Tema zanjado, mis muertos.
—Entonces ¿puede ser que yo... haya sentido esos celos por Iker, pero de amigos?
Andrés miraba a Mauro con la boca abierta. Se encontraban en la misma terraza que la noche anterior mientras Iker buscaba —de forma desesperada— la manera de ir al gimnasio del crucero y Gael continuaba desaparecido con Oasis, algo que ya formaba casi parte de la rutina del Rainbow Sea.
—Para, nena, para, que me da un chungo. O sea, coges y se lo cuentas así, a la primera de cambio. Ya te vale. —Andrés parecía dolido, pero... no demasiado. Como si por un lado se hubiera quitado un gran peso de encima.
—Es que no sé, Iker y yo tenemos algo raro, ¿sabes? Es la primera persona en la que pienso cuando me pasa algo o para contarle algo... Es mi primera opción.
Mauro recordó cuando Iker le había visitado en su habitación hacía unos meses y le había dicho esas mismas palabras. ¿Quizá se estaba perdiendo algo? Después de tanto tiempo sintiendo algo tan fuerte por Iker, ¿era idiota por echarlo por la borda? Miró a su amigo y decidió darle un poco la vuelta a la conversación para hablar de ese tema. Le daba miedo, pero lo necesitaba. Hablar con Andrés era casi terapéutico. Lo había sido desde el principio.
—Nada, no te rayes. —Andrés removió su zumo tropical con doscientas cincuenta frutas y mucho hielo—. Se acabaría enterando igualmente. Después de haber sacado el tema, seguro que con un par de copas lo habría terminado soltando porque soy un bocas.
—Lo siento —se disculpó Mauro, y lo decía de verdad—. En fin, que me dijo más o menos lo mismo. Y por eso ahora me rayo, ¿sabes?
Andrés asintió con la cabeza.
—Mmm. —Suspiró—. En fin, que Gael me dijo el otro día que estaba pensando en que entre vosotros había cambiado algo. No añadió mucho más, pero me encargó investigarlo.
—¿Perdón?
Mauro se estaba mareando.
—Ahora que estamos siendo sinceros... Pues eso. —Andrés se echó hacia delante en la mesa, apoyando los codos y taladrando a Mauro con la mirada—. ¿Qué hay entre vosotros? ¿Habéis dado algún paso? —Y luego, más bajito—: ¿Habéis chuscado?
—AAAH. —Mauro no pudo reaccionar de otra forma que gritando.
Andrés lo miró con cara de asco.
—Estás tonta, ¿no? Chica, que no te he dicho nada que no pensemos ninguno.
—¿Quiénes son todos? ¿Por qué habláis de mí?
—Pues como tú has hablado de mí con Iker. Nena, no eres especial. Yo también me he dado cuenta de que estáis superraros. Aunque si te soy sincero, desde Sitges os veo así..., raros. Ahora mejor, pero raros.
—Vale, que sí, que ya me he enterado de que nos ves raros —dijo Mauro, mostrando cansancio en su tono. Cogió aire—. Pero sí, han pasado cosas. Lo que no te llegué a contar en la cena.
—Es que no te iba a insistir, claro que le di un montón de vueltas. Tengo muchas teorías. Pero vamos, que eso, que iba a ir por detrás preguntándote. Tendrías tus razones para no habérmelo dicho.
Mauro supo que no había escapatoria. Tendría que contarle cada detalle, ¿no? Desde el principio. O sea, desde el principio de los tiempos no, porque tampoco le interesaba demasiado a Andrés saber que había nacido en el hospital más cercano a su pueblo, ni que su madre...
—Estoy esperando —le interrumpió Andrés.
Mauro se había dejado llevar por sus pensamientos para no enfrentarse a la verdad. Pero era el momento, lo sabía.
—Bueno, pues te lo cuento rápido porque me va a ser más fácil. Y no me interrumpas ni me hagas preguntas hasta el final. Es que me muero de vergüenza —aclaró, ante la mirada de incomprensión de Andrés.
—Dale —le dijo este.
Mauro cogió aire y lo soltó todo.
—Cuando le dijeron que su padre había muerto, estaba fatal y fui a apoyarle; entonces, nos besamos. Varias veces. Fue raro. Luego, cuando volvió del funeral, dormimos juntos. No pasó nada, solo dormimos. Es la primera norma de Iker Gaitán, así que fue... extraño. No hablamos del tema y lo dejamos pasar. Luego, aquí en el crucero, también estábamos raros, pero un día, llegó de repente por la mañana, se metió en la ducha y se hizo una paja mientras me miraba. Se corrió y todo. Y luego ya me dijo que sentía cosas por mí, pero que no sabía gestionarlo. Y anoche yo le dije que necesitaba tiempo, así que ahora estamos... No sé, somos amigos.
Los ojos de Andrés parpadeaban a la velocidad de la luz. No dijo nada durante un minuto, mientras Mauro recuperaba el aliento y se arrepentía de cada palabra dicha en voz alta.
—Tengo muchas preguntas. Muchas —dijo al final el rubio—. Sé que es mediodía, pero voy a pedir una ronda de gin-tonics. Y cuando estén sobre la mesa, me vas a responder a todo lo que te pregunte, ¿vale? Esto es muy fuerte, amiga.
Mauro sonrió sin saber qué sentir, pero no se negó ante la petición de Andrés. Hablaron tanto que las horas pasaron sin que ninguno de los dos reparara en ello.