Duendes haciendo

—No te preocupes —sonrió Ráfaga—.Yo sé cómo manejar esto.

Recogió un montón de nieve y, antes de que las niñas tuvieran tiempo de decir nada, había formado muchas bolas de nieve en el suelo. Ráfaga tomó una bola y la lanzó al duende que tenía más cerca, ¡golpeándolo en la nariz!

—¡Buena idea! —se rio Paula, lanzando una de las bolas de nieve a un duende que pasaba zumbando por allí.

Todos empezaron a recoger bolas de nieve y se las lanzaron a los duendes. ¡Incluso Trichi participó en la lucha, usando su magia de hada para enviar bolas de nieve, volando hacia las desagradables criaturas y golpeando a tres de ellas con una ráfaga de su anillo!

Nubarrón silbó y al instante el rebaño de renos voladores aterrizaba en la plaza. Él y otros duendes corrieron hacia los renos y saltaron sobre sus espaldas.

—¡Vamos! —gritó Nubarrón a las chicas.

—Creo que me quedaré aquí, en tierra firme —dijo Rita, sacudiendo la cabeza y lanzando una bola de nieve al mismo tiempo.

Paula y Abril lanzaron otra bola de nieve cada una y corrieron hacia los animales que las estaban esperando.

—Adelante, sube —le dijo uno de los renos a Paula con una sonrisa.

—Gracias —resopló Paula, acariciándole suavemente la nariz aterciopelada.

Con gran rapidez subió a su fuerte lomo y colocó los brazos alrededor de su cuello.

—¡Esto será genial! —dijo Abril subiendo sobre otro reno.

Ráfaga hizo otro montón de bolas de nieve y repartió unas cuantas entre los demás antes de subir al reno.

—¡Vamos! —gritó.

El reno salió corriendo por el camino y de pronto alzó el vuelo.

—¡Estamos volando! —gritó Paula. Se agarró con fuerza mientras su reno volaba sobre los duendes que hacían snowboard.

—¡Toma esto! —gritó alegremente Abril mientras golpeaba a un duende de la tormenta desde arriba.

—Y esto —añadió Paula, que volaba cerca.

El duende chillaba mientras las bolas de nieve le llovían desde arriba.

Rita vio su oportunidad y lanzó un ataque sorpresa sobre él, arrojando una bola de nieve que acertó en el blanco.

—¡Y esto! —gritó triunfalmente.

El duende cayó y soltó su balde salpicando agua por todas partes.

—¡Ay! —gimió, medio cubierto de nieve.

—Fuera de mi camino, orejas grandes —gritó otro duende que hacía snowboard tras él.

—¡Apártate de mi camino, pantalones malolientes! —dijo bruscamente el primer duende.

¡Pero el duende que hacía snowboard iba demasiado rápido para detenerse y cayó directamente sobre el que estaba en el suelo! Su balde de agua voló por los aires y aterrizó sobre la cabeza del duende orejudo.

Mientras las chicas observaban, los dos duendes empezaron a rodar por la colina en un enredo de brazos y piernas, recogiendo más y más nieve a su paso.

—¡Aaah! —gritó otro duende mientras la bola gigante de nieve caía tras él.

Intentó desesperadamente apartarse del camino, ¡pero también fue arrollado! La bola de nieve siguió cayendo montaña abajo, arrastrando a los duendes que encontraba a su paso. Poco a poco empezó a disminuir la velocidad mientras atravesaba la plaza de la ciudad y aterrizó a pocos metros del montón de ascuas siempre calientes.

Rita, Trichi, el rey Félix y los duendes empezaron a gritar y a vitorear. Los renos de Paula y Abril volaban en círculos para celebrarlo, y en seguida, aterrizaron suavemente. Cuando Paula, Abril y Ráfaga pasaron por encima de los demás, sus caras estaban radiantes por el entusiasmo.

—¡Esto ha sido increíble! —sonrió Paula—. ¡Y hemos detenido a estos desagradables duendes!

Las chicas miraron a los duendes de la tormenta. Todavía estaban dentro del montón de nieve, muy mareados.

—Nos aseguraremos de que no nos molesten más —dijo Ráfaga con una sonrisa.

Él y los otros duendes de la nieve se acercaron y formaron un círculo alrededor de los duendes de la tormenta, luego volvieron a empezar con su canto silencioso. De repente, los duendes de la tormenta se quedaron muy quietos y aparecieron carámbanos de color rosa en sus narices y en sus dedos huesudos.

—Los convertiremos en estatuas de hielo durante un rato —les dijo Ráfaga a las chicas—. No les hará daño, pero impedirá que hagan maldades.

En ese momento se oyó un grito en la parte alta de la ladera de la montaña. Las chicas levantaron la vista y pudieron distinguir una forma oscura en la cima. Era el trineo tirado por lobos de la reina Malicia. La reina estaba de pie en la parte de atrás del trineo, sacudiendo el puño con furia.

—¡Ustedes, chicas, aún no han visto todo lo que puedo hacer, ni lo que pueden hacer mis rayos! —gritó—. Arruinaré toda la diversión en Secret Kingdom. ¡Esperen y verán!

Y dicho esto, dio un golpe con su báculo y el trineo se alejó.

En ese momento, se hizo de noche y empezaron a caer desde el cielo grandes copos de color rosa.

—La nube de nieve —exclamó Rita, apuntando hacia el cielo.

Los otros miraron hacia arriba justo a tiempo para ver cómo se cerraba el agujero de la nube. El hechizo del cristal del clima se había terminado y ahora la terrible nube de la reina Malicia cubría completamente el sol.

—Rápido —dijo Paula—. ¡Debemos llevar las ascuas a todas las casas para mantenerlas calientes!

Paula, Rita y Abril se apresuraron, ayudando a los duendes a poner un ascua siempre caliente en cada hogar y en todas las lámparas de hielo alrededor del lago de patinaje. El hielo rosado brillaba, con una luz intensa, y Rita, Abril y Paula se detuvieron para mirar la nieve que caía sobre ellas.

—No importa el frío que hace ahora —dijo Paula alegremente—. ¡Las ascuas siempre calientes mantendrán el calor de todo el mundo!

Nubarrón corría, sonriendo alegre.

—Todas las ascuas están en su sitio —declaró—. ¿Les gustaría ir a alguna cafetería a comer algo?

Rita, Paula y Abril se miraron y sonrieron.

—¡Sí, por favor! —dijeron todas a la vez.

Al poco rato las chicas ya estaban cómodamente sentadas en una cafetería en forma de bola de nieve, alrededor de una chimenea llena de ascuas siempre calientes y comiendo pudines helados calientes especiales, que habían sido mágicamente cocidos sobre las ascuas.

—¡Miren! —dijo Rita, señalando al exterior.

Los duendes de la tormenta se habían descongelado, daban saltos arriba y abajo y se frotaban los brazos, intentando entrar en calor. Mientras las chicas los observaban, uno de ellos sacó la lengua y les lanzó una frambuesa.

Trichi suspiró.

—No han aprendido la lección. ¡Son tan groseros y malos como siempre!

Todos corrieron hacia la ventana para ver cómo los duendes se alejaban aleteando.

—¡Ha dejado de nevar! —se percató Ráfaga señalando hacia fuera—. ¡Vamos y disfrutemos un poco de la diversión del invierno!

Todos los duendes se levantaron de un salto y salieron corriendo de la cafetería.

—¡Vamos, chicas! —gritó Nubarrón dirigiéndose a la puerta—. ¡Ahora les podremos mostrar cómo es en realidad la Montaña Mágica!