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Andrés

copas

Hacía unos días que Andrés había descubierto una web con recomendaciones para hacer en la isla y una selección de las mejores playas y calas donde ver la puesta del sol. Había tardado un poco en volver a encontrarla, pero en cuanto lo hizo, se la pasó a Iker para que pusiera una de las direcciones en Google Maps. Ahora, ya estaban todos en la furgoneta de nuevo. Harían varias paradas para aprovisionarse de comida y bebida antes de llegar. El tiempo corría en su contra, pues la meta era disfrutar del atardecer juntos.

Andrés, sin embargo, estaba un poco distraído en uno de los asientos traseros. No aburrido, sino que, por extraño que pareciera, no quería asumir que se acercaba el fin de su ansiado viaje. Para no ponerse sentimental —y es que Andrés lo era a niveles extremos—, se dedicó a cotillear las cuentas de Twitter que más actualizaban sobre el mundo pop y las cantantes de moda, a ver si conseguía ponerse al día. Quizá hubiera alguna noticia interesante que echara por tierra la que de una forma u otra debía ser información falsa sobre Taylor Swift, quien decían ser la celebridad que más contaminaba con sus constantes viajes en jet privado, pero no tuvo suerte esa vez. ¿Por qué todo el mundo trataba de hundirla? Miró por la ventana y pensó en ella con los ojos cerrados.

Sé fuerte, saldremos de esta.

Tras un buen rato insultando a personas de otros fandoms en inglés por la red social mientras Iker conducía como podía por esas carreteras terribles, hizo algo que llevaba un par de días sin querer hacer o sin pensar en ello siquiera. Lo evitaba cuanto podía, pues el simple hecho de hacerlo le aceleraba el corazón. Abrió la cuenta de correo electrónico. Había eliminado cualquier rastro de notificaciones —e incluso los perfiles— del teléfono para no llevarse sorpresas... o, mejor dicho, para combatir la ansiedad de estar refrescando continuamente, porque se conocía, y se habría vuelto adicto a mirarla a todas horas en busca de una respuesta.

Porque... había enviado un correo electrónico. En el que no había querido pensar. Lo hizo rápido, en un momento, para no darle vueltas. En un impulso. Pum. Y hasta la noche anterior, al volver a ver a Lucas, no se había acordado. Se sorprendió a sí mismo con la capacidad de su cabeza para olvidar lo que le generaba estrés —o es que quizá había estado muy entretenido con tanto ajetreo, que también era una posibilidad.

Fuera como fuese, se trataba de un correo que podría cambiar el rumbo de su vida.

Hola, Andrés:

Uff. No sé cómo te estoy escribiendo esto con la resaca que tengo encima. Si no me dices ayer que tenía un mail tuyo, no lo miro hasta dentro de dos semanas... Pero bueno. Le voy a echar un ojo con calma, ¿vale? Quizá a la vuelta, que estaremos más tranquilos. Si quieres podemos tomarnos un café cuando estemos en Madrid. Óscar la ha liado y tengo información nueva que podemos comentar :)

De todas formas, ya sabes que el mundillo se paraliza en verano. Es bastante difícil gestionar algo ahora en agosto, pero en cuanto vuelva me reúno con el departamento, valoramos y lanzamos una propuesta. Por el dosier, creo que nos puede encajar, pero ya sabes que hace falta echarle un buen vistazo. Aunque si dices que está bien... Me fío de tu criterio. Igualmente, eso, lo que te digo: esperamos un poco.

¿Conoces al autor? Entiendo que será algún amigo tuyo al que le estás echando una mano. El pseudónimo no me suena de nada. ¿Tim McGraw? Vamos, que huele a inventado... Ahora mismo el mercado está cambiando y el año que viene pinta bien distinto, pero creo que algo de este estilo puede petarlo. Ya te contaré cuando lo lea.

Gracias por el aviso.

Un abrazo,

Lucas G. Murillo

Sabía que aquello no significaba nada. Era como cuando un actor se presenta a un casting y le dicen: ya te llamaremos. Pues básicamente lo mismo.

Así que volvió a guardar el teléfono en el bolsillo justo en el momento en que Iker detenía el vehículo. Habían llegado a la cala que Andrés había encontrado navegando en internet; ni siquiera se había percatado de que sus amigos ya hubieran comprado lo necesario para el picnic improvisado.

—¿Todo bien? Estabas en la inopia con el móvil —le dijo Mauro en cuanto se bajaron. Andrés agarró una bolsa llena de cervezas y otra de hielos.

—Sí. Ya te contaré. Prefiero no gafarlo, que estas cosas es mejor guardarlas en secreto. —Con el guiño que le lanzó, Mauro lo pilló al vuelo y tan solo le sonrió de vuelta, dándole ánimos.