Capítulo diecisiete

–Se da comienzo a esta audiencia.

Kira estaba sentada en la primera fila de la pequeña cámara del Senado; a su lado Jayden, Haru y Yoon permanecían en silencio. Les habían dado una muda de ropa y les habían permitido asearse, pero seguían bajo custodia. Kira sentía los ojos de toda la ciudad en su nuca, pero eran solo sus nervios, pues no había espectadores y, si Mkele había hecho bien su trabajo, nadie sabía siquiera que estaban allí. A los soldados presentes les habían tomado juramento de guardar el secreto; habían mandado retirar a los guardias locales, e incluso la mayor parte del Senado estaba ausente, con lo cual quedaba una comisión de apenas cinco políticos de rostros severos. Kira se sintió agradecida al ver que el senador Hobb estaba entre ellos; él jamás iba a ninguna parte sin su asistente, y la presencia de Isolde le daba fuerzas.

Aunque Kira tenía aquel malestar, ni siquiera las pocas personas que había allí la miraban: observaban al Parcial, que estaba de pie, encadenado a un aparejo rodante de metal colocado en el centro de la sala. Estaba despierto, y sus ojos observaban a todo el mundo con atención, estudiándolo, esperando en silencio... ¿qué cosa? Kira no sabía qué. Estaba sujeto con correas de cuero, esposas, cadenas y hasta varias vueltas de cuerda y alambre. Nadie sabía a ciencia cierta cuánta fuerza tenía; toda esa restricción podía ser una exageración o podía ser absolutamente insuficiente. La sala estaba rodeada de guardias armados, por las dudas.

–Tienen un jurado interesante –susurró Isolde, sentada al lado de Kira. Señaló con la cabeza hacia la mesa que presidía la sala–. El senador Hobb será justo; al doctor Skousen ya lo conoces, tiende a quedarse callado durante las reuniones del Senado, pero con todo este punto de vista médico que planteaste, no tengo idea de lo que hará. A su lado está Cameron Weist, de quien no sé mucho. Es el nuevo representante de la base de la Red en Queens. La del centro es Marisol Delarosa, presidenta del Senado y, desde luego, la arpía que está a su lado es la mamá de Xochi, la representante de las granjas. No tengo idea de por qué está aquí. Los he ablandado cuanto pude, pero... ten cuidado, de todos modos. No te quieren demasiado.

Kira observó al doctor Skousen.

–Lo sé.

El senador Hobb apartó la mirada del Parcial y se puso de pie. Se veía apuesto, como siempre, casi al punto de turbarla.

–Esta audiencia se convocó por dos razones: la disciplina de estos cuatro adultos jóvenes, y para decidir qué se debe hacer con este... Parcial. Senador Weist.

–Como representante militar en este consejo –dijo Weist–, empezaré por el asunto más claro. Jayden Van Rijn y Yoon-Ji Bak, pónganse de pie, por favor –ambos se levantaron–. Se les acusa de falsificar formularios militares, abandonar la misión asignada, desactivar el sistema de defensa del puente de Brooklyn, ingresar en territorio enemigo sin permiso y participar en actividades no autorizadas que ocasionaron la muerte de tres de sus compañeros. ¿Cómo se declaran ante estas acusaciones?

–Culpable –respondió Jayden. Tenía el rostro sombrío y desprovisto de emoción, con la vista clavada al frente.

El senador Weist miró a Yoon.

–¿Soldado Bak?

Yoon guardaba silencio, pero Kira vio que se le llenaban los ojos de lágrimas. Tragó en seco, levantó la cabeza y se puso lo más derecha posible.

–Culpable.

–El castigo para estos delitos es severo –continuó Weist–, pero la Red de Defensa desea ser indulgente. Los dos son jóvenes y, francamente, no podemos prescindir de muchos soldados entrenados, aunque sean delincuentes –echó un vistazo al Parcial, por una fracción de segundo y de reojo, y luego tomó un papel–. Esta mañana, un tribunal militar privado resolvió que la soldado Yoon-Ji Bak, como subordinada en estas actividades, seguía las órdenes de su superior y por ello no es culpable. Soldado Bak, usted regresará conmigo al Fuerte LaGuardia, donde será reasignada. Puede tomar asiento.

Yoon se sentó, y Kira vio que ahora lloraba con más libertad. Extendió la mano y le dio un apretón afectuoso en la rodilla.

Weist miró a Jayden.

–Teniente Van Rijn: así como el grado de la soldado Bak la hace menos culpable en este caso, el suyo lo hace más. Mintió a sus comandantes, puso en peligro a civiles e hizo que mataran a tres de sus propios hombres. El hecho de que fueran voluntarios y fueran copartícipes en la conspiración no nos importa, y a usted tampoco debería importarle; usted era su líder, y ahora están muertos.

–Sí, señor.

–Por lo tanto, será dado de baja sin honores del servicio militar y quedará bajo custodia del juzgado civil. La Red de Defensa recomienda una condena de prisión y trabajos forzados, pero eso es decisión del juzgado, no nuestra. Puede tomar asiento.

Jayden se sentó, y Kira le susurró por lo bajo:

–Es un bocón.

–Tiene razón –respondió, en voz baja–, y fue más que justo. Deberían haberme ejecutado.

–Bueno, no lo digas con tanto entusiasmo.

–Gracias, senador Weist –dijo Hobb–. Ahora procederemos con la audiencia civil. Soldado Bak, puede retirarse si lo desea.

–Me quedaré con mis amigos, gracias –respondió ella, y permaneció en su silla. El senador Hobb hizo una pausa, se encogió de hombros y prosiguió.

–Señor Haru Sato, de pie, por favor.

Haru se levantó.

–Buena actitud, la de Yoon –susurró Isolde–. Demuestra solidaridad con ustedes. Al senador Hobb le encantan esas cosas.

–¿Favorecerá a los otros?

–No puedo asegurarlo –respondió Isolde.

–Haru Sato –dijo Hobb–, con sus veintidós años, usted es el miembro de más edad de este grupo, y el único adulto. ¿Qué puede alegar en su defensa?

Los ojos de Haru estaban duros como el acero.

–No sea condescendiente con ellos, senador.

Kira oyó que un murmullo recorría la sala e hizo lo posible por disimular una mueca. Haru, imbécil, ¿qué estás haciendo? Debes lograr que se pongan a favor, no en contra.

–¿Podría explicar ese comentario? –pidió fríamente el senador Hobb.

–Acaban de castigar a Jayden por tomar una mala decisión como oficial al mando, ¿y no lo llaman adulto? Kira y Yoon tienen dieciséis años, edad que ustedes mismos están pensando implantar como nueva edad de embarazo. ¿Van a obligarlas a tener hijos, pero no las llaman adultas? –miró fijamente a cada uno de los senadores, clavándoles la mirada–. Yo tenía once años cuando sobrevino el Brote. Vi morir a mi padre en un ataque Parcial. Dos semanas más tarde, vi morir a mi madre y a mis hermanos en un gimnasio escolar tan lleno de refugiados que el RM se esparció como un incendio forestal. Fui el único que quedó vivo en toda la ciudad. Caminé treinta y dos kilómetros, solo, hasta que encontré otro grupo de sobrevivientes. Aquel día dejé de ser un niño, senadores, y estos tres pasaron por lo mismo, siendo aún más jóvenes que yo. Todos los días arriesgan sus vidas por la sociedad, poseen empleos, y en cualquier momento van a exigirles que además tengan hijos, ¿y ustedes tienen el cinismo de no tratarlos como adultos? Esto no es el paraíso que perdieron con el Brote, y ya es hora de que acepten eso.

Kira escuchaba con los ojos dilatados. Así se hace, Haru. Diles. Se inclinó hacia Isolde.

–A ver si con eso aprenden un poco de respeto.

–Para él, sí –susurró Isolde–. Para ustedes, en realidad, es muy malo. Haru está tratando de presentarlos como iguales, para que esto quede como una conspiración conjunta de adultos en lugar de ser un adulto que lidera a un grupo de menores. Si piensan que él fue quien lo planificó todo, podrían darle una condena más severa. Por eso trata de no pagar por ustedes, como Jayden por Yoon.

–Pero eso es... –Kira frunció el ceño, mirando alternadamente a Haru y a los senadores–. Pero me pareció muy noble.

–Estuvo brillante –dijo Isolde–. Semejante comadreja está desperdiciada en el área de construcción.

–Muy bien –dijo el senador Hobb–. Kira Walker, ¿desea ser tratada como adulta?

Maldición. Muchas gracias, Haru. Kira se puso de pie y sostuvo su cabeza erguida.

–Yo tomé mis propias decisiones, senador. Conocía los riesgos y los entendía.

–Pareces muy segura de eso –observó el doctor Skousen–. Dime, Kira, ¿qué pensabas hacer con este Parcial una vez que lo hubieras capturado? ¿Cómo ibas a contenerlo? ¿Cómo ibas a manejar la amenaza de una nueva contaminación?

–No pensaba traerlo aquí, señor. Esa fue idea de ustedes –hizo una pausa; observó cómo la frente del médico se oscurecía de ira y se preguntó si habría ido demasiado lejos. Echó un vistazo al Parcial; este le devolvió una mirada oscura y Kira trató de no imaginar con qué rapidez podía liberarse de las ataduras–. Yo pensaba cortarle la mano y examinarla allá con una medicomp que llevamos a Brooklyn. Nunca hubo una amenaza para nadie hasta que...

–¿Que no hubo amenaza? –interrumpió el doctor Skousen–. ¿Y los tres hombres que murieron del otro lado del río? ¿Y las dos mujeres en edad reproductiva que casi mueren con ellos? Sin duda precisamente tú, que trabajas en la maternidad, entiendes la necesidad de proteger todos los embarazos posibles.

–Por favor, doctor –dijo Kira; sintió que el rostro le ardía de furia–. Hemos pedido que nos traten como adultos, no como ganado.

El médico se detuvo en seco y Kira apretó los dientes, obligándose a mantener un semblante lo más sereno posible. ¿Qué estoy haciendo?

–Si desea que se le trate como adulta –replicó la senadora Delarosa–, le recomiendo que mida sus palabras.

–Por supuesto, senadora.

–¿Puede explicarnos, oficialmente, qué espera obtener de su estudio de los tejidos del Parcial?

Kira miró brevemente al doctor Skousen, preguntándose cuánto les habría contado ya él.

–Hace años que estudiamos el RM, pero aún no sabemos cómo funciona. Todo lo que debería ser eficaz para vencerlo no lo es; todo lo que debería protegernos de él no lo hace. Hemos llegado a un callejón sin salida y necesitamos un nuevo rumbo. Estoy convencida de que, si estudiamos la inmunidad desde la perspectiva de los Parciales (no la mutación al azar que nos impide desarrollar los síntomas, sino la resistencia diseñada que los hace a ellos totalmente inmunes), podemos encontrar la cura que hemos estado buscando.

El senador Weist entrecerró los ojos con fastidio.

–¿Y le pareció que la mejor manera de hacer esto era irrumpir en territorio enemigo, sin ningún plan ni apoyo?

–Le pedí apoyo al doctor Skousen –respondió Kira–. Dejó en claro que no tendría apoyo del Senado.

–¡Lo que dejé en claro fue que no debías intentarlo de ninguna manera! –rugió Skousen, dando un manotazo sobre la mesa.

–Mi amiga está embarazada –dijo Kira–. La esposa de Haru; la hermana de Jayden. Si le hubiéramos hecho caso a usted, su bebé moriría, como todos los otros niños que no han salvado en once años. No estudié medicina para ver morir a la gente.

–Su motivación es admirable –dijo la senadora Kessler–, pero sus actos fueron tontos e irresponsables. Creo que en eso estaremos todos de acuerdo.

Kira la miró y volvió a ver, como siempre, un notable parecido entre ella y Xochi. No en su aspecto, claro, sino en sus actitudes: aunque era hija adoptiva, Xochi había heredado su fervor terco y apasionado.

–Tenemos leyes para tratar a la gente que hace cosas tontas e irresponsables –prosiguió la senadora–, también tenemos tribunales que aplican esas leyes. Francamente, la presencia de estos delincuentes aquí me parece una pérdida de tiempo para el Senado. Yo opino que los derivemos al tribunal penal y se acabó. Esto, en cambio... –señaló al Parcial–. Estamos en una audiencia, y me gustaría oírlo.

–Tenemos leyes –admitió el senador Hobb–, pero me parece obvio que este es un caso bastante especial...

La senadora Kessler miró con enojo a Kira, quien se esforzó por sostenerle la mirada con la mayor dignidad y resolución posibles.

–Propongo derivar esta audiencia penal al tribunal correspondiente –dijo Kessler, y miró a Hobb–, y que nos ocupemos del verdadero problema.

–Apoyo la moción –dijo Skousen.

–Y yo la objeto –dijo Delarosa–. Tener un Parcial en Long Island, y más aún aquí, en East Meadow, es de la más alta confidencialidad. No podemos dejar que nadie, y menos un tribunal investigativo, se entere de esto. Hablaremos con el Parcial y luego decidiremos qué hacer con los acusados.

–Apoyo la moción –dijo Weist.

–No tengo objeciones –agregó Hobb.

Kessler hizo una pausa, con expresión severa, y luego asintió.

El senador Hobb indicó a Kira y a Haru que se sentaran, y se volvió hacia el Parcial.

–Bien. Ahora tiene la palabra. ¿Qué quiere decir?

El Parcial no dijo nada.

–¿Por qué estaba en Manhattan? –le preguntó Delarosa. Esperó, pero el Parcial no respondió. Esperó más, y luego volvió a hablar–.Usted formaba parte de un grupo de ataque armado que acampaba temporalmente a pocos kilómetros de nuestra frontera. ¿Cuál era su misión?

El Parcial permaneció en completo silencio.

–¿Por qué ahora? –prosiguió Delarosa–. Después de seis meses de rebelión brutal y once años de ausencia total, ¿por qué vuelven ahora?

–Mátenlo –interrumpió el senador Weist–. Nunca debimos traerlo aquí.

–Estúdienlo –dijo Kira de pronto. Se puso de pie y nuevamente sintió todas las miradas sobre ella. Era su última oportunidad; como el Parcial se rehusaba a hablar, habían perdido los pocos motivos que tenían para mantenerlo vivo. Estaría muerto en cuestión de minutos. Tenía que hacerlos entender; tenía que convencerlos de que no desperdiciaran esa oportunidad–. Fue una tontería ir allá por nuestra cuenta y miles de cosas podrían haber salido mal; probablemente muchas más cosas aún podrían salir mal, pero miren lo que conseguimos: un Parcial vivo, aquí mismo, esperando que lo estudiemos. Castíguennos si quieren, mátennos si nos quieren muertos, pero por favor: que alguien aproveche esta oportunidad y lo estudie. Si me equivoco, está bien, el daño ya está hecho. Pero si tengo razón, podemos curar el RM y por fin empezar a reconstruir nuestra sociedad. Sin RM, sin Ley de Esperanza, sin Voz ni rebeliones armadas... hizo una pausa y por fin dijo–: una sociedad unificada, con futuro.

Los senadores se quedaron mirándola un momento; luego Delarosa los llamó y se acercaron para hablar en susurros. Kira se esforzó por escuchar, pero no lograba entender lo que decían. De vez en cuando, alguno de ellos echaba un vistazo al Parcial.

–Bien dicho –susurró Isolde–. Espero que dé resultado. Aunque no dejan de mirarte, y eso me pone nerviosa.

–Espera –dijo Kira–, ¿a mí? Creí que miraban al Parcial.

–De vez en cuando, sí –respondió Isolde–, pero principalmente te miran a ti. No sé lo que significa.

Los senadores siguieron debatiendo un momento más, y Kira pudo ver que, efectivamente, los vistazos iban más allá del Parcial, hasta donde ella estaba. Respiró nerviosa, preguntándose qué castigo le aplicarían. Por fin volvieron a erguirse en silencio, y el senador Hobb se puso de pie.

–El Senado ha tomado una decisión –anunció con voz solemne–. Nos hemos convencido de la necesidad del estudio. Los Parciales son inmunes al RM y si logramos descubrir los secretos de esa inmunidad, quizá podamos hallar al fin una cura. El cuerpo de este Parcial puede ser la clave de nuestra supervivencia, y no parece representar una amenaza inmediata en condiciones de sujeción y sedación –echó un vistazo al doctor Skousen, se enderezó y habló con voz fuerte y clara–. Lo trasladaremos a un sector seguro del hospital, en forma confidencial y bajo custodia, para un estudio y análisis detallado. Al cabo de cinco días, será eliminado y retirado. En cuanto al estudio, lo llevará a cabo usted, señorita Walker –miró a Kira; ella estaba demasiado estupefacta para interpretar la expresión del senador, quien finalmente le dijo–: Tiene cinco días para trabajar e investigar. Úselos bien.

–¿Quiere decir que no estoy bajo arresto ni...? ¿Me darán el cuerpo? ¿Van a dejar que haga mis pruebas? –balbuceó, aún tratando de procesar la información.

–No solo el cuerpo –respondió el doctor Skousen–. Puede realizar mejores pruebas si está vivo.