De pequeña pasaba mucho tiempo bajo el agua. Mi padre me enseñó a hacer esnórquel cuando tenía seis o siete años, y esos son de los recuerdos más felices que conservo. Yo era una niña tímida y a menudo me sentía cohibida. El único lugar donde siempre me sentía libre era dentro del agua. Experimentar la vida marina tan de cerca me fascinaba.
La primera vez que nadas sobre un arrecife, los peces suelen dispersarse. Pero si te quedas quieto durante unos minutos, respirando tranquilamente por el tubo, te conviertes para ellos en parte del paisaje. Nadarán hasta tu máscara o te mordisquearán el brazo. Tales momentos siempre me parecieron extraordinariamente pacíficos y de ensueño.
Así que cuando años más tarde fui a Australia por trabajo, decidí intentar darle a mi hijo de cuatro años, Toma, el tipo de experiencia submarina que a mí me encantaba de pequeña. Quería enseñarle que, aunque pueda parecer que la superficie del agua no tiene nada de especial, es posible ver todo un mundo nuevo y colorido al mirar bajo ella.
Toma acababa de aprender a nadar, y nos disponíamos a embarcarnos en mi primera visita a la Gran Barrera de Coral, la mayor estructura de la Tierra formada por seres vivos, por billones de criaturas de coral diminutas. Parecía el momento oportuno.
Fuimos hacia allí con un equipo de rodaje y con un grupo científico que había estado estudiando el arrecife. No estaba segura de que Toma lograra concentrarse en el coral, pero quedó completamente maravillado. Vio «a Nemo». Vio un pepinillo de mar. Creo que incluso vio una tortuga.
Aquella noche, cuando lo acosté en la cama de la habitación del hotel, le dije: «Hoy has descubierto que hay un mundo secreto bajo el mar». Él levantó la mirada, y la felicidad pura que le vi en el rostro me indicó que lo había entendido. Me dijo: «Lo he visto». Sentí una mezcla de alegría y de angustia, porque sabía que la belleza de nuestro mundo desaparecía al mismo tiempo que él la descubría.
¿Sabes? La Gran Barrera de Coral era el lugar más increíble que yo había visto. La vida fluía a raudales. Las tortugas marinas y los tiburones nadaban entre corales y peces de colores brillantes. Pero el arrecife también era lo más aterrador que había visto, porque grandes partes de él —las que no le enseñé a Toma— estaban muertas o muriendo.
Esas partes del arrecife eran un cementerio. Como periodista que informa sobre el cambio climático y el medio ambiente, entre otros temas, había ido al arrecife para escribir sobre ello. Sabía lo que estaba pasando.
Un suceso que destruye arrecifes y que se llama blanqueamiento masivo se había apoderado de la Gran Barrera de Coral. Los blanqueamientos ocurren en momentos en los que el agua está a altas temperaturas. Los corales vivos se vuelven fantasmales y blancos como el hueso. Pueden recuperar su estado normal si el nivel de las temperaturas baja de nuevo con rapidez. Sin embargo, en la primavera de 2016, las temperaturas se mantuvieron altas durante varios meses. Una cuarta parte del arrecife murió y se convirtió en una viscosidad marrón y putrefacta. Otra mitad, como mínimo, se había visto afectada de algún modo.
No fue necesario que el agua del océano Pacífico se calentara mucho para causar esa extinción de la Gran Barrera de Coral. Las temperaturas oceánicas solo sobrepasaron un grado Celsius los niveles a los que dichos corales pueden vivir. Las partes muertas y moribundas del arrecife que yo vi eran el resultado de ello.
Los blanqueamientos como el que presencié no solo afectan a los corales. Muchas especies de peces y otros animales dependen del coral para comer o para refugiarse. El alimento y los ingresos de unos mil millones de personas provienen de los peces que dependen de los arrecifes de coral. Cuando estos mueren, las pérdidas llegan lejos. Por desgracia, muchos arrecifes están muriendo. Eso se debe a que las temperaturas están aumentando en todas partes, no solo en la Gran Barrera de Coral, y ese aumento está cambiando nuestro mundo. Este libro trata sobre ese cambio. Trata sobre por qué las temperaturas están aumentando, cómo ese aumento está alterando el clima y dañando el planeta que todos compartimos y —lo más importante— qué podemos hacer cada uno de nosotros al respecto.
Lo que podemos hacer va mucho más allá de los esfuerzos individuales destinados a reducir la contaminación que está cambiando nuestro clima. Sí que debemos actuar contra el cambio climático para proteger el mundo natural y el planeta que sustenta la vida, pero podemos ir más lejos.
Hay muchas cosas injustas en el cambio climático. Una de ellas es la manera en que le está robando un planeta sano y limpio a los jóvenes como mi hijo Toma. Y a ti.
También es injusto que el cambio climático afecte a la gente de forma desigual. Las comunidades más pobres, y las minorías, suelen sufrir sus efectos más que otras. Así que este libro también trata sobre justicia, o ecuanimidad. Trata sobre cómo nuestra respuesta ante el cambio climático puede ayudar a crear no solo un mundo menos contaminado, sino más justo para todos los que lo compartimos.
Tú y tu generación, y las generaciones que están por venir, no habéis hecho nada para crear la crisis del cambio climático. Sin embargo, viviréis con sus peores efectos, a no ser que cambiemos las cosas.
Escribí este libro para mostrarte que este cambio positivo es del todo posible. Pero entonces, justo cuando lo estaba terminando, el mundo se enfrentó a una crisis repentina e inesperada. Apareció una nueva enfermedad contagiosa conocida como coronavirus.
A principios de 2020, este se convirtió en una pandemia, en una enfermedad que afectó a gente de casi todos los países. Las tasas de enfermedad y de mortalidad eran trágicamente altas. Millones de personas tuvieron que cambiar su forma de vida, tuvieron que quedarse en casa y evitar el contacto con los demás para frenar la expansión del virus. Muchas escuelas cerraron, circunstancia que impuso a los niños la nueva rutina de aprender en casa mientras echaban de menos a sus amigos.
Al final de este libro, encontrarás lo que creo que podemos aprender de esa experiencia compartida a nivel mundial. Pero, mientras leas los siguientes capítulos, ten en cuenta que la pandemia del coronavirus no ha detenido el cambio climático, ni tampoco el movimiento para controlarlo.
El movimiento está ahora mismo en marcha. Su objetivo es luchar contra el cambio climático y, a la vez, hacer posible un futuro justo y habitable para todo el mundo. A eso se le llama justicia climática. Los jóvenes no solo forman parte de dicho movimiento, sino que marcan el camino. ¿Serás tú uno de ellos?
Espero que este libro te ayude a responder esa pregunta. Está pensado para darte información y mucho más: inspiración, ideas y herramientas para actuar.
Primero, verás algunos de los pasos que jóvenes como tú están dando para combatir el cambio climático y conseguir que haya justicia social, incluyendo la justicia racial, de género y económica. A continuación, te sumergirás en lo que hemos aprendido sobre el estado actual del clima y sobre cómo hemos llegado a este punto. Entonces podrás ayudar a decidir qué pasa luego. No estarás solo. En estas páginas conocerás a algunos de los jóvenes activistas de todo el mundo que trabajan para proteger nuestro planeta y para alcanzar, además, la justicia climática.
Ver de cerca las realidades del cambio climático puede resultar aterrador, pero no dejes que los hechos te abrumen. Recuerda que solo son una parte de la historia. El resto de la historia —la que ha puesto en marcha a cientos de miles de personas como tú en todos los lugares del mundo— es que tenemos opciones. Los grandes levantamientos contra el racismo y a favor de la acción climática nos muestran que millones de individuos anhelan un cambio. Podemos construir un futuro mejor si estamos dispuestos a cambiarlo todo.