El sol del mediodía ya estaba en su esplendor, Absolon no dejaba de sudar y por donde volteara no paraba de ver verde y más verde en árboles que iban por todo el camino. En partes agradecía lo frondosos que eran por la sombra que daban, pero en otras partes del camino no tenía nada que lo cubriera, solo eran árboles donde su tronco se entrelazaba formando un cilindro de perfecta filigrana, terminando con corto pero frondoso follaje rojizo que destellaba al sol del mediodía.
Los Arboles Tuk Tek se extendían por todo el valle. Absolon jamás en la vida había visto tan peculiar árbol, y con una amplia sonrisa fue admirando el hermoso valle. Los árboles se iban haciendo menos frondosos que millas atrás y el sol ya comenzaba a ser insoportable; Absolon se sintió en casa.
Ya habían transcurrido un par de meses desde que había dejado Emona para viajar al sur. La bella capital sureña se alzaba al horizonte, sus majestuosos dragones inmortalizados en poderosas estatuas yacían por toda la plazuela. Absolon antes de cruzar las murallas elevó la mirada a las torres y luego repasó las almenas, pero los guardias ignoraron su presencia, y con sumo sigilo, cruzó las verjas bajo la sombra de los comerciantes que iban y venían. Tras haber cruzado las murallas tomó rumbo en busca de una taberna, un lugar perfecto para reunir información de todo tipo y por un buen trago, en todo su camino no pudo dejar de asombrase.
Yoguns era algo similar a lo que una vez fue su hogar. Frutos de apariencia extraña se extendían en filas por toda la placilla que decoraba las calles de la capital a la vez que aspiraba olores a canela, anís, piruca entre otras especias exóticas los cuales flotaban por todo el callejón.
Al seguir de frente, una bella mujer de piel morena de ojos almendrados y de larga cabellera negra trenzada en forma cilíndrica robó toda su atención. Luego, a lo lejos vio una taberna, su estómago ya comenzaba a hacer un sin fin ruidos extraños, y al entrar, la taberna estaba bulliciosa, los tambores y las cítolas recibieron a Absolon con música que parecía Siriana, y como en casa se sentó en la barra y pidió una negra, para su asombro el tabernero no hablaba la lengua común, y él tampoco hablaba Yoguns.
—Al parecer no sois de por aquí —dijo la bella mujer con la que Absolon cruzó mirada.
—Estaba a punto de asesinar a ese hombre por no darme mi trago —
—Espera —dijo ella al momento de pedir los tragos.
— ¿Y cómo es que habláis la lengua común?
—Viajeros de tierras distantes me han enseñado mucho —dijo ella con sutil encanto.
Absolon dio un buen trago a su cerveza y al terminar no dijo nada, aunque ya sabía por dónde iba todo esto.
— ¿Y cómo debo llamaros mi apuesto viajero? —pregunto ella al momento de deslizarse en la barra para acortar la distancia que había entre ellos.
—Nómada —respondió Absolon al rodearla con su brazo, y con el otro hizo una seña que el cantinero rápidamente descifró la señal.
— ¿Y esta bella mujer tiene nombre?
—Mireni —susurró cerca del oído de Absolon—. ¿Y desde qué tierras vienes, Nómada? —preguntó con sutil encanto la cortesana.
—Más allá de las tormentosas.
—Vienes del otro continente —dijo ella con asombro.
—Algo así —respondió Absolon con indiferencia.
— ¿Y cuánto tiempo te quedarás en Yoguns? —preguntó ella con ligera curiosidad.
—Ya el tiempo lo dirá —