Agradecimientos

Me gustaría tomar esta oportunidad para agradecer a todos aquellos involucrados en este libro. A mi hermano y mejor amigo Noumeir Sebastian, porque sin él no fuera nada. A mi mamá Belkis, que sin su paladar intrépido no fuera tan aventurero en la cocina. A mi papá Jaime por su perseverancia y fortaleza, y a mi papá Iván por su sacrificio. A mis hermanitos y hermanitas Jhonny y Beatriz, a mi primo Jesse —de toda mi familia, nadie tiene más pasión cocinando que él; gracias primo por todo el apoyo— y a mis primos Afdal, Inaam y Little Jesse. A mi tía Lisette y tío Noumeir por todo su apoyo. A mi abuela Alicia, por ser la primera persona que yo recuerdo cocinando y batiendo esos huevos a mano con dos tenedores para hacer una torta —eso se llama perseverancia. A Rebecca Sussman por ser el amor de mi vida, siempre apoyándome y siendo voluntaria a no dormir para hacer las mil y una cosas que se tienen que hacer —eso es sacrificio, fe y amor.

A todos mis maestros que compartieron su sabiduría conmigo. A Cyril y Brigette Renaud por ser como mis padres, siempre llenos de paciencia y generosidad, soy un mejor hombre por conocerlos. A Patrick MacLeod, el fotógrafo de la mitad de las fotos, y a Tulio Rezende por todas las fotos deliciosas de la comida. A Julie Klobusicky, la estilista espectacular de toda la ropa en estas páginas. A Jennifer Fleming por el maquillaje, y a Ashton Keefe por ayudar a preparar toda esta comida. A Orestes Gonzales por su generosidad y por abrir su casa para que yo pueda cocinar, te debo un trago. A Carolina Peñafiel por toda su ayuda, y a mis amigos y amigas por su apoyo y apetito.

A mi amigo John, el carnicero de Meat Market en Astoria, un abrazo. A Ana y todo el mundo en Martha’s Country Bakery, por sus postres deliciosos y adictivos. Un millón de gracias a Bill de Gullwig Motors, por su museo de carros hermosos. Un abrazo al súper cool Bogart de Harley Davidson, thanks brother. A todos los granjeros, pescadores, panaderos y a todas las personas responsables por cultivar nuestra comida de cada día.

A Lavo y mis jefes Paul Goldstein, Patrick Michael Duxbury y Keith Nelson, porque en la vida uno necesita a alguien que crea en uno y que le de la oportunidad para triunfar. A Diane Stockwell, mi agente literaria, por todo su apoyo; a Cecilia Molinari por su hermosa preparación de este libro para imprenta; y finalmente a Erik Riesenberg y Carlos Azula de C.A. Press/Penguin, por creer en mí y por para hacer de este libro una realidad.

A todos desde el fondo de mi corazón: gracias.