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A Botón lo que más le gusta es salir a la calle y pasear.

—Botón, ¿vamos a la calle?

Distingue la palabra calle perfectamente, levanta las orejas y mira muy serio, esperando. Se queda quieto, hasta ver que cogemos su collar y su correa, entonces ya no tiene duda, y empieza a saltar y a dar ladridos cortos y agudos, como chillidos de alegría, girando sobre sí mismo. Muerde la correa, tira de ella sin soltarla, muy tercamente, primero hacia la puerta, luego al ascensor y, finalmente, al portal. Al salir, hace pis en un árbol o en la rueda de un coche aparcado. No lo hace una sola vez, sino muchas. En todos los árboles y fachadas y coches y farolas que le va apeteciendo. Al final sólo una gota o dos, ya sin gana.

Siempre va oliendo todo. Se para de pronto en un sitio concreto, a oler. Reconoce si han pasado otros perros, por el olor. Tienen los animales mejor olfato y oído que nosotros. Y mejor vista, algunos. Y muchos son más inteligentes que la mayoría de los humanos, sin duda.

No le gusta la lluvia. Nos mira en la puerta, como preguntando si realmente hay que salir y mojarse. Un día de mucha lluvia, nos dijo un transeúnte simpático:

—Mal tiempo para el animalejo.

Hay que sacarlo a su piscaca por la mañana, a mediodía y de noche. Un paseo corto y a casa. Porque enseguida está dispuesto a volver a sus cosas. Algún día el paseo es más largo por la tarde, y nos sentamos en la terraza de un bar. Él se sienta en el suelo, muy formal, y nos mira pidiendo algo de lo que tomamos.

—Botón, te vamos a dar pan sopadito.

Mojamos pan en el plato y se lo damos. Se relame y espera más. A veces se pone en dos patas, y se apoya en el tablero de la mesa para ver lo que queda. Todo se lo come: trocitos de calamar rebozado, de jamón... Le quita con la pata la arena a algo que se le ha caído al suelo, antes de comérselo. Le dejamos que lama por dentro el botellín del refresco, cuando ya está casi vacío. Mete su lengua por el agujero, inclinamos el botellín, y bebe lo poco que queda. Es muy goloso.

Son pequeños caprichos, pero no le convienen. Debe comer su pienso, el alimento concentrado en unas bolitas secas que él mastica ruidosamente. Lo tiene todo el día en un recipiente verde, junto a otro igual, para el agua. Y va tomando algo cuando quiere. Se le oye chapotear en el agua, con la lengua. Siempre bebe al volver de la calle, para reponerse.