1En 1939 se creó en México la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), afianzándose así el gran desarrollo que habían tenido estas ciencias desde que se fundaron la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en 1833, que inició sus publicaciones seis años después, y la Sociedad Mexicana de Historia Natural, en 1868, la cual tenía nexos con veinticinco instituciones científicas del extranjero. Por otro lado, el Museo Nacional de Historia Natural se convertía, en 1909, en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, el cual se instaló después en la calle de Moneda.
2En 1897 se empezó a realizar el levantamiento del mapa arqueológico de la República Mexicana, prosiguiendo lo que se había iniciado en 1805 cuando el rey Carlos IV ordenó organizar un amplio recorrido de la Nueva España con el fin de descubrir los sitios donde hubiera ruinas antiguas, tarea que se confió a Guillermo Dupaix y a su dibujante Luciano Castañeda, quien embelleció los relieves según el criterio estético de la época. Fue también en 1897 cuando los monumentos arqueológicos fueron declarados propiedad de la nación.
3Hasta el final del siglo xix, la arqueología se había limitado al rescate de vestigios espectaculares, dejando la investigación histórica al dominio de la interpretación de los textos.
4Varios artistas se dedicaron entonces a dibujar los grandes monumentos que se lograron liberar y los objetos que los arqueólogos encontraron dignos de ser ilustrados. Tenemos algunos ejemplos de esos trabajos en los diferentes números de la revista Los Anales del Museo Nacional de México, la cual comenzó a publicarse en 1877, y en libros editados con gran esmero, como los ilustrados por el pintor paisajista José María Velasco (quien empezó a trabajar en el Museo Nacional en 1880) o como Le Voyage pittoresque et archéologique dans la province du Yucatán, publicado en París en 1838 con veintidós litografías de Jean-Frédéric Waldeck o los Monuments anciens du Mexique et autres ruines editado en París en 1866 con cincuenta y seis láminas de Waldeck. Asimismo en esta mitad del siglo xix verían la luz las conocidas litografías de Frederick Catherwood, Karl Nebel y muchas otras.
5En 1909, el Museo Nacional de Historia Natural, bajo la dirección del historiador Francisco del Paso y Troncoso, se convertiría en el Centro Nacional de Investigación Histórica y Antropológica.
6Esta efervescencia sirvió para poner en orden los resultados y los hallazgos de varios siglos de investigaciones arqueológicas hasta entonces dispersas y esporádicas.
7En México, en la segunda mitad del siglo xix, el estudio de la cerámica arqueológica se empezó a ilustrar a base de fotografías en lugar de las antiguas litografías. Sin embargo, en 1888, en Berlín, el Dr. Eduardo Seler había dado el ejemplo de presentar dibujos de vasijas cerámicas enteras y de detalles, y hasta de algunos tepalcates. Todavía en 1902, Leopoldo Batres, el arqueólogo oficial de la época, publicó con fotos las bellas piezas del Templo Mayor encontradas en la calle de las Escalerillas. En 1911-1912, el doctor Franz Boas hizo en la ciudad de México y sus alrededores, el primer estudio cronológico de tepalcates cuyos dibujos se publicaron solamente en 1922, los cuales incluían algunos cortes. También en el valle de México trabajaba en estas fechas (1930-1935) y publicaba sus resultados ilustrados con tepalcates dibujados, el arqueólogo George Vaillant.
8El gran precursor de la arqueología moderna mexicana, el doctor Alfonso Caso, realizó estudios arqueológicos en Oaxaca, pero sus primeras publicaciones de 1935 a 1952 muestran puras fotografías de piezas enteras en cerámica. Casi no utilizó el dibujo hasta su libro La cerámica de Monte Alban, escrito con Bernal y Acosta y publicado en 1967. Para entonces ya se habían editado tres estudios de cerámica con muchos dibujos de formas y cortes: los de E. Noguera, sobre la cerámica de Cholula (1954) y sobre la cerámica mesoamericana (1965), y uno de Laurette Séjourné sobre la cerámica de Teotihuacán (1966).
Coatlicue, grabado de Francisco Agüera
9Poco a poco, los documentos materiales encontrados en excavaciones, por mínimas que fueran, comenzaron a considerarse como testigos válidos de las culturas del pasado, utilizándose el método estratigráfico para determinar su antigüedad. El estudio de los tepalcates completaría entonces esas investigaciones. De una aventura, la arqueología pasó a convertirse en una ciencia.
10En 1964, abrió sus puertas el Museo Nacional de Antropología e Historia, en el Bosque de Chapultepec, sede actual de las numerosas colecciones arqueológicas.
11Hubiera sido interesante hacer un estudio cronológico del dibujo arqueológico y de sus diferentes maneras de interpretar los objetos según la óptica prevaleciente al momento de su descubrimiento, siguiendo las fantasiosas teorías emitidas así como la transformación de las técnicas utilizadas, desde las ya citadas litografías de J.F Waldeck, llenas de imaginación, hasta los dibujos más precisos y observados con más seriedad de Santiago Hernández Ayllón (1832-1908) considerado el primer dibujante de arqueología de la Comisión Científica de México, y los más recientes dibujos de Miguel Cova-rrubias y de Román Piña Chan, arqueólogos y dibujantes, o de Abel Mendoza y Agustín Villanueva, para citar algunos. Pero esa no es la meta de este libro y no se ha reunido todavía el material gráfico para transmitir su evolución.
12Es así, por ejemplo, que un detalle me llamó la atención cuando descubrí, en el libro de Antonio de León y Gama, Descripción histórica y cronológica de las dos piedras (1792), que las magníficas ilustraciones de la Coatlicue y la Piedra del Sol (los dos monolitos estudiados por León y Gama), realizadas con la técnica del grabado a buril sobre cobre, aparecen reproducidas sin el crédito del autor y es hasta mucho tiempo después cuando encontraría el nombre del artista ilustrador de estas piezas, Francisco Agüera, en un catálogo de una exposición de grabados.
13El dibujo se volvía poco a poco una parte imprescindible del estudio arqueológico, dando sentido a lo que escribiría Alberto Sarmiento diciendo que una imagen vale más que mil hipótesis.
14La ilustración arqueológica se caracteriza por pertenecer al mismo tiempo a los ámbitos de la ciencia y del arte. La relación entre estos dos campos del conocimiento humano ha sido ya detalladamente estudiada. Por ello, en este trabajo no retomo las muchas y variadas conclusiones a que se ha llegado. Ambos campos comparten la observación, la descripción y la interpretación de los objetos. El dibujante debe, por tanto, dominar varias técnicas de representación en artes visuales y en diseño, y debe conocer las herramientas a su alcance, abandonando desde un principio la idea de un dibujo fácil de hacer y estereotipado. Cada pieza representa un problema diferente y el dibujo debe al mismo tiempo ilustrar, analizar y describir. Todo demuestra que el dibujo arqueológico necesita una enseñanza, un entrenamiento y una práctica. Es útil redefinir el oficio al momento de las aportaciones que se van a obtener con el uso de la computadora.
15Aunque el presente libro se dirige a los dibujantes y a los arqueólogos, el público en general podrá apreciar un trabajo científico que, por suerte, se acerca mucho al arte.
16Nos hemos acostumbrado a ver excelentes libros de arqueología con fotografías espléndidas de monumentos, esculturas y objetos bien seleccionados. No por eso debe desdeñarse el trabajo más minucioso y apasionante del estudio de las múltiples invenciones técnicas en formas y decoraciones realizado a partir de un material arqueológico no siempre atractivo a primera vista, y presentado en publicaciones científicas.
17Este libro se divide en tres partes. La primera, “Las Formas”, describe minuciosamente lo que concierne a la manera de tomar las medidas exactas de las vasijas, lo relativo a las definiciones de las partes respectivas de aquéllas, la representación de las adjunciones y las técnicas para medir y dibujar los tepalcates. En la segunda parte, “La Decoración”, se describen los diferentes tipos de decoración de las piezas cerámicas, clasificadas en decoración en plano, decoración en hueco y decoración en relieve; también enseña la manera de calcular los desplegados y cómo reconstruir los motivos decorados de las piezas incompletas. Nos pareció importante escribir una tercera parte: “La Difusión”. Leer detalladamente un análisis de clasificación de piezas cerámicas se vuelve atractivo si, al leer el texto, el lector puede referirse a los dibujos. En este sentido me di cuenta de la importancia que tiene un buen diseño gráfico para la publicación de estos trabajos. Se trataba, sin entrar en los numerosos problemas relacionados con la edición de libros, de llamar la atención sobre errores que se podrían evitar al momento de planear una publicación, conociendo un mínimo de reglas editoriales y de impresión. Un trabajo anterior sobre la historia del grabado y la importancia que tuvieron los editores e impresores para la difusión de este arte me había familiarizado con las invenciones de normas y las creaciones tipográficas que se perfeccionaron en el transcurso de los siglos desde la invención de la imprenta en 1450 hasta nuestros días.
18A partir de un gran conjunto de dibujos impresos, específicamente de la zona mesoamericana, he tratado de llegar a una norma gráfica representativa y coherente con relación a las normas respetadas en otras partes del mundo. Como son numerosos los libros de arqueología editados por el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (antiguamente Misión Arqueológica y Etnológica Francesa) en México, Guatemala y Honduras, todos los dibujos utilizados se tomaron de esas publicaciones y de las de Alain Ichon en Guatemala (RCP 500) del Centre National de la Recherche Scientifique Française. Dada la gran cantidad de dibujos ya realizados, y a pesar de su diversidad, se consideró inútil volver a hacerlos y precisamente, al ver tan diversificada manera de presentar los resultados ilustrados, nos pusimos a reflexionar sobre la necesidad de uniformar criterios. Fue una buena referencia también el libro de Yves Rigoir y Patrice Arcelin Normalisation du dessin en céramologie publicado en Montpellier, Francia, en 1979, aunque tuve que enfocar mi estudio a las piezas mesoamericanas y completar muchos aspectos. Me fue de gran ayuda el libro de Hélène Balfet, Marie-France Fauvet-Berthe-lot et Susana Monzón Normas para la descripción de las vasijas cerámicas publicado por el cemca en español en 1992, el cual lleva una buena clasificación de los tipos de decoración de la cerámica.
19Si bien este manual no pretende ser exhaustivo en la descripción de las soluciones a los problemas encontrados al momento de medir y dibujar las formas y las decoraciones de las vasijas cerámicas, treinta años en el oficio me han permitido ver las dificultades y anotar los errores.