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Alguna vez, teniendo a Botón en casa, me he puesto a tocar la viola. Él escucha el sonido suave de las cuerdas, me mira y se tumba tranquilamente. No sé si distinguirá la melodía como un todo pensado por el compositor, o si sólo oirá notas sueltas diferentes, unas agudas y otras graves, enlazadas durante un rato. Seguro que es capaz de captar los armónicos, esas vibraciones que se superponen a cada nota, en sucesión creciente, y que dan el color y el timbre, la personalidad, al instrumento. Los armónicos más agudos no los oímos los humanos, pero los percibirán los perros, porque con sus grandes orejas captan las frecuencias más altas. Por lo tanto, habrá para Botón otra melodía distinta, constituida por los armónicos.

Al acabar, le pregunto si le ha gustado, aunque a lo mejor es distinto lo que yo he tocado y lo que él oyó. Pero nunca protesta ni me interrumpe. Ni tampoco se marcha.

Tengo una viola da gamba, es decir, viola de pierna, porque se apoya en las piernas, no en el suelo como su sucesor el violonchelo. Aunque ambos tienen casi el mismo tamaño, y coexistieron algunos años en el siglo XVIII. En esa época, esta viola dejó de usarse, y ahora es un instrumento histórico, recuperado para tocar música del Renacimiento y del Barroco. Tiene seis cuerdas (las últimas tuvieron siete), en lugar de las cuatro del chelo, el arco se sujeta con la palma de la mano hacia arriba, al revés que el arco del violonchelo. La cabeza de las violas antiguas está tallada en forma de cabeza humana (actualmente los instrumentos de cuerda tienen tallada sólo una voluta en la madera del final del mástil).

Su sonido es dulce, suave y profundo, adecuado para rozar levemente las paredes y los techos de los palacios, las largas faldas de tafetán y de brocado, la piel blanca de quienes la escucharon en otros siglos, y que flotan ahora, curiosos y añorantes, mientras paso el arco.

Botón ve entrar a esos visitantes ingrávidos, y los acepta en su dimensión sin palabras, bajo la resonancia de la viola, hasta que vuelven a disolverse en el silencio del pasado.