Iker había intentado de todo para conciliar el sueño.
Le había sido imposible.
Ahora contemplaba el puerto de Ibiza; el crucero parecía un corazón, latiendo cada vez más lento, con menos ruido, y el mar se iba calmando a su alrededor. Perdía velocidad poco a poco; el puerto estaba cada vez más cerca. Iker se llevó la palma de la mano a la frente. No tenía fiebre, aunque lo pareciera.
Si le preguntaran, confirmaría que había tenido delirios. Su mente había vagado durante horas a lugares oscuros: recuerdos de su padre, verse a sí mismo en la cola del paro, el puñetazo a Diego... Revivía esas imágenes de manera intensa en un círculo vicioso constante.
Todo eso le había llevado a perder el sueño.
¿Y Mauro? También lo había perdido de vista hacía horas. No tenía ganas de buscar a sus amigos. A ninguno de ellos, a decir verdad. Cada uno había terminado la noche por su cuenta.
ANDRÉS
Me voy a sobar un rato
Avisadme en Ibiza
MAURO
OK
Yo tomando el aire
Luego a dormir
GAEL
Ocupado
Oasis
Nos vemos mañana
ANDRÉS
Ya es mañana
MAURO
El sol está saliendo
GAEL
Adiós, dejen de molestar
Iker había releído la conversación del chat grupal durante un buen rato, escribiendo y borrando sus mensajes. Era evidente que Mauro, el único con el que tenía esperanzas de que le fuera a buscar verdaderamente preocupado o quizá quien más le conocía desde hacía menos tiempo, no iba a ir tras él. No después del drama de la piscina. Igualmente —y para su sorpresa— Iker sentía que debían hablarlo, estaba harto de que después de su beso...
Un golpe.
El barco se había detenido por completo.
Acababan de atracar en Ibiza.