Una aventura nocturna

—¡Soy la reina Malicia! —exclamó la chica que vestía de negro mientras se apartaba de la cara el pelo largo y oscuro—. ¡Captúrenlas, duendes de la tormenta!

Dos pequeñas criaturas con alas negras corrían por la habitación y reían de modo desagradable.

Paula Costa y Rita Miró gritaban y se escondían detrás del sofá. La chica de negro, evidentemente, era su amiga Abril que, vestida con una sábana vieja, agitaba un rayo que había pintado en un trozo de madera. ¡Pero su actuación era tan real que parecía que la repugnante reina Malicia estuviera en la habitación!

Los duendes de la tormenta eran Max y Alex, los hermanos pequeños de Paula, disfrazados como si fueran los horribles ayudantes grises con dedos puntiagudos de la reina Malicia. Rita les había puesto unas toallas viejas y oscuras por encima de las camisetas para que parecieran las alas de murciélago de los duendes de la tormenta.

Los niños, emocionados, gritaban y corrían de un lado a otro de la habitación para tomar a Paula por las piernas mientras ella intentaba esconderse detrás del sofá.

—¡Te tengo! —se rio Alex.

—Eso es lo que tú crees —dijo Paula riendo, saltándole encima y haciéndole cosquillas.

Rita hizo lo mismo con Max.

—¡Duendes bobos! —los regañó Abril con una voz dramática—. ¿Lo tengo que hacer todo yo? —dijo mientras pinchaba a Paula, bromeando, con el rayo de madera.

—¡Alex, Max! —gritó el padrastro de Paula desde la cocina—. ¡Es la hora del baño!

Paula soltó a Alex y fue hacia la puerta.

—¡Ya van! —gritó—. Lo siento, chicos —dijo a sus hermanos pequeños—. Se acabó el juego.

—Pero yo quiero ser un duende de la tormenta —dijo Max, que tenía tres años, frunciendo el ceño.

—Los duendes de la tormenta no existen, bobo —le respondió Alex, que tenía cinco años.

Paula miró a Abril y a Rita por encima de las cabezas de sus hermanos y sonrió. Los niños no sabían que los duendes de la tormenta eran reales, ¡y que vivían en una tierra mágica llamada Secret Kingdom!

Secret Kingdom era un lugar maravilloso lleno de duendes, unicornios, sirenas y todo tipo de criaturas mágicas, pero sus habitantes estaban en peligro.

Un día, no hacía demasiado, las chicas encontraron una Caja Mágica en el mercadillo de la escuela. Esa caja transportó al rey Félix, el gobernante de Secret Kingdom, y a su hada real, Trichi, al mundo humano.

El rey Félix y Trichi les pidieron ayuda a las chicas para luchar contra la reina Malicia, la malvada hermana del rey.

Cuando el rey Félix fue elegido para gobernar Secret Kingdom, la reina Malicia se enfadó mucho y escondió seis rayos terribles que repartió por el reino. La reina había hechizado los rayos para que causaran caos y dejaran el reino en ruinas.

Abril, Rita y Paula ya habían encontrado cuatro de esos rayos y habían acabado con sus horribles hechizos. Pero, mientras la Caja Mágica no las llamara, ¡lo único que podían hacer era jugar a luchar contra la reina Malicia y los duendes de la tormenta!

Paula, Rita y Abril ayudaron a Max y a Alex a quitarse los disfraces y los mandaron a bañarse. Después las chicas se dirigieron a la habitación de Paula para ver una película. Al pasar junto a la ventana vieron que afuera todo estaba oscuro y cubierto de nieve.

—Esta noche quizá volverá a nevar —dijo Abril esperanzada.

—Brrrr —dijo Rita, apartándose los rizos pelirrojos de la cara mientras miraba el sombrío jardín—. ¡Un tiempo ideal para una pijamada! —sonrió.

Las tres chicas entraron a la habitación de Paula, que estaba pintada de un suave color amarillo y tenía un montón de pósteres de animales colgados en las paredes. Paula se puso su vieja y cómoda pijama de flores amarillas. Rita se puso la suya, verde y púrpura, y luego ambas admiraron los pantalones cortos y el chaleco combinado de Abril, que estrenaba pijama de puntos rosas.

—¿Qué vamos a ver? —dijo Paula, mirando la montaña de películas.

Pero Abril y Rita no la escuchaban. Habían tomado la Caja Mágica, que estaba entre las filas de libros y montones de muñecos de peluche de la estantería de Paula, y la pusieron sobre su cama.

La Caja Mágica era del tamaño de un joyero. Los laterales eran de madera grabada con imágenes de criaturas mágicas y tenía un espejo en la tapa curvada rodeado por seis bonitas piedras de color verde.

—Yo ya sé lo que me gustaría ver —dijo Rita—. ¡La Caja Mágica brillando!

—¡También a mí! —coincidió Abril, pasando los dedos sobre los grabados—. ¡Y que apareciera un nuevo acertijo para decirnos dónde está el próximo rayo!

Abril tenía la caja delante y se quedó mirándola fijamente con la esperanza de que apareciera un mensaje, hasta que tuvo que parpadear.

—¡Es inútil! —dijo finalmente—. Pongamos una película.

Paula puso una película y las chicas acabaron riendo tanto que la señora Costa tuvo que advertirles que ya había llegado la hora de dormir. Después estuvieron hablando bajito durante un rato y luego de una en una se fueron quedando dormidas.

Paula se despertó de repente en mitad de la noche, abrió los ojos medio dormida y miró a su alrededor para ver qué era lo que la había despertado.

Rita y Abril estaban acurrucadas en el suelo, dentro de sus sacos de dormir, y todo parecía tranquilo. Entonces Paula se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo.

¡Podía verlo todo! En lugar de estar a oscuras, su habitación estaba iluminada por un tenue resplandor.

Pero todavía no puede ser de día, pensó. Luego miró hacia los muebles y su corazón saltó de emoción; ¡la luz venía de la Caja Mágica!

De repente ya estaba completamente despierta, salió de la cama y se arrastró entre los dos sacos de dormir de sus amigas que ocupaban la mayor parte del suelo. Con las manos temblorosas, despertó primero a Rita y después a Abril.

—La Caja Mágica —susurró mientras la tomaba—. ¡Está brillando!

Rita y Abril se despertaron y salieron a toda prisa de sus sacos de dormir.

Mientras las chicas se sentaban alrededor de la caja, la luz parpadeante se reflejaba en sus rostros y unas palabras empezaron a aparecer en el espejo de la tapa:

Donde los duendes se deslizan, no corren, donde van sobre tablas para divertirse, donde las mejillas son rojas y el aliento blanco, ¡allí hay que ir esta noche!

—¿Duendes haciendo surf? —susurró Paula dudando—. Eso explicaría lo de las tablas. Pero no las mejillas rojas y el aliento blanco.

—¡Ya lo sé! —exclamó Rita—. El surf no es el único deporte en el que se utiliza una tabla. Mi tío el mes pasado fue a practicar snowboard.

—¡Y cuando hace frío y nieva puedes ver tu aliento y las mejillas se te enrojecen! —exclamó en voz alta Abril.

—¡Shhh! —le dijo Paula sonriendo—. ¡Vas a despertar a mi madre!

—Lo siento —murmuró Abril tan bajito como pudo.

—¡Tenemos que ir allí donde los duendes practican snowboard!

—Miren, la Caja Mágica se está abriendo —dijo Rita.

Las chicas miraron cómo la tapa curva de la caja se abría y les mostraba los seis pequeños compartimentos del interior. Cuatro de ellos ya estaban ocupados por los increíbles regalos que les habían hecho los habitantes de Secret Kingdom por haberlos ayudado. Había un mapa mágico que mostraba todo lo que estaba pasando en el reino, un pequeño cuerno de unicornio de plata que les permitía hablar con los animales, un bonito cristal que podía controlar el clima y una perla que las hacía temporalmente invisibles.

Rita sacó con cuidado el mapa que el rey Félix les había regalado en su primera visita.

Lo extendió sobre su saco de dormir de manera que el resplandor de la Caja Mágica lo iluminara.

Paula y Abril se inclinaron hacia adelante impacientes.

—¿Qué ocurre aquí? —señaló Rita. En el extremo inferior de la isla, en forma de luna creciente, había una montaña enorme ¡totalmente cubierta con nieve de color rosa brillante! Mientras las chicas observaban con atención, el mapa mostraba cómo caían sin parar copos de nieve de color rosa sobre la isla. Al pie de la montaña podían distinguir una pequeña ciudad.

—Aquí está escrito el nombre de la ciudad, pero ¿qué dice? —murmuró Paula a sus amigas—. Hay tan poca luz que no puedo leer.

Abril se inclinó sobre el mapa para verlo mejor.

—¡Ya lo tengo! —gritó—. Aquí dice Montaña Mágica.

—¡Shhh! —le susurró Paula frunciendo el ceño.

Abril se echó hacia atrás y se tapó la boca con la mano. Las otras dos chicas escucharon atentamente, pero no oyeron nada.

—¡Uf! —susurró Rita —. Menos mal que mi madre no nos ha oído.

Las tres chicas pusieron las manos sobre las bonitas piedras verdes. Abril se inclinó para susurrar la respuesta a la adivinanza.

—La Montaña Mágica —dijo tan bajito que las otras apenas pudieron oírla.

Todo quedó en silencio durante un instante, pero entonces las tres amigas oyeron un crujido extraño. Parecía venir de atrás de las cortinas... De repente, éstas se apartaron y una pequeña hada entró volando sobre una hoja en la habitación de Paula.

Tenía el pelo, rubio y desordenado, escondido bajo un sombrero en forma de flor y su vestido estaba hecho con pequeñas hojas verdes perfectamente cosidas. La diminuta hada llevaba también una bonita capa a rayas, y en uno de sus dedos brillaba un anillo como una estrella en la noche.

—¡Trichibelle! —susurró Paula encantada.

—Vaya —murmuró el hada—. Debo haber vuelto al otro reino. ¡Pero está tan oscuro! ¿Están aquí, chicas?

Trichi golpeó su anillo, y de repente la cuerda de luces que colgaba en la parte superior de las cortinas de Paula iluminó la habitación con un brillo rosado.

—¡Luces de hada! —se rio Rita.

—¡No, éstas son luces de duende! —sonrió Trichi mientras volaba acercándose para besar a sus amigas en la nariz.

—Ya sabemos dónde está el próximo rayo, Trichi —le dijo Paula entusiasmada—. ¡Está en la Montaña Mágica!

—La horrible reina Malicia —murmuró enojada la pequeña hada—. Tenemos que irnos ahora mismo.

Trichi iba a dar un toque a su anillo, pero miró a las chicas y dudó.

—¡Oh, pero no pueden ir vestidas así! Esperen un momento.

De repente se produjo un destello y un sonido tintineante. Entonces las chicas vieron que llevaban abrigos, botas, bufandas, guantes y orejeras, ¡todo de los mismos colores que sus pijamas! Sobre su cabeza llevaban las diademas brillantes que aparecían por arte de magia cada vez que visitaban Secret Kingdom. Esas diademas mostraban a todo el mundo que eran Amigas Muy Importantes del rey Félix.

—Perfecto —aprobó Trichi—. ¡Ahora ya estamos preparadas para irnos a la nieve!