— ¿A dónde os dirigís mi buen viajero? —un hombre de edad avanzada apenas habló.
—Al sur —contestó Absolon
—Se ve que no eres de por aquí —.
—Vengo del continente más allá de las tormentosas.
—Ya veo. De Sirina, de donde es Maraf.
Absolon asintió.
—Me gusta visitar a Maraf cuando voy a la capital del este, me gusta escuchar a Maraf hablar de Sirina y su gran desierto de arenas rojas, de sus calles con aroma a especias e inciensos, de las bellas mujeres danzando con sus velos en las calles cuando entra la primavera y los jazmines desprendiendo sus perfumes combinados con los aromas a sal de la ciudad portuaria y esas criaturas ¿Cómo las llama? —dijo el anciano tratando de recordar.
Absolon solo escuchaba atento recordando su antiguo hogar y eso lo llevó a pensar en Aritzhe y en ese momento en el que la besó en los jardines de la fortaleza.
—Camellos del Gubi —dijo el anciano con una amplia sonrisa despertando a Absolon del sueño en el que estaba.
—Sí, nobles criaturas, recorren millas sin descanso por todo el desierto del Gubi, muchas de las tribus nómadas los usan para desplazarse por todo el desierto —contestó Absolon.
— ¿Y qué lo hizo dejar su hermosa tierra? —preguntó el anciano tocando una fibra delicada.
—Será mejor que no confíe en mí, no soy igual de bueno que Maraf —.
—He viajado desde el norte hasta el sur, y sé reconocer a una persona confiable, y seguro tú eres una de esas. Y si Maraf confía en ti, algo bueno ha de ver en ti muchacho. Mira, allá al fondo hay hogaza de Garamar y vino de las tierras altas por si gustáis echarle algo a vuestro estómago —dijo el anciano con una amplia sonrisa que estiró los pliegues de su rostro envejecido.
Absolon asintió, él no recordaba la última vez que alguien fuera amable con él.
—El camino cada vez está más oscuro. Atrás de esos bultos hay aceite, os podrías rellenar los candelabros y prenderlos para alumbrar el camino y alejar a los Goumpís y a los gnomos —dijo el anciano.
Absolon asintió. De un impulso se puso de pie y comenzó a rellenar las lámparas y a prenderlas para iluminar el camino del oscuro bosque. El sonido del viento al ir golpeando las ramas de los pinos y ese silbido que dejaba a su paso hacía del camino aún más tenebroso.
—Que la luz de Eiguan ilumine vuestros caminos, que aleje a los Goumpí y a los gnomos para que lleguemos bien a vuestros destinos —dijo el viejo en forma de hechizo para alejar a los espíritus del bosque, espíritus que hacían travesuras a los viajeros, ya que por todo el continente se rumoraba que sin una buena protección los espíritus del bosque encantaban a los viajeros, apareciendo en forma de hermosas doncellas o galantes caballeros, seduciéndolos y metiéndose en sus mentes hasta perderlos en el interior del bosque.
— ¿Siempre viaja solo? —preguntó Absolon.
—No, mi hijo era quien se encargaba de llevar y traer la mercancía, siempre recorría las rutas de comercio a mi lado, era quien iba a continuar con el legado que forjó mi abuelo.
— ¿Y por qué vuestro hijo no lo acompañó en este viaje? —preguntó Absolon.
—Fue reclutado por el reino para ir en primera fila acompañando al príncipe Dilan a las fronteras del páramo en contra de las tropas del rey Sarunda.
—Ya veo —dijo Absolon—. En pocos años vuestro hijo será un valiente caballero del reino.
—Más allá de la gloria y la fama que mi hijo pueda traer a la familia, lo que más importa es que regrese con vida. Se rumora que las cosas en el páramo están muy feas, incluso se habla del regreso del rey oscuro.
Absolon se mantuvo callado, él ya había escuchado tales rumores. Ya habían pasado trescientos años desde que el rey oscuro fue derrotado y encerrado en el monte Kinabalu, y el único libro que lo puede traer de regreso yace bajo la protección de los magos de Alsur.
—Solo son rumores de cantina, no haga caso de lo que hombres influenciados por el alcohol dicen —contestó Absolon sin dejar de comer hogaza.
—Tienes razón mi buen hombre, por cierto, ya tenemos horas de camino y aún desconocemos vuestros nombres, soy Carpi, para serviros —
—Absolon —contestó esperando alguna reacción de rechazo.
—Siempre es un honor compartir el nombre con la persona que viajas, y buenos augurios trae el conocer nuevas personas —dijo el anciano viéndolo por el rabillo de sus ojos y continuó con una risa rasposa.
Absolon relajó un poco sus músculos ante la reacción de Carpi, algo que no se esperaba, pero aun así no bajaría la guardia.
Una ráfaga de viento golpeó la carreta moviéndola ligeramente de un lado para el otro. Unas cuantas gotas ya comenzaban a caer, y las nubes que lentamente se iluminaban de amarillo ocre por los relámpagos avanzaban con más rapidez hacia ellos trayendo consigo una poderosa tormenta.
— ¿Y qué es lo que transportáis Carpi? —preguntó Absolon cambiando el tema rápidamente.
—Ah, pues un poco de todo, mi último viaje que fue a la capital de Eigord llevé lavanda de los campos de Amborum, y ahorita ya voy de regreso a vuestra humilde morada en Emona, para esperar la próxima temporada. Y tú mi buen viajero, ¿a qué os dedicáis?
—Mi oficio no es algo de lo que pueda hablar con orgullo, he hecho cosas oscuras que han condenado mi alma.
—Tu mirada dice que habéis pasado por mucho muchacho, nuestros pasos siempre nos llevan por un camino oscuro y desolado, y en ocasiones no nos queda de otra que guiarnos por ese camino, aunque en el fondo sabemos que es malo, pero Eiguan siempre nos ilumina el sendero que debemos seguir por muy oscuro que sea, siempre tiene como propósito un bien mayor para cada hombre —dijo el anciano, mientras detenía al caballo.
Absolon solo lo miró sin decir una palabra.
—Aquí pasaremos la noche, el caballo tiene que comer y descansar y con la tormenta sería peligroso avanzar.