Botón ha coincidido alguna vez con el perro de Doña Carmen; es un perrito de su mismo tamaño, se llama Tilo, es gris, de otra raza, tiene un flequillo que le tapa los ojos, y es más joven. Se han olido, se han observado de cerca y no se han gruñido, porque ambos tienen buen temperamento.
A Tilo le han traído, los Reyes Magos en estas Navidades, un pez de goma azul, pequeño, que pita al apretarlo. Ha aprendido enseguida a hacer que suene, pisándolo con la pata, y también le gusta llevarlo en la boca y sacarlo a la entrada, para que lo vean las visitas.
Hoy ha asistido Tilo a una sesión de ilusionismo que han hecho Miguel y Carmen (cuando actúan se llaman Profesor Gásmor y Carmen Tachán). Ha permanecido sentado con nosotros, muy atento a los juegos de manos. Los que hacen con barajas no le han gustado, porque no distingue las cartas, y se distrae. A todos nos asombra que, en cuatro montones de cartas, elegidas al azar, queden siempre encima los cuatro ases. Pero a Tilo le da lo mismo, le parecen iguales todas, incluidos los ases. Además, los aplausos le aturden, y se refugia debajo de un sofá. (Bien pensado, el aplauso es absurdo: hacer un ruido desagradable, chocando una mano con otra, para demostrar aprobación o entusiasmo).
El juego que más le ha divertido ha sido uno en el que Miguel hace volar una bombilla encendida, sin aparente sujeción ni cable eléctrico. La miraba volar de un lado a otro, moviendo él también su carita peluda. Y cuando Carmen sacó de una bolsa muchas cartas de baraja unidas en forma de castillo, Tilo se acercó a ella para verlo mejor.
Al acabar los juegos, es ya tarde y nos despedimos para irnos a nuestras casas.
Esta noche, antes de dormirse, Tilo habrá pensado:
—Qué curioso lo de la bombilla.