Ahora vamos a hacer una revisión de cuál fue la educación menstrual que recibieron la mayoría de las mujeres que están vivas a día de hoy, para que te des cuenta del legado menstrual que se ha transmitido en tu familia y en las familias que componen tu sociedad.
La voluntad de este capítulo no es plasmar toda la diversidad intrínseca a cada generación sino hacer un retrato generalista de la cultura menstrual hegemónica. Estos relatos te ayudarán a despertar recuerdos y a interesarte por la historia menstrual de tu familia y de las mujeres que te rodean, así como para comprender por qué sientes malestar cuando menstrúas.
Las bisabuelas
Empecemos por las bisabuelas, las mujeres nacidas en los años veinte y treinta del siglo xx. Solían convivir con varias mujeres fértiles dentro de una misma casa y todas usaban paños (retales de tela absorbente doblados) que debían lavarse y tenderse. Aun así, y por muy difícil que nos cueste imaginarlo, las madres de esta generación conseguían criar a sus hijas sin que supieran de la existencia de la menstruación.
Evidentemente, nunca mostraban la sangre menstrual a sus hijas ni a nadie. La sangre menstrual se consideraba algo sucio que debía llevarse con el más absoluto disimulo. Nadie debía notar que estabas menstruando, era motivo de vergüenza.
En esos tiempos las personas adultas nunca se desnudaban delante de sus hijas y ocultaban los genitales. Las mujeres de esta generación, cuando eran niñas, no tenían la palabra «vulva». En Cataluña, la vulva era llamada el culito o el culo de delante. Los hombres tenían pene y las mujeres no tenían pene. No existía nada más.
Muchas mujeres de esta generación conocieron la existencia de la regla el día que empezaron a menstruar. Para muchas fue un susto muy desagradable y la respuesta que recibieron por parte de sus madres cuando les explicaron que estaban sangrando «por allí abajo» fue algo parecido a:
En general, ni siquiera se nombraba de forma explícita que te habías convertido en una persona fértil y que podías quedarte embarazada. La chica deducía lo que buenamente podía de esta frase. No se explicaba nada sobre la prevención del embarazo porque el sexo solo podía ser reproductivo (no por placer) y debía practicarse únicamente con el marido. Es importante tener en cuenta que en esa época quedarse embarazada antes del matrimonio era un hecho que destrozaba por completo la vida de esa mujer y marcaba a toda su familia.
Las abuelas
Por abuelas nos referimos a las mujeres que nacieron en la década de los años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo xx. Estas mujeres crecieron durante la dictadura española y se educaron en escuelas franquistas.
La historia de la primera regla de estas mujeres es bastante parecida a la de las bisabuelas: soledad, silencio, vergüenza, culpa. La mayoría nunca había visto a su madre menstruar ni sabía nada de la regla. La frase que acompañó el explicar que tenían las bragas llenas de sangre es bastante similar a la generación anterior, algo parecido a lo siguiente:
Pero a diferencia de la generación de las bisabuelas, esta generación rompió con el legado de represión sexual de su linaje femenino. Son las mujeres que hicieron la revolución sexual y feminista, cada una como pudo, de forma mucho más traumática y difícil de cómo nos lo han vendido.
La libertad y el poder en esa época vestían cuerpo de hombre, así que muchas de ellas ocultaron sus características femeninas para poder acceder al mundo de los hombres: salir del hogar y conquistar el espacio público, estudiar, tener una carrera laboral, independencia económica, ser dueñas de su vida y tomar sus propias decisiones.
La regla, los embarazos, los partos, las lactancias y el climaterio no eran temas de interés, y más bien se quería creer que no las alteraban en absoluto, para que no se cuestionase su valía en el mundo masculino. Si podían, minimizaban estas experiencias con medicamentos o productos industriales (como la leche de fórmula).
Algunas feministas de esta generación se reunían en grupos de autoconocimiento de mujeres en los que hablaban de sexualidad, aprendían compartiendo informaciones y vivencias sobre su cuerpo sexuado y quebraban poco a poco los tabúes con los que habían crecido. Estos grupos hicieron un trabajo espectacular, pero es importante recalcar que eran absolutamente minoritarios. Aun así, les debemos muchos de los avances que se han hecho en materia de educación sexual y conocimiento de la sexualidad de las mujeres.
Las mujeres de esta generación hicieron una transformación titánica en términos de género y de sexualidad, sin la que no existiría el mundo que conocemos ahora. Dentro de ellas conviven dos cosmovisiones muy diferentes: la mujer del pasado y la mujer del futuro. A veces toma el mando una y a veces la otra, lo cual es bastante estresante tanto para ellas mismas como para las personas con las que conviven.
El precio por cometer tal osadía ha sido muy alto en términos de ansiedad, miedo, rabia, tristeza, frustración, culpa, soledad, desarmonía, autoexigencia y negación de sus características de hembras.
Las madres
Nos referimos a las mujeres que nacieron en los años setenta, ochenta y noventa. Aquí vemos un cambio de patrón, puesto que muchas de sus progenitoras quisieron modificar la manera de educar la sexualidad de sus hijas. Sin embargo, este cambio fue mucho más teórico que práctico, puesto que no les salía espontáneamente ni sabían cómo hacerlo.
Madres e hijas sentían mucha vergüenza e incomodidad las pocas veces en que hablaban sobre sexualidad, pero aun así estas mujeres valientes enfrentaron sus miedos y empezaron a romper el silencio, sin ningún referente familiar pero con el convencimiento de que era su deber transformar este legado. Estas niñas nunca vieron a sus madres cambiarse una compresa o un tampón, ni contemplaron el sangrado antes de que saliera de su propia vagina.
Los padres de las chicas de final de siglo y los hombres de su entorno no hablaban sobre la menstruación, más que para soltar en alguna discusión matrimonial de forma despectiva: «¡Seguro que tienes la regla!». Por otro lado, delegaban totalmente la educación menstrual y sexual a la madre. En consecuencia, las chicas sentían vergüenza de que su padre supiera que ya menstruaban o, aún peor, de que la menarquía les llegara estando a solas con él.
Esta generación creció con anuncios en la televisión de compresas de un solo uso y tampones, que aseguraban que usándolos podías seguir con tu día a día como si no estuvieras menstruando. Aunque la imagen que transmitían sobre la fase menstrual era totalmente engañosa, al menos gracias a ellos la mayoría de las niñas sabía de la existencia de la regla. Las películas, los libros y las canciones seguían sin nombrar nunca la menstruación. Esta no existía más allá de los anuncios y las estanterías del súper.
La frase que dijeron sus madres cuando supieron que habían empezado a menstruar fue algo así:
Sus progenitoras no querían legarles el miedo al embarazo ni los mitos que les transmitieron a ellas cuando empezaron a menstruar, pero se fueron al otro extremo y olvidaron marcar este cambio tan transformador en la vida de sus hijas.
Le daban mucha importancia a que la regla no supusiera ninguna desventaja respecto a los hombres. La menstruación no debía notarse ni marcar ninguna diferencia. Sin embargo, no les dieron la educación menstrual necesaria para que así fuera, sino que intentaron hacer desaparecer la regla. Obviamente, no se puede comunicar lo que no se sabe.
La visión sobre la menstruación sigue siendo negativa para esta generación. La regla sigue siendo invisible y mancharse los pantalones, una experiencia horrible, porque muestra lo que es tabú. Durante los últimos años de escuela, que se descubriera que una chica llevaba compresas en la mochila era motivo de burla y las que la tenían no se lo contaban ni a sus amigas.
Las hijas
Son las generaciones más jóvenes, nacidas ya en el siglo xxi. La mayoría de las niñas de hoy saben que las mujeres menstrúan y que algún día les vendrá la regla. Pero siguen muy desinformadas: no conocen los cambios físicos que les indicarán que se aproximan a la menarquía, ni la existencia del flujo vaginal, y ni siquiera han tocado nunca una compresa ni saben cómo se coloca.
Como ya hemos comentado, no conocen ni el nombre, ni la función, ni la ubicación, ni cómo se cuidan los órganos sexuales. No saben nada del clítoris ni del útero y piensan que sus padres solo han tenido relaciones sexuales para procrear. Eso sí, muchas de ellas sí que han visto a sus madres cambiarse la compresa y han podido observar de lejos la sangre menstrual.
Han oído o experimentado que las mujeres cuando tienen la regla están de mal humor y pueden notar fuertes dolores. Son conscientes de que a sus madres no les gusta nada menstruar. Pero no saben mucho más.
La mayoría de los padres sigue sin hablar sobre la regla y delegando la educación sexual a las madres, pero están mucho más presentes e implicados en la crianza que la generación anterior. Las chicas ya no temen que la menarquía les llegue en su presencia y no desean ocultarles esta experiencia.
Estas mujeres del mañana están creciendo en una cultura que cree haber superado el tabú menstrual porque nos duchamos y hacemos mayonesa cuando menstruamos y porque usamos compresas y tampones que se anuncian en la tele. Sin embargo, la visión de la regla y de los procesos sexuales femeninos sigue siendo muy negativa: casi nadie desea tener la regla porque es algo vinculado al dolor, al malestar y a la vergüenza.
La frase que acompañará la primera regla es:
Sus madres quieren que se alegren de tener la regla, pero su experiencia menstrual es tan negativa que no saben cómo celebrar algo que les acarrea tan malos momentos. Entonces se acogen a la cuestión de que es una muestra de buena salud y de fertilidad. Pero están tan poco convencidas de sus propios argumentos que, por supuesto, sus hijas no tienen ningunas ganas de celebrar tan terrible noticia. La generación de adolescentes de hoy en día lo tiene claro: «Tener la regla es una mierda».
Por otro lado, sí que les dicen que ahora ya pueden procrear pero no dan la información necesaria para que puedan comprender con qué prácticas sexuales pueden quedarse embarazadas y con qué otras no. No se explica bien qué significa hacer el amor y cómo hacerlo con seguridad, placer y responsabilidad.
Madres e hijas intuyen que hay algo que está patas arriba en esta versión de la menstruación y la menarquía, pero no encuentran la manera de desenredar tan tremendo lío.
Menarquía a la española
Vemos que el leitmotiv que se repite en la educación menstrual de las cuatro generaciones es cómo ocultar el sangrado. Así que el tabú menstrual sigue vivito y coleando, y tiene mucha más fuerza de lo que creemos.
El otro aspecto que parece repetirse es la soledad con la que se experimenta la primera menstruación. Las hijas de hoy se lo explican a las madres, pero estas, más allá de decir la frase posmenarquía del momento, prácticamente no las acompañan. Sus padres se mantienen al margen de estos «temas de chicas». A menudo, no lo comparten tampoco con las amigas.
Por otro lado, observamos que no se hace ninguna referencia a los cambios cíclicos que experimentarán de ahora en adelante. El concepto de ciclicidad es inexistente. Si acaso, se habla de hormonas que hacen que te comportes de forma extraña e incorrecta. En ningún caso se da un valor positivo a la experiencia cíclica.
Para terminar, en algunas ocasiones sí que se habla de manera más o menos explícita de que ya te puedes quedar embarazada. Sin embargo, se hace desde el miedo y la falta de información concreta, sin dar herramientas para poder gestionar la propia fertilidad. De nuevo, si se hace referencia al inicio de la fertilidad es como algo que empeora la vida, no como un motivo de celebración.
A modo de resumen: para la mayoría de las mujeres de nuestra cultura, la llegada de la primera menstruación ha sido un susto, una mala noticia o algo inevitable que les complicaba la vida, quizá solo a excepción de las chicas a las que les vino la regla muy tarde, ya que deseaban desesperadamente tenerla para no ser diferentes.
A todo lo anterior tenemos que sumar lo que aprendimos en los capítulos precedentes: experimentamos la menarquía con el útero y los órganos sexuales borrados, sin notarlos ni saber lo que ocurre en ellos durante la menstruación y el ciclo menstrual, y con la Maldición de Eva a cuestas, que nos ha hecho creer que el malestar y el dolor son intrínsecos a la menstruación.
De la misma manera que en su momento aprendimos a caminar, comer, hablar y defecar y orinar en el inodoro, durante la menarquía y las primeras menstruaciones aprendemos a menstruar. Esta manera de menstruar es la que nos acompañará durante los siguientes cuarenta años si no hacemos una revisión de lo aprendido y lo reformulamos, si no adquirimos una nueva cultura menstrual.
Así que la mayoría de las mujeres adultas de nuestra cultura siguen experimentando la regla de la misma manera que lo hicieron en sus primeros años cíclicos: con malestar, desconocimiento, soledad, vergüenza y sin notar ni entender lo que ocurre en su útero.
¡La menstruación es más que una compresa!
Sin embargo, como pasó en la generación de las abuelas, hay un grupo de madres que están haciendo las cosas de otra manera, y quizá a la larga se generalice ese cambio entre toda la población.
Son mujeres que se cambian las compresas, las copas y los tampones delante de sus hijas e hijos. Que muestran su vulva y hablan de su clítoris. Que se están cuestionando la Maldición de Eva y buscan la manera de experimentar sus procesos sexuales con bienestar y amor. Que relatan sus embarazos, partos y lactancias.
Mujeres que se han enamorado de su sangre menstrual y celebran su belleza delante de su familia. Que están conociendo su ciclo menstrual y cooperando con él. Que están aprendiendo a escuchar sus propias necesidades, nombrarlas en voz alta y hacer que sean respetadas, primero por ellas mismas y luego por los demás. Que celebran el primer día de regla y se alegran de que les venga.
Cuando voy a facilitar talleres en las escuelas, enseguida reconozco las hijas de estas mujeres y me lleno de esperanza porque veo que el cambio ya está en marcha y que esta nueva cultura menstrual que tanto necesitamos forma parte del presente.
Cuando les venga su primera regla sus madres no tendrán que enseñarle a ponerse nada porque estas chicas ya conocerán todo lo que hay que saber sobre la regla desde bien pequeñas. Simplemente, lo celebrarán y harán un repaso de los regalos que conlleva esta etapa vital y de los recursos que se necesitan para gestionarlos. Sin silencios, sin soledad, sin miedo.