Trichi dio un golpecito a su anillo para convocar al remolino mágico que las transportaría a Secret Kingdom y cantó:
La reina malvada va a atacar.
¡Ayudantes valientes, empiecen a volar!
Rita se aferró a Abril y trató de no preocuparse cuando sintió que estaba flotando en el aire. Se acordó de que las otras veces que habían visitado el reino, habían subido muy alto ¡y ella tenía miedo a las alturas!
Pero a medida que el viento se calmaba, Rita sintió algo sólido bajo sus pies.
—¡Gracias a Dios! —exclamó mientras abría los ojos.
¡Inmediatamente deseó no haberlo hecho!
El torbellino las había dejado en la cima de la montaña cubierta de nieve que habían visto en el mapa. Rita podía ver un pueblo a lo lejos, al pie de la montaña, pero parecía tan pequeño desde allí arriba.
Ya era de madrugada en Secret Kingdom y el sol empezaba a elevarse suavemente por encima de las cumbres montañosas, de manera que los copos de nieve rosados brillaban en el aire.
—¡Es tan bonito! —suspiró Abril.
—¿Vamos a ir allí? —preguntó Paula, apuntando hacia la ciudad.
—Sí —dijo Trichi con una sonrisa—. Pero no se preocupen ¡no tardaremos mucho!
Dio un golpecito al anillo y de repente cada una de las niñas llevaba un par de esquís sujetos a los pies. Los de Paula eran amarillos; los de Abril, de color rosa y los de Rita, de color púrpura.
—¡Guau! —gritó Abril, tomando impulso con los palos de esquiar y deslizándose por la colina.
—¡Abril, vuelve! —gritó Rita alarmada—. ¡No sé esquiar!
—Yo creo que Abril tampoco sabe —dijo Paula—. ¡Pero de todos modos lo está haciendo!
Abril se dio la vuelta y saludó muy feliz con la mano a sus amigas, pero no podía esquiar hacia arriba para volver con ellas.
—No se preocupen —dijo Trichi—. Haré un hechizo en sus esquís para asegurarme de que las lleven con seguridad por la pendiente.
Trichi apuntó con su anillo hacia los pies de las chicas y se produjo una explosión de diamantina que se posó sobre los esquís.
—Ahora pruébenlos —dijo.
—Está bien —le dijo Rita a Paula—. ¡Empújame!
Paula empujó con suavidad a Rita y después salió tras ella.
Daba un poco de miedo, pero los esquís mágicos funcionaban de maravilla. Los pies de Rita y Paula se apoyaban firmes sobre la nieve, y pronto alcanzaron a Abril.
Mientras las chicas esquiaban de un lado a otro, miraban a su alrededor con sorpresa.
—¡Quiero ir a uno de ésos! —dijo Abril, apuntando a una serie de largos toboganes de hielo que se enrollaban y rizaban hasta el final de la montaña.
Paula no respondió. Estaba ocupada mirando un rebaño de renos que galopaban por el cielo hacia un bosque lejano. ¡Sus cascos echaban chispas de magia mientras volaban por el aire!
—¡Nunca pensé que llegaría a ver renos voladores! —sonrió Rita.
Las chicas bajaron esquiando por la montaña hasta la ciudad. Era una escena de invierno perfecta, con bonitas casas cubiertas de nieve y cafeterías en las plazas. También había pequeños iglús de un color rosa brillante, como el hielo con el que estaban hechos.
—¡Incluso las cafeterías parecen bolas de nieve! —sonrió Rita.
Pero mientras Paula miraba la bonita ciudad, tuvo una extraña sensación.
—¿Dónde están todos? —preguntó con cautela.
Las cafeterías en forma de bolas de nieve estaban cerradas y varias tablas de snowboard, trineos y motos de nieve estaban fuera como si hubieran sido abandonados a toda prisa. El viento silbaba misteriosamente alrededor de la montaña.
—Es muy extraño —dijo Trichi, que volaba junto a las chicas sobre su hoja—. Normalmente la Montaña Mágica está mucho más concurrida.
—Debe tener algo que ver con el rayo de la reina Malicia —dijo Abril—. Será mejor que intentemos encontrarlo.
Continuaron esquiando por una pendiente que estaba llena de esculturas de hielo de aspecto realista. Había renos, pingüinos y focas, e incluso un gran oso polar.
—¡Eh! —dijo Abril señalando una de las estatuas de hielo y frunciendo el ceño—. ¡Estoy segura de que ese pingüino me ha saludado!
—Es probable que lo haya hecho —sonrió Trichi—. Las estatuas son mágicas. Las hacen los duendes de la nieve. Por eso es tan divertido visitar la Montaña Mágica.
Las chicas se deslizaron hacia las estatuas para verlas más de cerca.
—¡Hola! —dijo Rita, dándole la mano a la pata congelada del oso polar.
El oso movió la cabeza de un lado a otro. Parecía que estaba buscando algo.
—¿Quieres saber a dónde han ido todos los duendes? —preguntó Abril.
La estatua asintió con la cabeza.
—No te preocupes —le dijo Paula—. Averiguaremos qué está pasando.
Mientras las chicas avanzaban esquiando, Trichi volaba recorriendo la calle arriba y abajo, mirando por las ventanas cerradas de los acogedores iglús alineados.
—Brrr —dijo Paula, mientras sus dientes castañeteaban a causa del frío. Incluso con su cómoda chaqueta de esquiar y las orejeras, tenía frío, mucho frío.
—Quizás los duendes de la nieve se hayan refugiado en algún lugar y estén calentándose.
—Pero ¿no les gusta el frío a los duendes de la nieve? —preguntó Abril.
—Sí —les dijo Trichi—. Pero cuando hace mucho frío la nieve se convierte en hielo y eso también les pasa a los duendes de la nieve —continuó con tristeza—. Usan collares de ascuas para mantener el calor necesario mientras están jugando fuera. Incluso utilizan ascuas siempre calientes para calentar los iglús y las cafeterías. Las ascuas son mágicas, los mantienen calientes, pero no funden la nieve.
—Eso suena bien —dijo Abril, tiritando—.¡Creo que tenemos que buscar algún collar de ascuas siempre calientes para calentarnos!
Trichi miró hacia los iglús vacíos.
—Normalmente hay un montón de duendes aquí, pero no sé a dónde han ido todos —suspiró y luego su semblante se iluminó—. ¡Ya lo tengo! Vamos a ver al rey Félix a su palacio de invierno. Quizás él sepa lo que ha pasado. Cada invierno viene a esquiar a la Montaña Mágica, aunque no es que lo haga muy bien —dijo Trichi haciendo un guiño a las chicas—. El año pasado se cayó y provocó un alud —añadió con una risita.
Rita, Paula y Abril sonrieron a pesar de que sus dientes castañeteaban. Las tres chicas siempre se alegraban de ver al rey Félix. ¡Pero también se hubieran sentido muy felices de huir del frío glacial!
De camino hacia el palacio, pasaron por un gran lago de hielo casi transparente.
—Definitivamente algo va mal —dijo Trichi—. Éste es el lago de patinaje. Siempre hay duendes jugando en él. Nunca lo había visto tan vacío.
—Bueno, ahora no hay nadie aquí —dijo Paula con tristeza.
—Y yo sé cuál es el motivo —dijo Rita con gravedad—. ¡Miren! —exclamó señalando un montón de nieve que estaba junto al lago.
Trichi, Paula y Abril miraron hacia donde estaba señalando Rita. ¡Allí, entre la nieve acumulada, se podía ver cómo sobresalía el terrible rayo negro de la reina Malicia!