Rara avis literaria, los textos reunidos en este volumen son el testimonio de las conversaciones públicas sostenidas entre Ricardo Piglia y Juan José Saer, dos figuras centrales en la literatura argentina, convocados habitualmente a dialogar cuando Saer viajaba desde París a Buenos Aires, por lo general acompañando la aparición de alguno de sus libros. Pueden ser leídos como una conversación única sostenida a lo largo de los años, escandida por los viajes y circunstancialmente interrumpida por la distancia.
En la tradición argentina de las conversaciones entre amigos que duran la vida entera, Piglia y Saer acudían a esos encuentros sin nada especialmente preparado para la ocasión, y la improvisación de cada uno era tomada por el otro como pie para continuar ese diálogo imaginario en el que el único tema es la literatura y el final estaba siempre abierto para futuros encuentros.
Leí la primera transcripción de estos diálogos hace ya tiempo, cuando Ricardo Piglia me alcanzó una versión para considerar su publicación. Saer ya había fallecido y sólo había llegado a ver tres de las conversaciones (no alcanzó a revisar la del Club Socialista –pero siempre tuvo mucha confianza en su amiga María Teresa Gramuglio–, y tampoco el diálogo que sostuvo con Piglia en el seminario de Puan). Es difícil encontrar en la escena contemporánea otro ejemplo de una conversación tan fluida e incisiva entre dos escritores que hablan de literatura pero nunca de sí mismos. La transcripción busca captar ese instante irrepetible.
Los diálogos han sido ordenados cronológicamente, como una conversación sostenida en el tiempo entre dos amigos y como el registro cambiante de un estado de la literatura. De ahí que el texto de Piglia sobre «La amistad en Saer», prólogo a una edición crítica de dos de sus novelas, sea también el mejor marco de estos diálogos.
He trabajado sobre ellos buscando siempre mantener el ritmo y el tono de la conversación oral, y recomponiendo, cuando fue posible, las lagunas y titubeos de una desgrabación incierta. La responsabilidad en los cambios que pueden haber sufrido algunas conversaciones publicadas con anterioridad es sólo mía.
PATRICIA SOMOZA