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Rocío

copas

Vivían en Vallecas, así que el aeropuerto no les quedaba demasiado lejos... en coche. Y de madrugada era prácticamente imposible encontrar combinaciones de transporte público que no fueran una auténtica odisea, por lo que les había tocado sentirse protagonistas de Mujeres ricas y pedir un taxi. De los blancos. O sea, de los caros. Una vez en el aeropuerto, Rocío se lio un cigarro y después, entraron para comprobar que no habían retrasado su vuelo y que todo iba sobre ruedas.

—Estoy nerviosa —había dicho Blanca justo antes de pasar por seguridad. Para entrar solo pusieron los teléfonos sobre un lector de códigos de barras, algo que ella todavía no era capaz de asimilar—. Entonces ¿para qué tengo todo impreso en la mochila?

—Hija, que no te va a hacer falta. Ya te lo he dicho tres mil veces. —Era en tono de broma, pero Blanca frunció el ceño—. Bueno, ahora que ya hemos pasado el control, tenemos que buscar la puerta.

Blanca solo asintió a partir de ese momento. A juzgar por su cara, era evidente que se sentía abrumada. Demasiadas nuevas experiencias para ser tan temprano. O tan tarde, depende de cómo se mirara.

—Que todo va a estar bien, en serio —la tranquilizó Rocío. Daba igual cuántas veces le dijera palabras para tratar de calmarla, pues estas parecían surtir el efecto contrario en su novia.

—Dios bendito, esto es enorme —comentó Blanca por lo bajo. Luego miró a Rocío—. Tengo muchas ganas de vivir esto contigo, ¿sabes?

A esta le embargó una sensación de hormigueo por todo el pecho. A ella también, claro estaba. Un viaje de ensueño, tan lejísimos de todo, pudiendo disfrutar ellas dos solas de las puestas de sol y la playa... Ay. Sentía que de verdad necesitaba algo así, después de tanto estrés entre una cosa y otra.

¿Y su futuro? Lo decidiría a la vuelta. Primero, relajarse. Luego, explorar opciones.

Caminaron por la terminal 4 durante bastante rato, guiándose como buenamente pudieron con los carteles que les indicaban dónde se encontraban las diferentes puertas. A esa hora había gente, aunque no tanta como de costumbre.

—Parece un aeropuerto fantasma, me meo —bromeó Rocío en un momento dado, cuando ni siquiera el McDonald’s tenía todas las luces encendidas—. Mira, es por ahí.

Una vez llegaron a la zona de embarque y a la puerta correspondiente, vieron que ahí el ambiente era bien distinto. Estaba lleno de gente. Bueno, de un tipo muy concreto.

—¿El avión también es como el crucero o qué?

Blanca se quedó parada, quieta en el sitio, sujetando la maleta con fuerza y la boca abierta.

—No me digas que no va a haber ni una lesbiana de la que hacernos amigas —dijo al fin, procesando que absolutamente todos los hombres que había esperando en la puerta de embarque parecían sacados del cast de Élite.

Rocío se encogió de hombros.

—A ver, nena, que vamos a Mikonos. Lo contrario sería ir a Lesbos, pero ya sabes a dónde van nuestros amigos.... —A Rocío la reacción de Blanca le había hecho demasiada gracia, así que continuó caminando para ponerse a hacer cola sin prestarle demasiada atención.

Pasados unos segundos, Blanca apareció al lado de Rocío. Suspiró.

—Menos mal que lo vamos a pasar de puta madre —dijo sonriendo—. Porque estaremos las dos, y con eso me conformo.