Habían disfrutado de Ibiza como niños pequeños. La resaca había quedado en un segundo plano, aunque eso era porque el viaje tan solo acababa de comenzar. Gael no quería ni imaginarse cómo sobrevivirían a Grecia después de tantos días a un ritmo similar.
Pero ahora nada importaba.
La verdad es que no.
Solo sentía la brisa marítima golpear su cara y la mano de Oasis sujetando la suya. Contemplaban el horizonte sin decir nada, simplemente quietos, sentados sobre el poyete del castillo de Ibiza, el cual no les importaba, porque solo querían estar juntos.
Aunque todo estuviera rodeado de turistas o gente aguantándose las ganas de gritar por reconocer a Oasis, ellos se mantenían firmes en su posición con los ojos cerrados y el contacto estrecho de piel contra piel.
—¿No le molesta? —preguntó Gael al cabo de un rato.
Oasis supo perfectamente a lo que se refería.
—Es normal.
—Le sacarán fotografías. Todo el mundo sabrá...
El influencer apretó aún más sus manos, entrelazando con más fuerza sus dedos.
—Que lo sepan —dijo simplemente, con firmeza en su voz.
Durante media hora no se soltaron las manos. No lo hicieron hasta que el teléfono de Gael comenzó a vibrarle en el bolsillo. Frunció el ceño antes de cogerlo y, para responder, se levantó y se apartó un poco de Oasis.
—¿Luz?
Su abogada parecía seria, a juzgar por su tono de voz.
—Agosto, Gael. Necesito respuestas cuanto antes. Mira que lo estoy haciendo por ti, pero necesitas poner de tu parte... Estamos en un punto demasiado importante como para dejarlo pasar, ¿lo comprendes?
Gael cerró los ojos, de pronto mareado. Había ignorado con tanto ahínco su situación que era incapaz de sobrellevarla en medio de una cita romántica. Su primera cita romántica en tantísimo tiempo; su corazón se estaba descongelando y ahora su abogada lo había resquebrajado de nuevo.
—Claro —dijo simplemente el colombiano.
—Sé que es una situación incómoda, pero Gael... De verdad. Quiero lo mejor para ti. Bueno, para cualquiera de mis clientes. —Gael asintió en silencio—. Así que ponte las pilas, por favor. Te doy dos días para que me des una respuesta.
Y colgó.
Sin embargo, Gael se quedó con el teléfono en la oreja y se puso completamente de espaldas a Oasis, que lo miraba preocupado. Fingió continuar con la llamada unos minutos y luego regresó con él.
—¿Todo bien? —le preguntó Oasis.
Con usted sí. No quiero despertarme.
Gael asintió con la cabeza.
Son mis problemas. Yo los soluciono.
—Todo perfecto —respondió con una sonrisa.