La calle cada día es menos de los ciudadanos y más de los delincuentes. La ley no puede parar a los criminales porque sus artículos son «garantistas», de cuando había que garantizar el trato a los presuntos, y no como ahora, que los desprotegidos son las víctimas. Los ladrones prefieren robar las casas con la gente dentro. Vivir en grandes mansiones rodeadas de enorme parcela no es especialmente saludable, porque ya no es tan seguro como cuando la Guardia Civil tenía efectivos suficientes para cubrir pueblo a pueblo. La realidad es que la seguridad ciudadana pierde puntos, que la actualidad se llena de atracadores y que los asaltos a la propiedad privada son extremadamente violentos. Frente a esto, la televisión comercial nos adormece con una eterna nana de parejas que se rompen o descomponen, el famoseo rancio que se retrata en las revistas o que fabrica montajes para mantener distraído al personal. José Luis Moreno, el productor actual de más éxito de la TV, ha sido víctima desgraciada de la desinformación que genera el electrodoméstico.
Moreno fue asaltado en su hermosa casa de una tranquila urbanización de Boadilla del Monte, Madrid, la merecida ostentación del rédito de su trabajo, hasta que empezaron a llegar las bandas de Europa del Este, acostumbradas a asaltar las viviendas con el propietario dentro. José Luis Moreno, el simpático ventrílocuo, inteligente empresario y hombre de negocios, fue sorprendido en el interior de su vivienda, en la que estaba rodeado de familiares y amigos, por un grupo de delincuentes de entre cuatro y seis, dispuestos a todo. Según las primeras noticias reventaron tres cajas fuertes y se llevaron un botín de dinero y joyas. Moreno recibió golpes en la cabeza con la parte sin filo de un hacha, u otro objeto contundente, que lo han llevado al hospital con pronóstico reservado.
Admirador de su talento, imagino que Moreno ha calibrado la enormidad de lo que está pasando, porque nadie tiene nunca mayor conciencia de la realidad que cuando la actualidad le afecta en carne propia. Las televisiones no tienen suficientes espacios de sucesos. Quizá porque a nadie le interesa que se hable de lo que pasa, ya que puede influir en el juicio de los votantes sobre las condiciones de la propia vida.
En el franquismo, El caso solo podía publicar un crimen de sangre a la semana. Si había más, en solo siete días tenía que elegir uno. Ahora es lo mismo, pero por un procedimiento más sutil: «no pasa nada, estamos protegidos. Los que gobiernan, nos tienen bien gobernados». El mismo mensaje de la «dictablanda» de Primo de Rivera, que para afinar el plomo marmóreo de sus cataplines se liquidó de golpe a los salteadores del expreso de Andalucía dándoles garrote. Al general no había quien le amenazara al filo de la bragueta.
En la patria de hoy han aumentado las agresiones sexuales, se han multiplicado los actos de pedofilia, en especial la pornografía infantil, y disparado los atracos a grandes superficies, así como los robos a domicilios privados. El destrozo no trasciende porque la información fluye solapada entre anuncios o noticias de gran interés del cambio climático.
Frente al crimen cambiante, el poderoso mundo del principal electrodoméstico, la televisión, mantiene a sus adictos en el mundo mágico del glamour, las peripecias de las reinas de papel couché y las ocurrencias de los frikis, que si carecen de imaginación son estimulados por guionistas ocasionales. Parte buena para la diversión sería esa televisión del entretenimiento, en la que por cierto reina Moreno, si no fuera porque lo invade todo y no deja espacio para la realidad. Mientras los espectadores viven en el cuento, sus posesiones y su integridad quedan amenazadas. Los ciudadanos están tan noqueados que ni siquiera reaccionan ante la pérdida continua de los mínimos de seguridad. Escuchen, si no, cómo se quejan los sindicatos de la policía.
España es un lugar donde el crimen cada día es más complejo. De una forma sutil y no caballuna —de caballo del Espartero—, como hacía Primo de Rivera, se ha convertido en signo de mal gusto el hecho de hablar de delitos o delincuentes. Si tienen un hueco en los magazines siempre se cambia hacia lo nuevo con la frase feliz: «y ahora, a cosas más agradables».
El país es el primer consumidor de cocaína de Europa, por él circulan cada vez más armas de fuego y menudean los atentados contra personas. También hay más asesinatos, fruto de enfrentamientos entre bandas, niños desaparecidos de los que no se sabe nada, actuación de sicarios y turbulencias criminales del más variado jaez. Pero volviendo a nuestro buen amigo Moreno, la estrella mediática del muñeco Rockefeller, ni siquiera él, inmerso en el mundo de ficción, con algunas de las mejores series televisivas en cartel : La que se avecina, Escenas de matrimonio, ha podido enterarse de que, hoy en día, si vives en un chalet (es decir, isla construida, rodeada de parcela por todas partes), precisas de una completa seguridad estática y probablemente de un servicio de guardas armados, naturalmente, a prueba de fallos. Ya no es suficiente con ocuparse de la decoración y emplear grandes dosis de buen gusto, sino que se precisa de buen juicio y prudencia, en un mundo lleno de peligro.
Encima, Moreno, por lo que nos llega, le echó valor y se resistió al ataque, seguramente ayuno de que los delincuentes de ahora son temibles, han cambiado y no se achican, sino que desprecian la vida humana. Les da lo mismo machacar un cráneo por dos de pipas. El gran José Luis estaba desinformado, como muchos hoy en día, creyendo tal vez que viven las horas felices de la segunda transición frente a la pequeña pantalla.
Para que todos nos enteremos, y dicho por expertos en seguridad, en una casa es preciso utilizar los servicios del especialista en detección de peligro potencial; y no basta con una valla o un muro, que puede convertirse en una jaula imposible de traspasar. La única posibilidad que nos queda, para estar a salvo, es hacer una sociedad más segura. Es decir, recomponer el rápido deterioro de lo que teníamos, cosa de la que ya no hay político que se preocupe, tal vez adormecidos también por la nana del electrodoméstico, escenas de matrimonios que no existen y de vecinos que no temen a los cacos.