AL DESTINO

Escrito estaba, sí: se rompe en vano

una vez y otra la fatal cadena,

y mi vigor por recobrar me afano.

Escrito estaba: el cielo me condena

a tornar siempre al cautiverio rudo,

y yo obediente acudo,

restaurando eslabones

que cada vez más rígidos me oprimen;

pues del yugo fatal no me redimen

de mi altivez postreras convulsiones.

¡Heme aquí!,¡tuya soy! ¡dispón , destino,

de tu víctima dócil! Yo me entrego

cual hoja seca al raudo torbellino

que la arrebata ciego.

¡Tuya soy!, ¡heme aquí!,¡todo lo puedes!

Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...

Pero sabe , ¡oh, cruel!, que no me engaña

la sonrisa falaz que hoy me concedes.