Prólogo

copas

La arena era blanca, tal y como la recordaba. Los años no habían pasado en vano para ninguno. Sin embargo, ese momento sí que era distinto, impecable; lo recordaría para siempre, porque aunque pareciera un sueño, no lo era. Con cada paso, sentía el calor de la arena bajo los pies. Era incómodo, pero lo ignoró. Al igual que el calor del sol o el chocar de las olas contra la costa.

Alzó la vista y vio a su hombre en el altar.

Y sin poder evitarlo, sonrió.