Nuestra cultura nos ha educado para creer que el estado normal y deseable de las mujeres es el de apertura. Nos hace creer que ese es nuestro verdadero yo y que el estado de recogimiento es una versión hormonada de nosotras mismas, una versión falsa, como si nos hubieran poseído las hormonas y nos hicieran ser de otra manera.
Pero no es así, siempre somos nosotras mismas y no existen fases buenas ni fases malas. Cada estado nos permite tener una experiencia distinta del mundo en el que vivimos, pero siempre somos nosotras mismas. Y las hormonas siempre están presentes en diferentes dosis. De hecho, durante la ovulación se da un pico bastante espectacular de hormonas y, en cambio, bajan muchísimo durante la menstruación.
Esta sensación de que las hormonas me abducen, me hacen cosas que escapan a mi control y me ponen en situaciones muy comprometidas y desagradables es real para muchas mujeres. Pero el problema, de nuevo, no son las hormonas ni un defecto en la versión del ser humano hembra, sino el hecho de que nuestra sociedad no nos educa para transitar estados de recogimiento.
Nuestra sociedad no sabe qué hay que hacer cuando el cuerpo pide recogimiento. No nos han enseñado a descansar, a cuidarnos, a parar. No sabemos zambullirnos en nuestras profundidades en busca de respuestas.
Nos da miedo toda la intensidad de los estados de recogimiento, las emociones a flor de piel, el caos y la destrucción necesaria para crear de nuevo. Así que, cuando las hormonas nos obligan a descender, luchamos con todas nuestras fuerzas para mantenernos a flote. Es una lucha inútil que nos deja agotadas y totalmente frustradas.
Sin embargo, con las herramientas adecuadas las fases de recogimiento son un regalo increíble, tanto para la mujer que las experimenta como para su familia y su entorno.
En esta sociedad que nos mantiene siempre en apertura y a mil por hora, estas fases nos obligan a parar y a escucharnos, a sanar heridas y a tomar decisiones.
En esta sociedad que sigue educando a las mujeres para vivir para los demás hasta autodestruirse por agotamiento, estas fases nos obligan a ponernos a nosotras mismas en el centro y cuidarnos.
En esta sociedad que nos llena de necesidades superficiales e irreales, estas fases nos obligan a preguntarnos qué es de verdad importante, qué merece la poca energía que tenemos, qué nos hace sentir bien, en plenitud.
En esta sociedad que nos infoxica y nos bombardea con millones de estímulos, estas fases nos obligan a silenciar lo de fuera y sumergirnos en el silencio, en la nada.
En esta sociedad que, en apariencia, tiene todas las respuestas, estas fases nos obligan a buscar las respuestas dentro de nosotras mismas, que es donde realmente están.
Herramientas para transitar el recogimiento
En este capítulo te explico cuatro herramientas que deberíamos haber recibido cuando éramos pequeñas pero que nunca llegaron. Empezar a utilizarlas es incómodo, raro, pesado. Tendrás que obligarte a hacerlo, porque a los seres humanos no nos gusta nada salir de nuestro espacio de seguridad y tu mente activará mil mecanismos de defensa para apartarte de ese territorio desconocido, categorizado por ella como hostil.
Es como cuando te apuntas al gimnasio. Sabes que necesitas hacer deporte, pero aunque después de hacerlo te sientas genial, durante los primeros meses siempre encontrarías una buena excusa para no ir. Sin embargo, llega un momento en que esa actividad se vuelve una rutina y un lugar conocido y ya no cuesta llevarla a cabo. Es más, entonces te sientes mal y rara cuando no la haces.
1. Apaga las luces de neón y vuelve a casa
Debemos aprender la manera de entrar dentro de nosotras, conectar con una misma, volver a casa. Se trata de adormecer la mente y conectar con nuestro ser, esencia, yo interior o como prefieras llamarlo. Conectar con lo que somos cuando la mente deja de parlotear, escucharnos, cuidarnos, satisfacer nuestras necesidades. Sabemos que lo hemos logrado porque después nos sentimos llenas de paz, amor y aceptación, y a menudo obtenemos respuestas o dirección.
Para volver a casa se deben apagar las luces de neón: silenciar lo de fuera, acallar todos esos estímulos que nos distraen y reclaman nuestra atención; apagar el móvil, la tele, el ordenador; estar sola y en silencio. Se puede lograr meditando, mirando las musarañas, fregando los platos, corriendo, nadando, paseando, bailando, tocando música o cantando, masturbándote, dándote un masaje o un baño, y de otras mil maneras.
2. Abraza el malestar y el dolor
Como ya hemos explicado, es necesario considerar el malestar y el dolor como aliados y no como enemigos: son sabios consejeros que nos muestran las dificultades que debemos atender y solucionar.
Tenemos que abrazar el malestar en vez de temerlo, abrirnos a que nos inunde en vez de huir de él, porque si huimos no nos podrá entregar el mensaje que debemos oír. No hay que perder de vista que el malestar es un estado transitorio que desaparecerá en el momento en que hayamos satisfecho la necesidad que reclama. De modo que cuanto antes atendamos el malestar y tomemos decisiones, menos tiempo nos acompañará.
Puede parecer que una vez salimos del estado de recogimiento, el malestar se evapore como por arte de magia, porque dejas de llorar, de sentir ansiedad, de darle mil vueltas a ese tema, de gritar, de que te duela el cuerpo. Pero no es así, solo pasa a un segundo plano durante las fases de apertura, para luego volver a hacerse protagonista en la siguiente fase de recogimiento. Una y otra vez.
Nuestra cultura concluye que eso es la prueba de que ese conflicto que te desesperaba antes y durante la regla no era más que una ilusión hormonada, que no era real. Pero es al revés: el estado de recogimiento te permite poner el foco en ti, en tus necesidades, en tu malestar, y ver lo que no podemos percibir cuando toda nuestra atención está puesta fuera, en los otros, en el mundo exterior.
Si un conflicto se enquista durante años, cada vez las fases de recogimiento se vuelven más intensas. Si, por ejemplo, tienes problemas con tu pareja, cada vez te molestará más, alrededor de la menstruación se te hará cada vez más insoportable esa situación. Y esas emociones de malestar no solo afectarán a la convivencia de pareja, sino que teñirán todas las relaciones, se te irá desparramando el malestar por todas partes.
Por eso las mujeres suelen tener fases premenstruales y menstruales más intensas con el paso de los años, porque cada vez llevan la mochila más llena de conflictos no resueltos que chillan y pellizcan. Si no hacemos limpieza, ordenamos, tiramos lo que ya no sirve, todo eso se acumula, y cada vez que nos sumerjamos en el recogimiento nuestro ser gritará más fuerte que se está ahogando con tanta porquería. De modo que estas fases serán cada vez peores, más intensas y demoledoras. No hay escapatoria, y celebro que así sea.
Cuando abrazas el malestar y empiezas a poner orden, las fases de recogimiento se suavizan.
Cuando tienes tu vida limpia de conflictos —no porque no tengas nunca conflictos, sino porque los resuelves rápidamente—, las fases de recogimiento se vuelven ligeras y suaves, puesto que solo tienes que limpiar lo que se ha acumulado a lo largo del último ciclo.
3. Comunícate sin violencia, pero siendo auténtica
Uno de los conceptos culturales que acompañan a la fase premenstrual y menstrual es que las mujeres hacemos daño a las otras personas cuando transitamos estos estados. Y en muchas ocasiones es así, porque estas fases nos alientan a poner límites y a expresar nuestra verdad y necesidades, pero como no nos han educado para hacerlo de una forma constructiva, pues lo hacemos como podemos.
Debemos aprender a expresar nuestras necesidades a los demás sin atacarlos ni agredirlos. Para ello, cuentas con la técnica de la comunicación auténtica o no violenta. Por razones de espacio, solo puedo hacer una pequeña introducción, pero te animo a leer más al respecto. Consta de cuatro pasos sencillos y muy poderosos.
1. Describe la situación de manera lo más objetiva posible, como si fueras una cámara de vídeo. Obvia las apreciaciones subjetivas y las emociones.
Por ejemplo: Esta mañana me ha venido la regla. Por la tarde, he llegado de trabajar muy cansada y me he encontrado los platos de la cena sucios en el fregadero.
2. Explica el malestar que has sentido. Habla en primera persona sin echarle las culpas de ese malestar a tu interlocutor o a terceros, pero con toda la intensidad emotiva que necesites expresar.
Cuando he visto los platos he notado un pinchazo en el estómago y me he sentido profundamente agotada, frustrada y enfadada. Al cabo de un rato tenía un fuerte dolor de cabeza y dolor difuso en el bajo vientre y las piernas, y estaba de un humor de perros.
3. Detecta y comparte las necesidades auténticas no satisfechas que han originado este malestar.
Luego he podido conectar con lo que había provocado en mí todo ese malestar y me he dado cuenta de que necesitaba tener orden a mi alrededor y descansar.
4. Haz una petición a la otra persona, que sea concreta y que pueda tener un «no» por respuesta, puesto que tu interlocutor no tiene la obligación de satisfacer tus necesidades ni de hacerlo a tu manera. El acto comunicativo tiene como objetivo que podáis encontrar una manera que satisfaga las necesidades de ambos, no que la otra persona haga lo que tú quieres.
¿Podrías fregar tú los platos para que yo pueda descansar? En el caso que nos diga que no, podemos buscar otra solución. Por ejemplo, no entrar en la cocina y priorizar nuestro descanso.
Explotar como un volcán y ponerte a gritar y a decir palabrotas puede ser útil en algunas circunstancias límite en las que hay que desbloquear algo que está muy atascado y que necesita esa intensidad para que las otras personas y tú misma os deis cuenta de la magnitud del conflicto. También es útil cuando peligra tu integridad y tienes que defenderte.
Si, en cambio, explotas como un volcán muy a menudo y luego no solucionas el origen de ese malestar, esa explosión se convierte en un ruido inútil que las otras personas aprenden a no escuchar y a desatender. «¡Ya está gritando otra vez! ¡Es insoportable!»
La cantidad de conflictos por resolver, emociones y necesidades no expresadas, y las peticiones no formuladas en el seno familiar, laboral y de amistades es tan enorme en nuestra cultura que dar los primeros pasos en este trabajo comunicativo puede ser abrumador.
Pero cuando ya has limpiado todo lo acumulado y tienes práctica en la comunicación auténtica, resulta muy fácil y placentero expresarse y solucionar los conflictos. Y las fases de recogimiento pasan de ser un periodo tortuoso y oscuro del ciclo menstrual a un periodo que permite mejorar la vida de la mujer y su entorno.
Puedo afirmar por experiencia propia que la familia y la pareja agradecen que la madre transite estos estados porque pone sobre la mesa lo que debe ser revisado y cambiado. A modo de ejemplo te contaré que en mi segundo puerperio mi pareja se ganó a todas las mujeres de una fiesta diciendo de corazón que echaba de menos mis reglas, porque sin ellas no había manera de limpiar los desencuentros familiares y poner orden. El reconocimiento de ese don que tenemos las mujeres antes y durante la menstruación es profundamente sanador.
4. Conoce tu ciclo y apunta en qué día estás
Para terminar, es básico conocer en qué día del ciclo menstrual estás para saber qué características son propias de esa fase, con qué actividades tendrás más o menos facilidad y organizar tu agenda en función del ciclo. A continuación te presento los cuatro métodos más usados para registrar o tomar consciencia del momento del ciclo en el que te encuentras.
Diario del ciclo. Es el método más completo para conocer tu ciclo menstrual. Te ocupará solo dos minutos cada día antes de acostarte. Tienes que apuntar cómo has estado a nivel físico, mental, emocional, espiritual y sexual, así como los fluidos vaginales que has tenido ese día.
Se rellena una hoja por ciclo, de manera que al finalizarlo tendrás una idea de todo lo que has apuntado en un solo vistazo y podrás contrastarlo fácilmente con lo que ha ocurrido en los ciclos anteriores. Puedes comprar un diario del ciclo (como mi libro Viaje al ciclo menstrual) o hacerte tus propias láminas.
Calendario y agenda. Este método es muy simple, ideal para cuando ya conoces muy bien tus ciclos. Cuando te viene la regla marcas en rojo ese día y pones un interrogante rojo en el día en que calculas que te llegará la siguiente, por ejemplo sumándole 28 días (o la longitud media de tus ciclos). Cuando ovulas, marcas en amarillo ese día y pones un interrogante rojo catorce días después, que es cuando te tocaría menstruar. Este segundo cálculo es muy útil para las mujeres más irregulares.
Así tendrás una idea aproximada del día en que te toca menstruar y podrás organizar tus actividades en función del ciclo menstrual. Y si lo haces en el calendario común ayudará a que los demás miembros de la familia, tu pareja o tus compañeros de piso o de trabajo sepan en qué fase estás. Utiliza colores diferentes para cada mujer.
Objetos que simbolizan cada fase. Este método sirve para tomar consciencia de la fase en la que estás. Consiste en tener un pequeño espacio en la vivienda en el que puedas poner una imagen u objeto diferente según la fase del ciclo en la que te encuentres. Pueden ser láminas o un libro abierto con la explicación de esa fase (yo lo hago con mi libro El baile de la vida en las mujeres), objetos, flores o cualquier otra cosa. Otra manera de hacerlo es vistiendo un complemento que simbolice determinada fase, como por ejemplo un collar rojo para la fase menstrual.
Aplicaciones de móvil. Finalmente, existen aplicaciones que permiten hacer un seguimiento del ciclo menstrual y que te avisan de cuándo te vendrá la regla o de si estás fértil. Aunque han ayudado a popularizar el registro del ciclo menstrual, no me parecen una buena herramienta porque su objetivo no es el de enseñarte a conocer tu ciclo, sino el de que dependas de la aplicación para interpretar las señales que te manda tu cuerpo.
De la misma manera que no necesitas ninguna aplicación para saber si es invierno o verano, o si es de día o de noche, tampoco te hace falta una que te diga en qué fase del ciclo estás. Lo que necesitas es conocerte, nada más.