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Al salir de la taberna, Absolon se vio envuelto de luces titilantes que recorrían toda la muralla, todo parecía ir bien o por lo menos las cuatro semanas que habían transcurrido habían sido de total tranquilidad, sin ningún enfrentamiento con soldados del reino o algún asesino de la secta, pero aunque todo parecía ir bien, no debía confiarse, su maestro siempre le decía: que un asesino no hace ruido para derramar la sangre de su presa, y si bien conocía a Mirin, sabía que no pararía de cazarlo hasta obtener su cabeza, y ahora con su rostro en carteles circulando por toda la capital del este, tenía que moverse con sigilo ya que las noticias no tardarían en llegar a Yoguns de que Absolon, el asesino más buscado, andaba fugitivo. Un remolino de emociones nublaba su cabeza.

La luna pasada de su cenit derramando su luz nacarada de aspecto fantasmagórico sobre las sólidas calles de la capital. El farolero apenas y se veía a lo lejos, lento con una luz palpitante sobre una garrocha. Absolon ajustó su capucha y comenzó a caminar sin rumbo escuchando los fantasmas de su cabeza. Perdido en sus más profundos pensamientos apenas logró sentir que alguien lo iba siguiendo. Absolon frunció el cejo y dobló por un callejón oscuro y estrecho, esquivó un par de cajas de madera ya rotas, y sin bajar la guardia se detuvo y se giró para encontrase con la sombra que lo iba acechando.

—Absolon, el asesino de reyes, lástima que hasta aquí llegó tu reputación traidor.

—Hermano, siempre tan serio —dijo Absolon al dirigir su mirada al asesino siniestramente armado hasta los colmillos.

—El Shaitan me ha mandado por tu cabeza, veamos si aún recuerdas las enseñanzas de vuestro maestro —dijo Alim con una mano en la empuñadura de su daga.

Absolon marcó una línea sutil en sus labios y llevó la mano a su acero.

—Esto será como en los viejos tiempos hermano.

—Pero esta vez reclamaré tu cabeza —dijo Alim desenfundando su daga que, vislumbro su sed de sangre, y en un parpadeo se lanzó contra Absolon

Absolon lo neutralizó con naturalidad y esbozó una sonrisa que curvo hacia la izquierda.

—Siempre fuiste lento hermano —alardeo Absolon sin dejar de analizar a su feroz oponente.

—Al parecer estás en forma, sin embargo, tu cabeza caerá por mi acero —gruñó el asesino al momento de señalarlo con su enorme daga—. Y me regocijaré al ver el alma destrozada de tu golfa cuando le entregue a vuestro señor tu cabeza putrefacta.

Absolon tensó la quijada y se quedó contemplando al fornido oponente que tenía ante sus ojos, y bien sabía que Alim no era para tomase las cosas a la ligera.

—Reconozco que estoy frente a un formidable guerrero —dijo Absalón al momento de quitarse la capucha—. Pero mira bien el rostro que tomará tu vida, y cuando termine contigo buscaré la forma de asesinar a Mirin.

—Un simple mortal como tú no puede asesinar al demonio de las arenas —gruñó Alim impaciente.

—Mirin fue un mortal igual que nosotros, su inmortalidad proviene de la daga de Ozaden por las almas que ha tomado, pero sin ella… temo que no estés para presenciarlo hermano —.

—Siempre fuiste el protegido de Tofuro, un niño huérfano que llegó en los brazos del maestro. Me pregunto si también se quebrará su espíritu cuando vea tu cabeza ya putrefacta en las verjas de la entrada como ejemplo de lo que les pasa a los traidores.

El rostro de Absolon cambió por completo.

—Eso, quiero ver al verdadero asesino que sois, veamos si vuestra reputación es merecedora de tal leyenda que has forjado con tu acero.

—No temo a la muerte, la abrazo —dijo Absolon al momento de dar un par de estocadas, pero Alim era igual de ágil que un gato en plena oscuridad. Absolon lanzó un par de cuchillas que Alim rechazó con ligera dificultad. Una pasó muy cerca dejando un ligero hilo de sangre en la mejilla. Alim limpió la sangre con su mano enguantada y un fuego sombrío se vio en el brillo de sus ojos.

—Eres un hijo de perra —maldijo el asesino a la hora de lanzar unas cuchillas en forma cilíndrica que salieron disparadas de su muñequera a la hora de que Absolon las neutralizara. Salieron dispersas como si esquilaran el aire, y Alim, de un salto felino, lo envistió.

Absolon cayó de espaldas y un líquido rojo comenzó a escurrir por sus manos a la hora que sujetó el acero que iba dirigido al pecho, y con un quiebre de muñecas, desarmó a Alim y con la rodilla dirigida a las costillas derribó a su oponente. Absolon, a la hora de ponerse en pie tambaleó un poco y rápidamente olisqueó la hoja de la daga, su rostro se empalideció.

—Resina de Girle —dijo Absolon a la hora de esbozar una ligera sonrisa.

—Si fueras un humano común ya estuvieras muerto por el veneno —dijo Alim.

—Hermano, tu arrogancia será la que os lleve a la tumba, el veneno que ahora corre por tus venas es inoloro e insaboro. Es difícil de detectar el veneno de las Ditolas, es lento y sus efectos van por la sangre hasta llegar al corazón provocando una muerte lenta y dolorosa —dijo Absolon al momento de golpear sus rodillas en el frio adoquín—. ¿Qué somos sino más que simple peones de Mirin que puede mover a voluntad y sacrificar sin remordimiento?

—Soy un fiel siervo de vuestro señor… —apenas dijo Alim cuando un dolor que le quemaba las venas como el fuego se iba como lava ardiente directo al corazón. Cayó de rodillas y llevó su mano a un pequeño bolso que estaba adherido a su cinta, sacó unas hierbas y con las manos temblorosas se las llevó a la boca.

—El veneno de las Ditolas no tiene cura, muchos lo llaman el beso de la muerte. Que vuestra otra vida sea mejor hermano, ahora ve en paz a los jardines del janna.

Alim lo contemplo fijamente con esos ojos negros como la muerte y marcó lo que parecía una sonrisa. Tomó su acero y lo empuñó con firmeza.

—Hasta volvernos a ver hermano —y así como terminó de hablar, terminó también con su vida a la hora de hundir su acero en su corazón.

Absolon lo miró atento, sin poderse mover. El veneno ya había comenzado a atrofiar sus nervios y músculos y faltaba poco para que su corazón colapsara. Viendo en dirección al callejón, logró distinguir que una persona se acercaba, sin embargo, solo vio una túnica roja y sombras cuando sus ojos cayeron como plomo.