútil, notas el placer físico de la evacuación y experimentas un aumento en la autoconfianza y la seguridad, así como una fuerte sensación de control sobre el propio cuerpo.

He criado a una niña y un niño y llevo más de una década rodeada de otros tantos, acompañándolos en el proceso de aprender a orinar y defecar en el baño.

La sensación de empoderamiento y seguridad que experimentan los peques cuando son ellos los que mandan sobre su cuerpo es la misma que sentimos las mujeres cuando aprendemos a hacer sangrado libre.

Asimilando toda esta información

Es muy probable que la programación cultural que has recibido desde pequeña provoque que ahora mismo tu mente esté tirando toda esta información a la papelera, porque está demasiado alejada de tu cosmovisión y cuestiona todo lo que has aprendido sobre la regla.

Así que vamos a parar un momento y a intentar que eso no ocurra. Para ello, te pediré que busques en tu memoria alguna experiencia que se acerque a lo que te estoy contando. Así que de nuevo, contesta a las siguientes preguntas y, si te animas, compártelas con otras mujeres:

1. Piensa en tu última regla y analiza si siempre estás goteando o si solo aparece de forma esporádica. ¿Qué sensaciones percibes cuando sale? ¿Notas algo diferente en la vulva, en la vagina, en el útero o en el bajo vientre? ¿Cuántas veces al día sale?

2. ¿Alguna vez te has fijado que cuando tienes la menstruación y orinas o defecas casi siempre sale sangre? ¿Y cuando expulsas gases? ¿Y cuando te duchas con agua caliente?

3. En los últimos días de regla, ¿te ha pasado alguna vez que solo salga la regla cuando vas al baño y que, por ende, la compresa se mantiene limpia?

A partir de ahora, fíjate en estas situaciones y poco a poco empezarás a tomar consciencia del proceso de evacuación, y te darás cuenta de que es real porque lo compruebas en tu cuerpo.