Llevad en vuestras álas
¡Oh brisas de la tarde!
Los huérfanos suspiros
De mi secreto amor;
Amor sin esperanza,
Pero de que hace alarde
Mi corazon que sufre
Su celestial ardor.
Llevadlos, y piadosas
Cuando toqueis la frente
De un ángel que ha bajado
Con formas de mujer,
Sobre sus blancas sienes
Dejadlos dulcemente
Cual la única corona
Que puédole ofrecer.
Suspiros son que nacen
Del seno diamantino
Donde se guarda en mi alma
La sensibilidad:
Único bien que nunca
Me arrebató el destino,
Fuente serena y pura
De mi infelicidad.
Mi amor no es un delirio
De ardiente fantasía;
Mi amor está en el alma
Con lágrímas y fé:
Placer que se confunde
Con la melancolía,
Corona de jazmines
Con hojas de cipré.
La veo en las estrellas,
La veo en la alborada,
En las nocturnas sombras,
En el radiante sol;
Dó quiera van los ojos
De mi alma enamorada,
Del sol de mis amores
Encuentro un arrebol.
Las flores me deleitan:
Su aroma y sus colores
Son hoy para mi vida
Supremo talisman.
¡Ay, triste del que ignora
La mágia que las flores
Contienen para el alma
Que acongojada está!
Mas, ¡ay! que las estrellas,
Las flores y la aurora,
Mezclado á mis amores,
Contemplan mi dolor.
Pues si la imájen suya
Mi corazon adora,
Mi corazon la baña
Con lágrimas de amor!
Amor sin esperanza,
Que en mi alma se alimenta
Del fuego solamente
Que en mis entrañas hay:
Ningun benigno soplo
Mi corazon alienta;
No hay pecho que recoja
De mi infortunio el ¡ay!
La adoro y no lo sabe:
La adoro, y su pupila
Sobre mi triste noche
No vierte claridad.
La adoro, y mientras goza
Felicidad tranquila,
En mi alma se apodera
La bárbara ansiedad.
Llevad en vuestras álas
¡Oh brisa pasajera!
Mis huérfanos suspiros
A mi adorado bien:
No la digais que la amo;
Pero dejad, siquiera,
Mis huérfanos suspiros
Sobre su blanca sien.