4. Del dolor al placer

En mi día a día profesional hay una idea que los y las participantes de mis actividades repiten una y otra vez, y no por ser recurrente pierde intensidad emotiva: «¡No sabemos nada sobre la sexualidad de las mujeres!».

Órganos que no sabías ni que tenías, sensaciones que no has notado nunca, fluidos que asegurarías que son ciencia ficción. Posibilidad de notar placer donde solo has experimentado dolor, de convertir una experiencia que para ti era lineal en un patrón cíclico, de darte cuenta de que llegaste muerta de miedo y sin el conocimiento y el acompañamiento necesarios para transitar la menarquía, las primeras relaciones sexuales, el embarazo, el parto, la lactancia, el climaterio.

No estamos hablando de un conocimiento complementario cuyo aprendizaje no modifica mi vida, sin el que puedo vivir perfectamente bien, del tipo saber cómo se creó el universo o cómo funcionan los volcanes. No, estamos hablando de nuestros cuerpos, de nosotras, de lo que somos. Estamos hablando de un conocimiento sin el cual la vida se experimenta con dolor, se vuelve oscura, se llena de fantasmas.

Supongo que muchas de las lectoras ahora mismo también tendréis esta sensación de fraude, de haber sido estafadas. Y esta sensación es buena, porque permite que nos rebelemos contra esta realidad tan injusta y tengamos la fuerza para cambiarla. Porque, no te voy a engañar: necesitamos hacer un esfuerzo considerable para superar todas las barreras que nos impiden hacer este gran paso.

¡La sexualidad de las mujeres es muchísimo más compleja que la de los hombres! Así que hay que dedicar muchas horas a comprenderla e integrarla para que las mujeres podamos llegar a estos procesos vitales bien preparadas y seguras, y para que los hombres puedan entendernos en su día a día personal y profesional.

La educación menstrual debería impartirse junto con la educación sexual durante toda la escolarización, de los cero a los dieciocho años. Me parece mucho más apremiante que estudiar las dinastías reales, las raíces cuadradas o los nombres de las montañas. Sin embargo, lo más importante es lo que se aprende en casa, a partir del modelo y las enseñanzas de las personas que conviven contigo.

Por otro lado, hay que tener presente que el vacío ha sido tan grande durante tanto tiempo que costará décadas volverlo a llenar. En la actualidad, estamos empezando a desenredar el ovillo, pero a medida que personas de todos los ámbitos profesionales y culturales adquieran los conocimientos básicos y se sumen a esta nueva cultura menstrual, automáticamente se irá produciendo más y más conocimiento al respecto.

Cada mujer que sana su relación con la regla y se sumerge en la tarea de conocerla y cooperar con ella está colaborando en la creación de esta nueva cultura y en la elaboración del conocimiento colectivo sobre la menstruación que hasta el momento se nos ha negado. Ahora es solo cuestión de tiempo, porque este conocimiento ya está circulando y multiplicándose, impa­rable.

De una cultura menstrual basada en el dolor…

Recapitulando, ¿de qué manera consigue la cultura la increíble gesta de hacernos experimentar la menstruación con malestar en vez de bienestar?

1. La menstruación sigue siendo un gran tabú.

2. La cultura nos borra el principal protagonista de la menstruación, el útero, y lo asocia al dolor.

3. La cultura nos educa como personas lineales y vincula la menstruación, el ciclo menstrual y los procesos sexuales femeninos con el malestar y la vergüenza.

4. No entendemos para qué sirve el malestar menstrual y nos esforzamos en silenciarlo en vez de atenderlo, a la vez que nos han educado para hacer lo posible en satisfacer las necesidades de las demás personas y no dar prioridad a las nuestras.

5. La educación menstrual que pasa de una generación a otra es terriblemente pobre y sesgada, centrada en la ocultación de la sangre y el miedo al embarazo.

6. La menstruación, el ciclo menstrual y la fertilidad de las mujeres son procesos muy complejos sobre los que sabemos poquísimo.

… a una cultura menstrual basada en el placer

Ahora que ya hemos conocido cómo se lo monta la cultura para que vivamos la regla con dolor, vamos a ver qué podemos ha­cer para transformarla en una cultura menstrual basada en el placer.

1. Romper el tabú menstrual

Leer y hablar de la menstruación con todo el mundo, también con los hombres y los niños. Crear canciones, libros, cuadros, películas, etc. que incluyan la menstruación. Cuando tengamos la regla, no ocultarlo a nuestros familiares, compañeros de piso, compañeros de trabajo, profesores, alumnos. Preguntar a las demás mujeres cómo lo hacen para sentir placer al menstruar, para gestionar el sangrado, para celebrar la regla.

2. Recuperar nuestros órganos sexuales

Conocer perfectamente cómo se llaman todos nuestros órganos sexuales, dónde están, para qué sirven, cómo se cuidan y cómo se transforman durante la respuesta sexual, en cada fase del ciclo menstrual y reproductivo, y en cada etapa vital. No solo en el plano teórico, sino en nuestro propio cuerpo.

Explorar nuestros genitales, moverlos, notarlos, integrarlos en todas nuestras actividades, que no desaparezcan, que formen parte de nuestro día a día, igual que la mano, la nariz o los labios.

3. Destruir nuestro complejo de Patito Feo

Darse cuenta de las diferencias abismales que comprenden la etapa fértil masculina y femenina. Apreciar la belleza y perfección de ambas. Abrazar la naturaleza cambiante de las mujeres en etapa fértil. Reflejarse en otras mujeres, compartir con ellas lo que se experimenta siendo cíclica o transitando el climaterio y la madurez. Crear conocimiento colectivo sobre ello. Dejar de esconderse, de disimular, de avergonzarse por ser diferente a los hombres.

4. Escuchar el malestar y poner nuestras necesidades en el centro

Eliminar la Maldición de Eva e integrar la idea de que la menstruación no debería doler per se. Comprender la función del malestar y el dolor. Convertirlos en nuestros aliados y dejar de luchar en su contra y de acallarlos. Escuchar sus mensajes y observar cómo el malestar se evapora cuando conseguimos descifrarlos y hacerles caso.

Integrar que la satisfacción de las necesidades auténticas no es un capricho ni un lujo, sino la única manera de estar bien. Y que la vida consiste en estar bien, no en sufrir.

5. Sanar el legado menstrual

Conocer la historia menstrual de nuestras antepasadas, pedirles que nos cuenten cómo las prepararon para la primera regla, cómo experimentaron la menarquía, qué cambiarían, cómo han vivido sus reglas, sus ciclos menstruales, sus ciclos reproductivos, climaterio y madurez. Agradecer lo que nos han enseñado y perdonar todo lo que no supieron transmitir o acompañar. Recordar y sanar nuestra propia historia menstrual. Educar a las nuevas generaciones para que puedan gozar de sus menstruaciones y sexualidad.

6. Estudiar la menstruación y el ciclo menstrual

Observarse y conocer perfectamente las características del propio ciclo menstrual y de la regla. Recopilar conocimiento teórico. Contrastar este conocimiento a través de las propias vivencias. Compartirlo con otras mujeres y aprender juntas de las similitudes y diferencias.

Hace tiempo que algunas mujeres, cada vez más, nos hemos volcado en esta tarea tan apasionante. Si eres una de ellas sabrás que cuando empiezas a experimentar esta nueva cultura menstrual no puedes dejar de hablar de ello con todo el mundo.

¡Tienes una necesidad brutal de compartir que las mujeres no estamos taradas y que es posible experimentar la menstruación de otra manera, mucho más placentera y luminosa!

Lo que te cuento en este libro está basado en el conocimiento que estamos aprendiendo y compartiendo las mujeres que hemos iniciado este viaje, esas mujeres que hemos decidido empezar de nuevo y crear una nueva cultura menstrual, basada en el placer y no en el dolor.

En la segunda y tercera parte aprenderás todo aquello que es imprescindible saber sobre la menstruación, para así poder experimentarla con la misma confianza, seguridad, bienestar, placer y alegría que sentimos cuando caminamos, comemos o descansamos.